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Tanjiro no supo en qué momento había acabado en esa situación tan incomoda que lograba erizarle los vellos de la nuca de raíz a puntas

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Tanjiro no supo en qué momento había acabado en esa situación tan incomoda que lograba erizarle los vellos de la nuca de raíz a puntas. Sabía que nada bueno podría pasar cuando a las afueras de la casa de Rengoku —que más que casa era una mansión monstruosa de tres pisos y quién sabe qué más— divisó hileras incontables de autos estacionados. La música proveniente del interior de la casa, que hacía rebotar los vidrios de los coches, lo mantenía con la cabeza sumergida en un sinfín de situaciones que posiblemente terminarían en tragedia bajo su imaginación paranoica.

En circunstancias normales, Tanjiro hubiese corrido como un avestruz implorando por alguna salvación que cayese del mismísimo cielo cuando notó la cantidad inimaginable de personas, tanto adentro como alrededor de la casa. Pero no estaba completamente seguro de dónde diablos se encontraba, había perdido el sentido de la orientación cuando Rengoku empezó a acelerar como si estuviese en algún tipo de persecución policiaca sacada de alguna película de acción del montón y, no conforme con eso, obligó inconscientemente a Kamado a sostenerse del asiento delantero para no salir despedido por el parabrisas cuando frenó en seco en un semáforo que casi se lo pasa en rojo en plena avenida.
De lo único que estaba completamente seguro era que se encontraba en algún barrio privado de ricachones. Posiblemente en el más chetado barrio de toda la maldita ciudad y no era solo por los autos carísimos que veía en cualquier lado que voltease, sino por las casas tipo mansiones que abundaban casi cinco manzanas a la redonda y además el perímetro de todo el lugar estaba dividido por una reja y guardias privados la custodiaban.

Se sintió por completo descolocado en ese lugar, principalmente por la diferencia abismal de sus prendas. Mientras él portaba un pantalón —que cabe mencionar lo había conseguido en rebaja— agujereado en las rodillas —y no porque estuviese a la moda, sino porque se le habían roto y eran los únicos presentables que tenía—, no hizo falta esforzarse en lo más mínimo para saber que toda la gente de ese lugar, incluidos sus desastrosos acompañantes que lo habían llevado allí, portaban algún tipo de ropa importada de alguna marca carísima que no se gastaría en averiguar el precio, sabiendo que jamás lograría pagar algo así ni trabajando diez años sumado a horas extras. No descartó la idea de que, seguramente, asistirían a un instituto privado en esos que la educación es impecable pero sus alumnos son una cagada andante con patas, solo por poseer unos pesos más que el resto.

Tanjiro arrugó la nariz cuando se adentraron a lo que el supuso era el salón principal y se abstuvo de tirar algún comentario con respecto al desastre que había ahí dentro. Vasos, botellas, latas, vidrios rotos y gente tan borracha que dudó si aún seguían con la mecha de la vida encendida o ya habían pasado al otro mundo.

Sin embargo, lo peor no era eso. Lo peor llegó cuando de un momento a otro se percató de la ausencia de las únicas personas que "conocía" en aquel infierno etílico. Desde que habían bajado del auto no hicieron más que hablar entre ellos, incluso Inosuke pareció olvidarse de su presencia y se preguntó así mismo, con el entrecejo tan fruncido que le saldrían arrugas, qué mierda hacía en ese lugar.

Resignado, Tanjiro se tiró a un sillón libre quitándose el abrigo ante el calor abrumador que sintió apenas entró. Soltó un bufido cual caballo, moviendo el labio con molestia sin saber que hacer para pasar el tiempo. Estaba cansado pero lo suficientemente activo con la adrenalina sucumbiéndole la sangre como para dormirse en ese momento.

Paseó de aquí para allá con los ojos rojos y la palma sosteniendo su mejilla caliente. Algún tipo de canción estrepitosa de trap sonaba por los estéreos en el techo del salón y, por un momento, juró ver pasar a alguien ante sus ojos sospechoso con un jarrón que parecía moldeado en millones bajando las escaleras de caracol con rapidez mientras fumaba un cigarro para pasar desapercibido. Tanjiro lo siguió con la mirada hasta que el hombre se perdió en una puerta que sabe dios a qué lugar de ese laberinto lo llevaría. Era más que obvio que lo estaba robando, sin embargo, Kamado no hizo ni el más mínimo intento por detenerlo. Su amabilidad y tacto se habían ido a la puta madre cuando lo dejaron completamente abandonado en esa situación de mierda y, seguramente, a Kyōjurō le chuparía un huevo ya que la casa estaba atestada de adornos bañados en lo que Tanjiro supuso era oro o alguna porquería del estilo.

Como odiaba a la gente rica.

Aún con un semblante de los mil demonios y el humor tan hundido como el culo de Inosuke por la patada que próximamente le daría, logró ver a Uzui y Sanemi entre la fina capa de neblina causada por el abundante humo de cigarros y, capaz, otras sustancias más en el ambiente. El olor se mezclaba con el spray que arrojaba un aparato automático de perfume en lo más alto de una repisa y tuvo que rascarse la nariz por el feísimo aroma que se generaba.

Sanemi notó su presencia luego de unos minutos mirándolos como si fuese a comérselos vivos, pero fue tan maleducado como para quitar la mirada y abstenerse de, siquiera, hacerle algún gesto obsceno con las manos. Aunque descartó esa idea cuando notó sus dedos aferrados a una lata de cerveza y un cigarro colgando de su mano libre entre sus falanges. Quitó su completa atención de Kamado y solo se dignó a seguir conversando con Uzui, ignorándolo olímpicamente.

Aunque Tanjiro en esos momentos estaba tan fastidiado y con las bolas llenas de tener que soportar todo aquello que se paró del sillón y caminó hasta ellos con un mal genio de mierda, apretó la suave tela de su abrigo entre sus palmas cuando estuvo frente a ambos peliblancos y abrió la boca, gritando por sobre la música ensordecedora.

—¡¿Dónde esta Inosuke?!

El gesto que mostró no pudo haber sido más cotidiano. Fastidiado, con claros signos de que llevaba más tragos de lo necesario encima, contestó:

—No se, no me jodas.

A Tanjiro casi se le explota una vena y contó reiteradas veces para no saltarle directo a la yugular. Uzui parecía divertirse con sus moquetas irritadas y Sanemi continuaba atragantándose e intoxicándose con el contenido de la lata. Había esperado que siquiera, por un momento, mostrase un solo signo de amabilidad, aunque sea una mísera pizca, pero se resignó a que no podía esperar nada bueno de aquél tipo odioso.

—Creo que lo vi pasar cerca de la piscina.

No esperó que Uzui respondiese, pero tampoco dijo nada al respecto. Les dedicó una última mirada antes de largarse de allí en busca de ese idiota peliazul.

El verdadero reto fue cuando, después de un largo rato buscando una salida hacia el patio, se espantó al ver la aglomeración de gente en el lugar que le habían especificado donde buscar a Inosuke. Sin embargo, muy jodido estaba como para seguir lamentándose, que lo único que hizo fue empujar a quien se cruzase en su camino. No fue fácil encontrarlo, pero había logrado su cometido después de escuchar su carcajada inigualable por sobre la música.

Lo malo era que Inosuke no estaba al lado de la piscina como Uzui le habían indicado minutos atrás. Estaba en el techo del segundo piso, justo en la salida de una ventana encima de las tejas.

 Estaba en el techo del segundo piso, justo en la salida de una ventana encima de las tejas

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lays ➶ 𝐢𝐧𝐨𝐭𝐚𝐧Where stories live. Discover now