[32] Fija una buena mirada

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Porque los que siguen los pasos de la carne fijan su atención en lo que es de la carne, pero los que son del Espíritu, la fijan en lo que es del Espíritu.

-Romanos 8:5-

Capítulo 32: Fija una buena mirada.

Era de madrugada, específicamente las tres de la mañana. Ya faltaba pocas horas para que el sol saliera nuevamente por la mañana. Micaela aún sentía mucha calor por la noche, así que se levantó a beber agua como por segunda vez en la madrugada. Su rostro lucía muy cansado, y su cabeza no dejaba de dar vueltas por lo mareada que se sentía.

En camino hacia la cocina logró escuchar una voz en la sala, específicamente en el lugar donde se encuentran los sofás. Ella con mucha curiosidad y cierto miedo decidió por caminar poco a poco por la pared para asomarse por un lado de ésta, y al hacerlo pudo notar a su mamá orando arrodillada frente a uno de los sofás. La mujer lloraba a moco suelto, y su rostro lucía muy rojo de tanto llorar.

—Te lo pido, Señor. Ayuda a mi hija con su embarazo. Es un bebé que viene en camino, y ella quiere eliminar tu creación. Sabes que me duele eso, tanto porque es un pronto bebé que lleva mi sangre como también porque fuiste tú quien decidió colocarlo en el vientre de mi hija. No me gustó que haya cometido ese pecado de fornicación, pero ya sucedió y se me salió de mis manos. Ella no se cuidó y ahora éstas son las consecuencias. Ella quiere abortar porque dice que ella es la que manda en su cuerpo, pero me duele aceptar el hecho de hacer esa aberración hacia tu creación. Las personas nos llaman locos y religiosos por no aceptar tal monstruosidad, pero no podemos llamar bueno a lo que es malo delante de ti. Ayuda a mi hija a que entienda que aunque aún no se ha formado un bebé como tal en su vientre es una creación tuya, mi Dios. Antes de que ese bebé haya estado en el vientre de mi hija ya tú lo habías pensado y predestinado. Sé que no me abandonarás, Dios eterno. Confío en ti, y dejó a mi hija en tus manos.

Esas palabras hicieron que a Micaela se le formara un nudo en su garganta. Escuchar a su madre orar de esa forma hizo que en su corazón se formara una tristeza. De cierta forma se sentía culpable por hacer que su madre llorara de esa manera. El tema del aborto lo tenía muy claro, estaba totalmente decidida a hacerlo. Pero en ciertos momentos llegaban dudas y miedo a su cabeza. Sentía mucha presión de parte de muchas personas, y aunque trataba de demostrar que era una persona fuerte y decidida por dentro estaba llena de pánico.

Micaela decidió por devolverse corriendo a su cuarto cuando su mamá se levantó después de orar. La chica con mucho silencio cerró la puerta y volvió a acostarse en su cama pensando en la escena que había visto de su madre. Segundos después escuchó la puerta abrirse lentamente, quien claramente era su mamá para mirarla unos segundos desde la puerta. Al su madre marcharse y cerrar la puerta Micaela cerró sus ojos tratando de pensar en lo que haría.

El estar embarazada no le agrada, y más cuando tiene dieciseis años con una juventud por delante. Tanner tampoco quiere tener el bebé, y se lo dejó bien en claro. Las cosas iban encajando poco a poco para que ella pudiera abortar sin ningún problema, pero había aún un cierto temor de parte de Micaela que le impedía avanzar más de lo que podía hacer.

Una mañana más empezó como es de costumbre, el sol nuevamente se colocó en su posición y las personas empezaron a movilizarse para hacer sus actividades rutinarias. Las calles se llenaban de autos, haciendo que el tránsito fuera igual de lento como muchos días en la ciudad.

Algunos rostros se mostraban aún con mucho sueño, y un ejemplo de ello era el rostro de Tanner quien quería seguir durmiendo más por la mañana. Había llegado aún con un poco de lagañas en sus ojos, así que se las quitó con su dedo mientras daba largos bostezos por los pasillos del colegio. Aún así seguía su picardía hacia las chicas como era de costumbre, el hecho de estar un poco dormido no le hacía olvidar que su coquetería debía de estar presente.

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