DOLOR Y PLACER

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DOLOR Y CASTIGO.

¡Hola, mis niñas! - Nos saludó nada más entrar en la habitación.

Sonia y yo estábamos sentadas sobre la cama, desnudas ambas, una junto a la otra. Como a él le gustaba. Ambas llevábamos el pelo recogido en un par de coletas a lado y lado de la cabeza, anudadas con lazos rojos. Era parte del juego. Un juego que había empezado hacía ya tiempo y que a ambas nos encantaba.

Elías cogió una silla y la puso frente a nosotras, sentándose en ella. Llevaba la fusta en su mano y mirándonos con severidad dijo:

— Me han dicho por ahí, que hoy habéis sido un poco malas.

Ambas con cara de inocencia nos encogimos de hombros.

— ¡Bien, esos culitos!

Las dos nos pusimos de pie dándole la espalda e inclinándonos para mostrarle nuestro trasero. Sonia fue la primera en recibir el golpe de la fusta, que sonó en el aire y la hizo tensar todos sus músculos. ¡Zas! El siguiente cayó sobre mis tiernas nalgas, haciéndome templar los músculos y cerrar los ojos al sentir el dolor. Pero en lugar de desagradarnos aquel dolor nos excitaba, sentí como mi sexo se humedecía y miré a Sonia, que me miró sonriéndome pícaramente.

Un nuevo golpe de fusta cayó sobre nuestras nalgas, pero esta ven en ambas a la vez. Y el deseo se tornó incontenible para ambas, pero debíamos seguir en aquella posición, esperando las órdenes de Elías.

— Bien, niñas, veo que el castigo surte efecto. Ya sabéis cuál es la siguiente parte del castigo.

Ambas nos colocamos las manos sobre los cachetes del culo, abriendo al máximo nuestras nalgas y exponiendo nuestro agujero trasero. Elías se acercó a nosotras y sin ningún tipo de estimulación previa, me penetró con fuerza y de un solo golpe. Grité levemente al sentir el dolor que me causaba aquella penetración, luego dió tres fuertes embestidas y sacó su sexo de mí. Se dirigió hacía Sonia y repitió la operación con ella. También Sonia se quejó, la miré y vi como apretaba los labios tratando de soportar el suplicio.

Tras eso se alejó un poco de nosotras y un nuevo golpe de fusta cayó sobre nuestras espaldas.

— ¡Ays! — Nos quejamos ambas, que seguíamos con las manos sobre nuestros culos, aguantando los cachetes.

Seguidamente se dirigió hacía el cajón de la cómoda, que estaba detrás de nosotras. Volvió a acercarse a nosotras, y entonces oímos el inconfundible zumbido de un par de vibradores. Nuevamente y sin previa estimulación sentí como me introducía el vibrador por el ano. Solté mis nalgas y empecé a sentir el cosquilleo en mi interior. Traté de controlar mis impulsos, pues aquella vibración me causaba un agradable placer y sabía que no debía dejarme llevar. Entretanto, Elías colocó el otro vibrador dentro del ano de Sonia, que gimió al sentirlo. A continuación Elías comenzó a pegarnos con la fusta en las nalgas de manera alternativa, primero a mí y luego a Sonia. Aquellos golpes unidos a la vibración de los aparatos empezaron a excitarnos. Ambas gemíamos.

— ¡Niñas! — Gritó Elías — ¡Ya sabéis que no está permitido el placer!

Efectivamente, el juego consistía en sentir el dolor y disfrutarlo, pero evitando corrernos y dejarnos llevar por el placer supremo. Así que traté de concentrarme, pensar solo en la fusta que golpeaba mis posaderas y en el dolor que allí sentía, el enrojecimiento de la piel, el calor que se agolpaba en esa parte de mi anatomía; mientras el consolador seguía vibrando en mi interior. Estaba concentrada en todas esas sensaciones cuando oí como Sonia gemía y al mirarla vi que se estremecía de placer sintiendo un orgasmo.

Elías dejó de golpearme, sacó el vibrador de mi culo. Y dirigiéndose a Sonia la recriminó:

— ¿No te he dicho mil veces que no debes correrte hasta que yo te dé permiso? ¡Maldita zorra!

Mis relatos eróticosWhere stories live. Discover now