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La última cita a la que había ido había acabado gritándole al hombre y celebrando mi bisexualidad. Había sido, en pocas palabras, un desastre.

Pero iba sin expectativas, a diferencia de esta cita.

Me había cambiado de ropa dos veces. Yo nunca me cambio de ropa para una cita.

Y no es como que quiera cambiarme de ropa, es que estoy tan ansiosa que tengo que hacer algo o enloqueceré.

No sabía qué me esperaba de esta cita con Nain, pero si estaba segura de que me emocionaba. Quería salir con él, quería que viese lo que había planeado y se sonrojase.

Miré mi aspecto en el espejo del baño de la cafetería y guardé todo en un pequeño bolso que luego Aline llevaría a casa.

Me quedaba con los jeans y el blazer de cuello alto. No tenía que impresionar a nadie, solo debía sentirme bonita, cómoda, y no cagarme de frío.

Cada año se adelantaba más y más el invierno en Osavia. El calentamiento global es una mierda.

Salgo del baño con la bolsa en mano, revisando mi teléfono. Nain llegará a las seis, siempre es puntual y dudo mucho que este día me falle, pero estoy tan ansiosa que mirar su chat me calma... Solo un poco.

Un silbido me distrae.

—Había olvidado que debajo de tu delantal hay unas curvas de envidia.

Levanto la vista y le sonrío a Aline.

—Me ves todos los días sin delantal.

—Déjame halagarte —Replica, indicándome con su mano que de una vuelta—. Tienes el culo de las Francis.

—Mi apellido es Acosta.

—Acosta—Francis —Corrige con seriedad—. Tu madre nunca se cambió el apellido, y que Dios la bendiga por eso. Francisca Francis habría sonado ridículo.

Por un momento me paralizo ante la mención de mi madre. No me había dado cuenta de que desde hacía años no escuchaba su nombre. Yo no la mencionaba. Aline había dejado de hablar de ella luego de un tiempo, y la abuela nunca la terminó de perdonar así que tampoco la mencionaba.

Aline se da cuenta de mi tensión y me dedica una sonrisa de disculpa.

—Lo siento.

—Está bien —Miento. Pregúntale por ella, grita mi subconsciente, pregúntale si ha querido saber de ti—. ¿Quieres que compre algo antes de volver a casa?

Soy una cobarde. Duele, quema, arde, pero es una realidad... Una que no cambiaré en el futuro.

—Disfruta de tu cita, no te preocupes por nada —Me tranquiliza y la tensión del ambiente se disipa—. ¿Tienes condones?

Me atraganto con mi saliva.

—¡Es la primera cita!

—Con mayor razón debo preguntar —Sonríe con inocencia pero en ningún mundo esta mujer es inocente—. Te puedo prestar si no tienes, siempre traigo extra.

—No tendré sexo en mi primera cita con Nain.

—¿Y en la segunda sí?

Medito su pregunta pero hago una mueca cuando me doy cuenta de lo que acaba de hacer.

—Así que consideras tener una segunda cita con él...

—Te odio tanto.

—Incluso cuando aún no tienen la primera —No respondo—. Interesante.

—Es raro, ¿no? Debe ser raro —Juego con mis manos—. Es imposible que sea tan... Así.

—Bueno, fue así conmigo y Atticus —Admite encogiéndose de hombros—. Bastó que lo viera una vez y hablásemos dos veces para saber que se metiera en mi sistema. Luego solo tuve que hacerle un amarre y ¡boom!, novios por diez años, viviendo juntos y pensando en tener un perro.

Quiero preguntar si lo del amarre es en serio cuando veo unos rulos acercarse a la puerta. Mi corazón golpea contra mis costillas con fuerza, sin embargo no estoy ansiosa, ni nerviosa, solo expectante.

Hoy lleva sus anteojos cuadrados. Me he dado cuenta de que va variando durante la semana entre los circulares y esos... Y ambos se le ven maravillosos. Aunque supongo que cualquier cosa se le vería maravillosa con esos ojos turquesa.

—Hola —Cuando entra a la Cafetería me dedica una sonrisa tímida. Sus mejillas están sonrojadas, cosa que no puedo pasar por alto... Al igual que el ramo de flores que trae en su mano derecha.

—Hola —Sonrío, sintiendo mis mejillas sonrojarse de igual manera. ¿Me trajo flores? ¿A mí?

Se remueve un poco y me alarga las flores.

—Son para ti —Musita, algo cohibido, pero con la voz clara—. Las vi y pensé en ti...

Cuando voy a aceptarlas una luz deslumbrante me distrae y luego el sonido de una foto siendo tomada.

Eso me devuelve a mis cinco sentidos. No estamos solos, pese a que se había sentido de esa forma, Aline está detrás de mí, con su teléfono en mano, tomándonos fotos... Con flash.

—¡Aline!

—Son tan lindos —Toma otra foto, sin quitarle el flash—. Cuando tengan hijos, me agradecerán haber tomado fotos.

—¡Aline!

Tomo las flores (lirios blancos), y las olfateo. Me embriago con el aroma y le doy una sonrisa amplia a Nain.

—¿Vamos? —Pregunto, retomando el control de la situación.

—Por favor —Pide, con el rostro completamente rojo. ¿Será eso sano? — Fue un gusto verte, Aline.

—Lo mismo digo, guapo —Se despide Aline, luego se dirige a mí—. Dame esas hermosas flores, ve a esa cita y a la vuelta asegúrate de traer uno de sus cabellos. Le haremos un amarre, lo quiero en nuestras vidas.

La verdad es que no puedo discutirle, no cuando Nain espera pacientemente en la puerta, sosteniéndola mientras observa el atardecer.

Si fuese cualquier otro hombre pensaría que eso de las flores, ser amable, sostener la puerta es parte de una técnica para llevarme a su cama, pero dudo que sea el caso con él. Sospecho que él simplemente es así, ni siquiera se da cuenta que lo hace... Y eso lo hace aun más atractivo que si lo tuviese planeado.

Ni siquiera lo intenta, y ya se está metiendo debajo de mi piel. ¿Qué será de mi cuando lo intente? Un escalofrío me recorre y de repente tengo miedo. No hay muchas personas en mi vida, solo las suficientes, y todas comprenden eso.

Comprenden que una vez que permito entrar a alguien, ese alguien tiene el poder de hacerme daño.

Y tengo miedo de que Nain me lastime. 

Un Café al AtardecerOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz