[31] Tiempos de fuerza

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Blasfemará contra el Altísimo, y quebrantará a sus santos, y hasta intentará cambiar los tiempos y la ley, pues le serán entregados durante un tiempo, y tiempos, y medio tiempo. Pero cuando el Juez ocupe el trono, se le quitará el dominio, y será destruido y arruinado hasta el fin. Entonces se dará al pueblo de los santos del Altísimo el reino y el dominio y la majestad de los reinos bajo el cielo. Y su reino será un reino eterno, y todos los poderes le servirán y lo obedeceran.

-Daniel 7:25,26,27-

Capítulo 31: Tiempos de fuerza.

La mañana en el colegio ya había transcurrido. El sol calentaba mucho más fuerte que los días anteriores, pero de igual forma las personas caminaban de calle en calle para buscar el sustento de su día a día. La ciudad mantenía los típicos tráficos de todos los días, y los autobuses se llenaban de personas que ansiaban llegar a su destino.

Tanner por su lado iba en carro propio hasta su casa. Su papá siempre lo llevaba a casa ya que lo hacía para que Micaela se sintiera cómoda sin ir en atobuses públicos, los cuales a ella nunca le han gustado. Para Tanner era inevitable no recordar a su ex novia cada vez que su papá iba a buscarlo. Desde la distancia él miraba a la chica, quien caminaba a pasos lentos a la parada de autobuses junto con su nueva amiga Bianca.

Todo ya había cambiado para los dos, pero aún seguían sintiendo algo especial el uno por el otro.

—¿Me estás escuchando? —le pregunto el padre a su hijo, quien se había quedado distraído en sus pensamientos.

—¿Qué? Eh... No, perdón. Me quedé pensando en otra cosa.

—Te estoy diciendo que trates de no volverte un adicto al cigarro, Tanner. Te he visto fumando mucho y eso no está bien.

—¿Tú diciéndome eso? —preguntó Tanner sin dejar de mostrar una sonrisa sarcástica —Papá, tú eres uno de los primeros en tener una caja de cigarros en tu pantalón ya que sin ellos no puedes estar tranquilo.

—Por eso mismo te lo digo, Tanner. Sé lo que es ser un adicto porque lo soy, por eso te aconsejo que no te dejes llevar tanto por eso.

—Todo lo que sé es porque lo he visto por ti, papá. Más bien deberías de estar orgulloso.

—Lo estoy, pero de igual forma me preocupo.

—Ya dejemos ese tema, por favor. Estoy bien así.

—Por lo menos piensa en lo que te acabo de decir.

—Okay papá, tranquilo. Trataré de no volverme un adicto como tú.

Ese comentario hizo que su padre sonriera y se quedara más tranquilo, pero luego al pensar que su hijo ya lo tildaba como un adicto hizo que su sonrisa desapareciera poco a poco y se sintiera un poco mal. Muchas veces pensaba que estaba haciendo un mal trabajo como padre, y por eso trataba de remediar las cosas para que la culpa no lo llenara por completo. Y quizás las soluciones que buscaba no eran las correctas, pero tarde o temprano las aceptaría como las únicas soluciones.

Al llegar a la casa Tanner saludó a su mamá y a su pequeña hermana, pero la sorpresa que se encontró hizo que su rostro cambiara y luego frunciera su ceño.

—¿Micaela? ¿Señora Milagro? ¿Qué hacen aquí? —preguntó el chico sin entender nada de lo que estaba sucediendo

—Milagro, qué gusto verte por aquí —saludó el papá de Tanner mostrando una amplia sonrisa para luego mirar a Micaela —También me da gusto verte, Micaela.

—Mamá, no puedo. Vámonos —le pidió Micaela a su madre, la cual la tomó por el brazo para que se detuviera.

—Esto se tiene que hablar ahora, Micaela. No pienso darle más plazo a esto.

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