Capítulo 9: Toda Astoria.

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Draco miraba la arena negra pasar de un extremo del reloj al otro, últimamente no hacía mucho más que eso, ver pasar el tiempo. Solía pasar largas horas pensando en todo lo que lo había llevado a ese punto, mirando la marca en su brazo, más gris y desdibujada que el brillante negro que llevaba durante la guerra.

—Amo Malfoy tiene visita— Draco suspiró, estaba esperando ese momento del día, ya sabía quién estaría esperándolo abajo —¿Desea que Kristy le prepare el favorito de la señorita?

—Si—dudo un momento— Por favor, prepáralo. –Los grandes ojos verdes de la elfina se abrieron más en sorpresa, Draco Malfoy le estaba pidiendo algo por favor a un elfo, ella se despidió con una exagerada reverencia y lágrimas de gratitud.

Draco bajo las escaleras para encontrarse con Astoria, con su sonrisa y sus chispeantes conversaciones, llena de vida y de sueños. Al llegar a su lado, ella lo abrazó. Un contacto simple, humano, pero tan cálido que le hacía sudar las palmas de las manos.

La observó, traía ropa extraña. Los pantaloncillos de mezclilla deslavados y una camiseta, le recordaba a los días de Junio, antes de finalizar el curso, cuando los Gryffindor se agolpaban a las orillas del lago con ropa como aquella. Pero realmente no le desagradaba en Astoria, nada en ella podía desagradarle.

—¿Cómo estás Astoria?— camino junto a él hasta su cuarto.

—De maravilla. Draco, debo hablar con tu madre— Él se detuvo en seco, admitía que desde la guerra estaba particularmente sobreprotector con su madre.

—¿Por qué?

—Es algo sobre la boda de Daphne. Narcissa debe estar en el salón tomando su té a esta hora— Draco no pudo evitar sonreír. Astoria sabía todo sobre su casa, sus rutinas, sus detalles, donde estaba todo y todos. La siguió por los pasillos, mirando el contoneo de sus pequeñas caderas— deja de mirarme el trasero Draco, o te acusaré con tu madre.

—Pobre mi madre si vas a acusarme cada vez que te mire, Astoria.

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Narcissa estaba en el pequeño salón del segundo piso donde pasaba sus tardes, con un libro en la mano y el té de lavanda en la otra. Una deliciosa rutina. La rutina es un privilegio del cual pocas personas podían gozar, inexistente durante la guerra y tan exquisita después de ella.

Draco entró en el pequeño salón con Astoria detrás de él. La cara de la muchacha ya era algo común de ver por los rincones de Malfoy Mannor.

—Astoria, cariño, que alegría verte. ¿Quieres té?— Astoria negó con una sonrisa.

—No, gracias. Se sorprende de verme como si no estuviese molestando por aquí a diario.

—Tu no molestas— Narcissa y Draco hablaron en un perfecto coro, el ultimo sin poder contenerse, ganándose una mirada pícara de su madre.

—Narcissa, se que esto es un atrevimiento, pero hubo un problema con mi departamento, el dueño quiere arreglar las tuberías a lo muggle y realmente no podía negarme sin romper el estatuto. Hable con Daphne para quedarme en casa de mis padres, pero mañana es la boda de mi hermana y no quiere que este en el medio de sus preparativos, ¿Seria mucha molestia pasar la noche aquí?

—Claro que puedes quedarte querida, pero creí que tu hermana querría que sus damas de honor.

—Oh no, no soy dama de honor, mi hermana dijo que no quería que mi rareza la opaque el día de su boda.

La rareza o la belleza, pensó Draco. Y no dependía de la belleza o falta de esta en Daphne, no. Era todo Astoria, no solo su belleza física maravillosamente constituida, sino la alegría tan ajena al mundo que salía de sus poros, su risa cantarina y el brillo en su mirada, sus hoyuelos y su cabello castaño suelto. Toda Astoria opacaba a cualquier persona que estuviese en el mismo lugar.

¿Qué paso en esos 19 años?Where stories live. Discover now