No te arrepientas 2º parte

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En los siguientes días, ambos estuvimos bastante esquivos el uno con el otro, nos saludábamos cuando él llegaba a la academia y cuando se iba y poco más. Aunque debo confesar que le deseaba, ¿y quién no hubiera deseado a aquel muchacho?, sí era joven, guapo, rubio, con un cuerpo de infarto. Desde que me había besado aquel día, era inevitable que no pensase en él en algún momento del día, sobre todo cuando estaba en la academia y le veía pasar por delante de mí.

De vez en cuando le descubría mirándome, pero en cuanto yo le enfrentaba la mirada, él la apartaba. A veces, en cambio, era algo que no podíamos evitar ninguno de los dos, si coincidíamos en la sala de descanso y había alguien más, entonces, sus ojos se cruzaban con los míos y era inevitable mantener la mirada.

Hasta que de repente una noche de tormenta, llegada la hora de cerrar, di la vuelta que siempre daba para comprobar que no quedara nadie, cuando de nuevo me lo encontré en el aula de informática.

- Voy a cerrar ya - le dije.

- Sí, estoy apagando los ordenadores, dame un minuto.

- Bien, te espero en la recepción.

- Sí, claro.

Apagué las luces y Víctor no tardó en aparecer.

- ¿Nos vamos?

- Sí.

Salimos de la academia y mientras yo cerraba la puerta con llave, él llamaba al ascensor, ya que estábamos en un segundo piso. El ascensor llegó y entramos. Nos colocamos cada uno en una esquina. Ninguno de los dos osaba decir nada. El beso había quedado olvidado o eso parecía.

Y de repente, el ascensor se detuvo bruscamente, las luces se apagaron y...

- ¡Ostras, ¿qué pasa?! - dijo Víctor

- No sé, quizás hay algún apagón en el edificio, es bastante viejo.

- Pues vaya.

Estábamos a oscuras y solo podía saber donde estaba por el sonido de su voz. Y parecía que ahora estaba más cerca que cuando habíamos entrado en el ascensor.

De repente sentí su mano rozando la mía y una especie de corriente eléctrica me alcanzó.

- Te he echado de menos - me susurró al oído - Sé que el otro día me sobrepasé con ese beso, pero... no me arrepiento, porque me gustó y tenía muchas ganas de dártelo.

Poco a poco, nos dejamos caer al suelo y nos sentamos el uno junto al otro.

- Y a mí me gustó que me lo dieras - le confesé - hacía mucho tiempo que nadie me daba un beso tan apasionado como ese.

Y de nuevo sentí su boca cerca de la mía y al segundo siguiente, me estaba besando apasionadamente, igual que la primera vez. Mi corazón empezó a latir fuertemente.

Necesitaba luz, necesitaba ver su cara, así que busqué mi móvil en el bolso y encendí la linterna. Estaba sonriendo.

- ¿Qué haces? Me estás deslumbrando.

- Quería ver tu cara.

Volvimos a besarnos, y dejé el móvil sobre el suelo. Nuestras manos empezaron a recorrer nuestros cuerpos, después a desabrochar y quitar prendas, acariciando entonces nuestro cuerpo. Le deseaba, y él también a mí y ambos sabíamos que no íbamos a salir de aquel ascensor sin follarnos.

Me tumbó sobre el frío suelo y se echó sobre mí, y entonces me susurró:

- ¿Sabes que va a pasar ahora, no?

- Sí - le respondí.

- ¿Y estás segura, quieres hacerlo? - me preguntó como si tuviera miedo de que en el último momento me fuera a arrepentir.

- Sí, estoy segura, quiero que me folles - le dije sin tapujos y empezando a desabrocharle el pantalón que aún llevaba puesto. Él también me desabrochó el pantalón, me lo bajó por mis piernas, mientras me besaba, me devoraba. Descendió hasta mis pechos y atrapó uno en su boca, chupándolo vehementemente. Gemí al sentir su lengua jugueteando con mi pezón y sus dientes mordiéndolo, me quejé.

- ¡Oh, cuanto he deseado esto! - musitó, mientras se acercaba al otro pecho y hacía lo mismo, atrapándolo en su boca y mordiéndolo.

Entretanto su mano estaba entre mis piernas, acariciando mi clítoris, mis labios vaginales, haciéndome estremecer.

Gemí, tratando de meter mi mano dentro de sus pantalones, pero entonces Víctor cogió mis manos, uniendo mis brazos por encima de mi cabeza y cogiendo su cinturón me ató las manos.

- ¿Qué haces? - le pregunté un tanto extrañada.

- Hacer que esto sea aún mejor, más excitante. Tú confía en mí.

Me mordí el labio inferior y él me dijo:

- No hagas eso, me estás volviendo loco.

- A lo mejor eso es lo que quiero - le respondí.

Se rio contra mi boca y entonces fue él quien mordió mi labio inferior y mientras lo hacía sentí su pene en la entrada de mi vagina y como luego empujaba y me penetraba. Empezó a moverse, dentro y fuera, dentro y fuera, mientras yo solo le sentía, sentía su polla entrando y saliendo de mí, dándome un placer que poco a poco iba aumentando, iba llenándome. Quería tocarle, abrazarle, pero no podía. Él me besaba, acariciaba mis tetas, me mordía ahora en el labio, ahora en el cuello, me estaba volviendo loca, y sabía que no tardaría en explotar. Mis gemidos subían de intensidad, y finalmente exploté en un agradable y maravilloso orgasmo como hacía años que no tenía. Víctor siguió follándome, moviéndose sobre mí un poco más hasta que también él se corrió. Me gustó sentirle dentro de mí, sentir como su pene se hinchaba y como me llenaba con su semen. Y justo en el instante en que lo hacía, le mordí el hombro. Tras eso cuando ambos dejamos de temblar. Me desató, musitando en mi oído:

- Ha sido maravilloso.

- Sí, la verdad es que sí - le dije.

Y enseguida empecé a arrepentirme de lo que acababa de suceder. Aunque aquel chico me gustaba mucho, y en los últimos días, había soñado con algo como aquello un montón de veces, ahora, en aquel momento me sentía fatal por lo que acabábamos de hacer.

Y de repente, la luz volvió. Le miré, me miró y me preguntó:

- ¿Qué pasa? ¿Te arrepientes de esto?

No sabía si responderle la verdad o...

- Vamos a vestirnos, y salgamos de aquí - fue todo lo que fui capaz de decir.

Él no dijo nada, solo me obedeció y se vistió. Cuando ambos estuvimos listos, apreté el botón y el ascensor se puso en marcha de nuevo.

Llegamos a la planta baja y salimos del ascensor. Me despedí de él con un simple:

- Hasta mañana - y me fui hacía donde había dejado mi coche aparcado al llegar.

Ni siquiera miré atrás, ni siquiera le miré, ni le di un beso de despedida. Quería olvidarlo, volver a casa y olvidar que acababa de tener el mejor orgasmo de mi vida gracias a un joven de 25 años. 

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