NO TE ARREPIENTAS. 1a Parte

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De nuevo el despertador sonó, como cada mañana a las siete en punto. Otro día más. Otra vez, levantarse, despertar a la niña, llevarla al colegio, cada día la misma rutina. Mi vida parecía aquella película, en la que el mismo día se repetía una y otra vez. Un aburrimiento total, pero lo que yo no sabía es que aquel día iba a cambiar y quizás para siempre.

Después de comer y fregar los platos, me preparé para ir a trabajar. Llegué a la academia a las cuatro en punto, debía llegar la primera, pues era yo la que abría. Unos 15 minutos más tarde empezaron a llegar los profesores. El director de la academia, Pablo, llegó media hora más tarde, y nada más llegar y tras saludarme me dijo:

- Hoy vendrá el nuevo profesor de informática. Enséñale su aula cuando llegue y explícale como funciona todo esto.

- Sí.

Faltaban solo unos cinco minutos para que llegaran los primeros alumnos a sus clases de repaso, cuando apareció el profesor nuevo.

- Buenas tardes - me dijo - soy el nuevo profesor de informática.

- Buenas tardes. Yo soy la recepcionista y secretaria, me ocupo de la parte administrativa - me levanté de mi mesa diciéndole: - Ven conmigo, te enseñaré tu aula. Bienvenido a la academia.

- Gracias - me respondió.

Era un chico joven de unos veinticinco años, alto, rubio y de ojos verdes. Le llevé hasta el aula de informática haciéndole entrar.

- Esta es tu aula, como ves hay ordenadores para todos y el tuyo está sobre tu mesa.

- Muchas gracias - me dijo. Le sonreí y salí del aula.

- De nada, vuelvo a la recepción pues seguro que no tardaran en llegar los alumnos.

La tarde pasó bastante tranquila. Y cuando llegó la hora de cerrar, como siempre revisé todas las aulas una por una, se suponía que ya todos los profesores debían estar fuera, pero al llegar a la de informática, el nuevo profesor de informática aún estaba allí.

- ¡Oh, vaya! Pensé que ya no había nadie, es hora de marcharse, tengo que cerrar - le dije.

- ¡Ah, si, perdón! Estaba revisando algunos emails.

- Bien, pues te espero en la recepción.

- Sí, claro.

Unos minutos más tarde apareció por la recepción.

- ¿Nos vamos? - me preguntó.

- Sí, vamos.

- Oye, ¿cómo te llamas? - me preguntó amablemente.

- Sara ¿y tú?

- Víctor. ¿Hace mucho que trabajas aquí?

- Sí, unos cuantos años, desde que nació mi hija casi - le expliqué mientras cerraba la puerta con llave.

- ¿Tienes una hija, pero cuantos años tienes? - me preguntó sorprendido.

- ¿Cuántos me echas? - le reté.

- No sé, no me atrevo a decirlo ¿y si me equivoco?

- Si te equivocas, mañana abres tu la academia.

- Vale ¿y si acierto?

- No sé - respondí pensativa.

- Ya sé, si acierto te doy un beso donde yo quiera.

Me reí por su ocurrencia, pero le respondí:

- Está bien, trato hecho - le dije tendiéndole mi mano.

- Cuarenta - dijo, dando de lleno en la diana.

- Sí, has acertado.

- ¿De verdad? - preguntó sorprendido mientras bajábamos en el ascensor.

- Sí, así que ya puedes besarme - le dije, pensando que se trataría de un simple beso en la mejilla. Pero entonces Víctor me miró directamente a los ojos y acercando su boca me besó en los labios. Fue un beso dulce, sorprendente, apasionado y maravilloso. Cuando rompió el beso, el ascensor ya había llegado a la planta baja y las puertas se estaban abriendo, yo me había quedado petrificada y sin poder reaccionar, y entonces él dijo:

- Lo siento, no debería...

- No, no pasa nada, hicimos un trato.

- Sí, pero...

Me dirigí a la puerta de salida y allí le dije:

- Hasta mañana. 

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