Ensueño de amor

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By CarnavalDeMonstruos

Cuando el príncipe Mikai desapareció sin dejar rastro, sus padres mandaron remover cielo y tierra para encontrarlo. Con su optimismo y alegría, el joven era el sol de su familia, pero los rumores no se hicieron esperar: todos sabían que Mikai llevaba años enemistado con otro príncipe por la mano de la princesa Loriana, que nunca terminaba de decidirse por ninguno.

Ahora, temían lo peor.

«Seguro que lo mandaron matar para dejarle el camino libre al príncipe Fergus», decían los murmullos que corrían por las calles. En estas circunstancias, Loriana solo tendría una opción.

Por eso, no hubo quien entendiera cuando por fin encontraron al príncipe en un templo abandonado del bosque, yaciendo bajo la sombra de la siniestra estatua de un dios antiguo. No estaba muerto, sino inconsciente.

De vuelta en el castillo, pudieron corroborar que Mikai estaba ileso.

«Debería despertar pronto», le dijeron los sanadores a los reyes; pero los días pasaron y el príncipe siguió sumido en el sueño más profundo. Inmóvil en el medio del gran lecho de su recámara, se veía diminuto. Ni la riqueza de sus padres, ni los tules, alfombras y otros lujos estrambóticos que lo rodeaban servían para nada.

Lo intentaron todo para despertarlo: bañarlo en agua helada; exponerlo a vapores calurosos; llenar su habitación de fuertes inciensos de hierbas aromáticas; hacerle beber pócimas burbujeantes hechas de los ingredientes más insólitos; y por supuesto, todo tipo de magia, para lo que incluso trajeron hechiceros de reinos lejanos.

Fue uno de esos magos extranjeros que contó algo curioso:

—En el pasado, la gente visitaba el templo de ese dios para pedir deseos. Fue abandonado porque las ramificaciones de esos deseos se manifestaban a veces de formas peligrosas. Un deseo puede convertirse en una maldición, e imagino que eso fue lo que pasó en este caso.

—¿Cómo se puede romper? —preguntó la reina, apretando la fría mano de su hijo entre las suyas.

—A estas alturas —respondió el mago, aguantando un bostezo—, la única opción que queda por probar es la de un beso de amor verdadero. —Dada su forma de conducirse, como si tuviese más ganas de irse a su casa que de intentar solucionar el problema, era difícil saber si bromeaba o hablaba con seriedad.

La reina, sin embargo, se lo contó a su esposo, y juntos decidieron intentarlo. Solo existía una respuesta: mandar llamar a la princesa Loriana, para que esta se encargara del asunto. Era por su amor que Mikai había estado luchando todo ese tiempo, después de todo.

La princesa llegó al día siguiente, acompañada de su comitiva. Llamaba la atención con su larguísimo pelo rizado, y por el contraste entre sus ojos verdes y su piel morena; pero, por sobre todo, era culta e inteligente: todo lo que se podía pedir de una futura reina. Aunque muchos monarcas habían intentado convencerla de que sus hijos eran dignos de su mano, los únicos pretendientes que ella había considerado eran Mikai y su rival, Fergus.

Luego de que el baúl donde traía el equipaje fuera depositado en su habitación, Loriana se dirigió a la del príncipe. Para asombro de la princesa, una pequeña audiencia de familiares y asesores reales se reunió en torno a la cama, y allí se quedaron, mientras Loriana se inclinaba sobre el príncipe para examinarlo.

Para decepción de los presentes, Loriana se apartó con el ceño fruncido, sin concretar ningún beso.

—Necesito soledad —dijo ella—. Este es un momento muy íntimo. De hecho, quiero que se despeje esta ala del castillo, para que pueda concentrarme como se debe, sin ningún ruido ni distracción.

SaintVals' Anthology 2021Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum