Capítulo 12:

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Las manos sudorosas de Dorian eran la única señal visible de nerviosismo y pánico, mientras tanto, en su interior un fuerte torbellino de emociones se desataban.

Unos pasos por delante de él, la sensual silueta de Elena se mecía entre las rosas vistiendo un vestido blanco hueso que parecía haber sido dibujado sobre su propia piel.

«Vamos Daphne por favor ¿Dónde estás?» suplicó él en silencio, pero ella aún no aparecía.

Lo cual era de esperarse, después de todo el tenía que cumplir la primera parte del plan antes de que ella se hiciera presente.

Pero Dorian no podía mover un solo músculo de su cuerpo, escondido detras de un robusto arbusto de rosas color marfil observaba cada movimiento de los novios, en especial los de Elena quien parecía disfrutar demaciado las sutiles caricias que Jackob dejaba desparramadas por su cuerpo.

Un dolor punzante se instaló en su corazón, seguido del atroz pensamiento que lo convertía en el villano de su propia historia. ¿Y si Elena en realidad estaba bien, si el no era más que un niño obsesionado con su primer amor que ahora planeaba robarse a la novia?

Durante unos segundos que parecieron horas, el meditó la idea de marcharse y romper el contrato con Daphne, olvidarse de Elena para siempre e intentar seguir con su vida como le fuera posible. Pero algo lo detuvo de marcharse por el laberinto de rosas.

Si estaba en lo correcto, si Elena estaba atrapada en una relación que no quería atrapada como en una corriente de agua, Dorian no podía bajar los brazos y dejarla a su suerte.
No le importaba una mierda ser el villano de su historia, de ser necesario se rompería en mil pedazos con tal de que ella no sufriera.

-Mi nombre es Dorian Fleyman y no tengo miedo-susurró él mientras tomaba una larga respiración, intentando convencerse a sí mismo de que estaba bien. Que todo estaría bien.

Pasó una pálida mano de dedos largos por su oscuro y sedoso cabello para adoptar un aire más desprolijo, más relajado; enderezó la espalda ganando unos cuantos centímetros más y metiendo las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros salió del laberinto de rosas.

Cada paso que hizo fue premeditado, cualquiera que lo veía diría que era un chico paseando por el rosedal. Como Daphne le había indicado, caminó hacia el centro del lugar de forma tranquila, luciendo su elegante y sensual figura.

Tal como Daphne había predicho, no tardó mucho tiempo en llamar la atención de las personas en el lugar, incluso el sutil murmullo de las damas en su dirección atrajo la atención de los novios y el fotógrafo. De Elena.

Pero Dorian no miró en su dirección ni por un instante, aunque moría de ganas por verla; las órdenes de Daphne habían sido claras y precisas, por lo que él las obedeció. Incluso aún cuando el delicado brazo de Elena se alzó para saludarlo, él pretendió no verlos.

Caminando con pasos elegantemente descuidados, generando un aura de sensual desdén, Dorian recorrió el costado de la fuente hasta quedar a unos metros de una de las entradas del centro del laberinto. El preciso lugar que Daphne le había indicado, quedando de perfil a los novios.

En ese ángulo, con la luz del sol iluminando de forma casi angelical la parte del rostro que Daphne había catalogado como "la más atractiva", si acaso eso era posible, parecía una escultura del mismísimo Miguel Ángel que había cobrado vida.

«Vamos Daph por favor no tardes» comenzó a suplicar en silencio, consciente de que estaba siendo observado por todas las personas allí presentes.

Al parecer su súplica fué escuchada, ya que el sensual cuerpo de Daphne emergió desde las profundidades del laberinto vistiendo un vestido color rosa claro salpicado con pequeñas margaritas amarillas.
Ajustado en los lugares que tenía que serlo y fluido como el mismo mar a la altura de la cintura, la convertía a ella en una mismísima Diosa griega.

Incluso la respiración del propio Dorian se agitó al observarla, no le fue difícil devolverle la sonrisa mientras se acercaba dando pequeños saltitos para apresurar su paso.

-Lamento la tardanza, me perdí en el laberinto-dijo ella a modo de saludo terminando de acortar la distancia. Sus palabras fueron lo suficientemente fuertes como para que todos los oídos chismosos que los rodeaban pudieran escucharlas.

-No pasa nada, me alegra que llegaras Daphne-contestó él tomando una de sus manos con la suya e inclinando su cabeza para dejar un suave beso en la mejilla de ella, a escasos centímetros de sus labios cubiertos de brillo de olor a cerezas.

La piel de Daphne era suave y cálida a su tacto, aún así tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no alejarse de forma brusca sabiendo que Elena muy probablemente estaría observandolos.

El beso duró unos segundos y terminó antes de comenzar, pero aún así pudieron escuchar el suspiro de las mujeres que fisgoneaban sin reparo alguno.

-Te traje algo-continuó diciendo Dorian con voz sensual y tranquila, mientras metía una mano en el bolsillo interno de su campera.

Cuando sacó su mano, una rosa color rojo escarlata lo acompañaba. Los ojos de Daphne se iluminaron al tomar la rosa, sus mejillas se sonrojaron un poco y en sus labios brillo una sonrisa encantadora.

Dorian tuvo que parpadear un instante para borrar el imparto de su sonrisa dibujada en sus oceánicos ojos. Ella no sabía de la rosa, le había pedido que trajera una flor para su encuentro, pero jamás específico cuál. Al parecer esa no era la flor que esperaba.

Daphne llevó la rosa a su nariz y se dejó embriagar por su aroma unos segundos antes de volver a abrir sus ojos, segundos que Dorian aprovechó para observarla bien.

No solo su aspecto físico era diferente, su personalidad era más relajada, infantil y enamoradizo. No quedaba ni una sola sombra o rastro en sus ojos que pudieran revelar a la mujer inteligente y perspicaz oculta tras la máscara.

-Gracias Dorian-respondió casi en susurros Daphne, su voz por alguna extraña razón sonando diferente a la de antes. Incluso sus oscuros ojos parecían haberse aplacado un poco.

El no entendió el motivo, pero se dispuso a conocerlo; después de todo si había hecho algo mal o cometido algún error tenía que saberlo.

Sin embargo, cuando su boca se abrió para preguntarle, con velocidad debió volver a cerrarse. Unos pasos resonaron a su lado, un sonido casi mágico que Dorian conocía tan bien.

-Hola bombón-dijo una voz felina atrayendo la atención de él.

Dorian giró su rostro, tardó unos segundos en acostumbrar sus ojos al violento sol que ahora le hacía frente; cuando estos por fin hicieron las paces, el angelical rostro de Elena lo esperaba con una hermosa sonrisa.

Dorian giró su rostro, tardó unos segundos en acostumbrar sus ojos al violento sol que ahora le hacía frente; cuando estos por fin hicieron las paces, el angelical rostro de Elena lo esperaba con una hermosa sonrisa

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