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Era sábado.

Habían pasado cinco días desde la muerte de Francisca.

Nain se iba hoy.

Durante el día de verdad intenté no pensar en el hecho que, desde hoy, catorce horas y 1000 kilómetros nos separaban, y lo harían por mucho tiempo.

Pensé también en las sonrisas, los besos, las caricias y las palabras de amor que compartimos y decidí que valió la pena cada momento, incluso si dolió... Cada segundo fue perfecto.

—Hola, Bianca —Me saluda Lena, frente al mostrador, mirando el especial del día—. ¿Me recomiendas el frapuccino de calabaza?

—No es tan malo como suena —Le tranquilizo.

—Entonces quiero uno y... —Mira hacia fuera de Amanecer, donde un chico de cabello negro espera pacientemente—. Un café negro. Muy negro, y caliente.

Asiento, le indico el total y mientras paga me dedico a preparar su orden.

El silencio entre nosotras no dura demasiado.

—Esto te sonará raro... —Comienza suavemente.

—Estoy acostumbrada a lo raro —Le tranquilizo, porque es verdad—. Dime.

Asiente.

—Participo en un grupo de terapia en la Clínica Mayweather —Empieza, explicando—. Solo mujeres. Con la ayuda de una psicóloga intentamos resolver nuestros... Problemas, en grupo.

—Oh...

No sé qué más decir.

—Es un ambiente muy sano, y abierto —Sigue explicando—. Y pensé... Rick dijo que te ha visto triste las últimas semanas, y pensé que quizás podría interesarte asistir una vez, ver qué tal.

—Eso es muy... Amable de tu parte.

—Solo hago lo que alguien hizo por mí una vez —Me da una sonrisa resplandeciente—. Si quieres ir, o saber más, puedo darme mi número.

—Lo pensaré —Le digo y le entrego sus pedidos—. Y acepto el número.

Deja Amanecer con una sonrisita.

El local pronto está vacío, y a eso de las seis de la tarde solo hay dos clientes en unas mesas.

Me preparo un café y me siento en la que fue su mesa por dos años, y miro hacia el atardecer, en silencio.

Echaré de menos sus ojos esmeralda, su cabello rizado, sus lentes y sus cafés al atardecer. Extrañaré eternamente lo que me hizo sentir.

Incluso si tuvimos problemas, su amor fue puro y sincero. Como la risa de un niño, el beso de una madre amorosa, una taza de café negro o un atardecer.

Nunca amaré a alguien de la forma que lo amé a él, todos los amores son distintos, pero sé que él amará de nuevo de esa forma, con sencillez y dulzura.

Mirando como el día se tornaba en noche comprendí, finalmente, cómo se perdía un atardecer.




***

No olviden dejar sus votos y comentarios!! Se acerca el gran final, pero no se preocupen, tengo más sorpresas preparadas ;)

Les invito a pasarse por mi otra historia "Las Alas de Cupido", está recién comenzando y va a ser maravillosa, y no lo digo solo por ser la autora. 

BESOSOSOSOS

Nos vemos mañana!!

Un Café al AtardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora