ENTRE PELOTAS

16.2K 59 5
                                    

Tu mano roza la mía disimuladamente, cuando pasas por mi lado, pero antes de que se abandonen, enredas tu dedo índice en mi meñique y nuestras manos se quedan unidas. Te giras hacia mí, te miro, me miras y me preguntas:

— ¿Te pasa algo, preciosa?

Suspiro, quiero decírtelo, pero no me atrevo, hay demasiada gente alrededor, porque lo que realmente me pasa es que me muero por follar contigo, igual que hicimos la noche pasada. Miras a nuestro alrededor comprendiendo y entonces, envuelves mi cara con tus manos y me estampas un beso de esos que hacen historia, del tipo Iker Casilla a Sara Carbonero en el mundial, de esos que me dejan sin aliento. Mi corazón va a mil por hora, mientras siento tu lengua barrer mi boca. Mi cuerpo tiembla y se excita. Luego siento una especie de vértigo en el estómago. Cuando rompes el beso y vuelves a mirarme a los ojos, casi puedes sentir como tiembla mi cuerpo. Miro a nuestro alrededor para cerciorarme de que no nos ha visto nadie. Gracias a Dios el pasillo está desierto. En la pista de baloncesto se oyen a los niños botando las pelotas y corriendo. Me coges de la mano y me llevas hasta el cuarto del material.

Es un cuarto cerrado lleno de pelotas, conos, y algunas cosas más. Cierras la puerta y arrinconándome contra ella, vuelves a besarme y yo me deshago, tus besos me saben a fresa, a tabú, a peligro y sobre todo a aventura. Una aventura que no debía haber empezado, pero que ahora ya no podemos parar. Cuando rompes el beso me miras y yo te digo:

— Esto es una locura, no puede ser, no debería ser.

— Dime, ¿qué no te mueres, como yo, por tenerme en tus brazos, por repetir lo que pasó anoche?

No puedo decírtelo, realmente no puedo, porque deseo esto tanto como tú. Cierras la puerta con la llave y vuelves a besarme mientras empiezas a sobar mi cuerpo. Eres como un pulpo que quiere abarcarlo todo. Tocas mis tetas, las aprietas, las desnudas (menos mal que es verano y llevo un sencillo y fresco vestido) siento tu boca sobre uno de mis pezones, me estremezco.

— ¡Oh, por favor, no! — protesto.

Me estremezco sintiendo tu boca, chuparme, lamerme. Desciendes hasta mi sexo, me quitas la braguitas, deslizándolas por mis piernas y de nuevo, me quejo, me arrepiento.

— No, Alex.

Pero está claro que no vas a parar, y en realidad, no quiero que lo hagas. Siento tus dedos hurgando en mi sexo, comprobando la humedad, y después tu lengua, lamiendo, chupeteando, haciéndome estremecer. Enredo mis manos en tu pelo, empujo para que profundices más. Siento como metes tu lengua dentro de mi sexo, y estoy a punto de gritar, pero recuerdo donde estoy y trato de ahogarlo, mordiéndome el labio inferior. Te pones de pie frente a mí y me besas, tu boca sabe a mí. Gemidos, besos, suspiros, me empujas hacia abajo, sé lo que quieres y desciendo, quedándome en cuclillas frente a tu sexo. Abro la cremallera, el botón, sacó tu miembro, brillante, hermoso y erecto. Acerco mi boca y lo lamo, lo saboreo. Enredas tus manos en mi pelo y empujas, tu polla entra en mi boca casi por completo. Quiero más, necesito más, y por eso, trató de llevar mi mano hasta mi sexo. Intento tocarme, pero estoy tan concentrada en tratar de darte placer con mi boca que no puedo. Lamo, chupo, muevo mi lengua por todo tu miembro. Intento nuevamente tocarme, estoy ansiosa, deseosa, quiero más. Te das cuenta, y me haces levantar, poner en pie. Otro beso, tras el cual siento tu mano, meterse bajo mi falda, la subes, acaricias mi sexo, subes mi pierna sujetándola con tu mano, siento como acercas tu sexo. Primero juegas con él a la entrada de mi sexo, empujo hacia ti, no quiero jugar, quiero sentirte ya, dentro de mí. Me miras a los ojos, parece que me estás pidiendo paciencia, pero no la tengo. Siento tu glande entrando, y luego como te deslizas por completo dentro de mí. Cierro los ojos para poder concentrarme mejor en la sensación de sentirte por fin. Te abrazo, y tú empiezas un viaje imparable hacia el placer, entrando y saliendo de mí, haciéndome estremecer, mientras nuestras bocas se besan. Y entonces me susurras al oído:

— ¿A qué tu marido no te folla así?

Y eso aún dispara más mi excitación, de modo que siento que estoy a punto de correrme. Empujas con fuerza, una, dos, tres veces y finalmente estallo en un maravilloso orgasmo, que me obliga a morder tu hombro para acallar mi grito de placer. Y no tardas mucho en correrte tú también, y durante unos segundos, tal vez un minutos nos quedamos abrazados, tratando de recuperar el aliento.

Luego poco a poco me sueltas y yo a ti. Nos recomponemos, nos vestimos y te recrimino:

— No teníamos que haberlo hecho, esto no está bien.

— Pero lo hemos hecho, no podemos reprimir lo que sentimos, lo que hay entre nosotros.

Gimo resignada y después salgo del almacén. Recojo a mi hija de su entrenamiento de baloncesto y nos vamos a casa.

Cuando llegamos, Alba, mi hija, se mete en la ducha, pues ha estado entrenando hora y media. Yo, tras ponerme más cómoda, empiezo a preparar la cena. Pongo la mesa y cuando Alba salé de la ducha llaman a la puerta. Ella va corriendo a abrir la puerta, ya que sin duda es su padre. Oigo como se saludan y después Alberto entra hasta el comedor.

— ¡Hola hermosa! ¿Cómo ha ido el día? — me saluda Alberto.

— Bien, ¿y a ti? — le preguntó yo.

— Bien, hoy viene Alex a cenar, ¿no te lo ha dicho?

— ¿Alex? — preguntó haciéndome la despistada — Sí, mi hijo Alex, ¿no te lo ha dicho? ¿O es que no le has visto cuando has ido a buscar a Mónica al entreno?

Alex es el hijo de Alberto, entrenador de baloncesto y fruto de su primer matrimonio con Adela. El recuerdo de nuestro encuentro en la sala de material vuelve a mí y mi corazón se acelera, nerviosa respondo.

— Bueno, sí, lo he visto, pero no me ha dicho nada, estaba ocupado entrenando a los peques — le digo mintiendo.

Y justo en ese momento suena el timbre, Mónica va a abrir feliz, y cuando abre la puerta le dice a Alex.

— ¡Hola hermanito!

— Hola princesa — responde él cogiéndola en brazos.

Salgo de la cocina para recibirlo, suelta a Mónica y se acerca a mí, y dándome un beso en cada mejilla, me susurra al oído:

— No puedo dejar de pensar en lo que hemos hecho esta tarde.

Mi corazón se acelera, y siento como si me temblara todo el cuerpo. Me he acostado con el hijo de mi marido. 

*************************************

Sígueme también en mis redes para estar al tanto de todo lo que estoy cocinando: 

https://twitter.com/erotikakarenc

https://www.instagram.com/erotika.karenc/

Mis relatos eróticosDär berättelser lever. Upptäck nu