Capítulo 27:

875 129 147
                                    

El día después de la fiesta de compromiso, todo parecía haber vuelto a la abrumadora y monótona cotidianidad.

Elena se encontraba sentada junto a la ventana cuya vista retrataba un hermoso y perfecto jardín, iluminado por el cálido sol de la mañana. Con la mirada perdida tomó un largo sorbo de la tasa de café que apresaba entre sus dedos.

Pronto iría a trabajar a la oficina y vería a Dorian, quizás el coquetearle e intentar provocarlo le levantaría el ánimo, pero en el fondo ella sabía que solo había un hombre capaz de tener un control sobre sus emociones.

—¿Te encuentras bien querida?—preguntó la amable voz de Jackob a sus espaldas.

Al voltear lo encontró de pie, aún en pijama y con una tasa, cuyo contenido y diseño eran gemelos al suyo.

El hombre mantenía una actitud extraña desde la fiesta de compromiso, su mirada era de constante duda e intriga, incluso parecía estar siempre distraído pensando en otra cosa.

Elena se recordaba que aquello de seguro era normal, después de todo, no recordaba a su padre abrazando, besando o incluso dedicándole sonrisas a su madre una vez estos se casaron.

No importaba si Jackob se volvía una copia casi exacta del monstruo que era su padre, lo soportaría, mataría su corazón sofocando cualquier sentimiento al igual que lo hacía siempre y seguiría adelante.

—Si estoy bien, solo pensaba—respondió ella forzando una sonrisa amable al igual que su tono de voz.

Por dentro estaba ahogándose en un mar de lágrimas y gritos desesperados.

El hombre de atractivo semejante a un dios del sol, se aproximó a ella y depositó un cálido beso en su mejilla.

Ella habría dado lo que sea por apartarlo, o incluso aún mejor, habría dado su propia alma a una fuerza perversa por arrancar de su mente el recuerdo de Luca, para así poder volver a su vida común.

—Pareces triste—volvió a decir Jackob, de pie junto a ella al tiempo que deslizaba un dedo por su mejilla, dibujando una gentil caricia.

La mujer de oro no supo qué responder, sus ojos color esmeralda contemplaron el hermoso rostro de su prometido, obligándose a sí misma a amarlo y odiándose por no hacerlo.

—Es por la boda...¿no es así?—preguntó Jackob, esta vez sus ojos azules estaban recubiertos de lágrimas, por segunda vez Elena no pudo responder.

Contemplando el azul que conformaba sus iris, notó que no se parecían en nada a los de Dorian como una vez creyó cuando era poco más que una adolescente.

Los de Jackob eran de un tono más tranquilo y armónico, oscilando entre el gris y el azul pero sin definirse por completo. Por el contrario, los de Dorian eran el propio océano imponente, y los de Luca, la viva encarnación de una tormenta.

—Elena ¿Me amas?—susurró Jackob, las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos, pues acababa de hacer una pregunta cuya respuesta ya conocía.

La hermosa mujer de oro comenzó a llorar, estaba tan cansada de las mentiras que rodeaban su vida que no se atrevía a abrir la boca, temerosa de lo que pudiera decir, ya que era una cobarde incapaz de decir la verdad.

—¡Contesta!—imploró el hombre frente a ella, cuyo corazón comenzaba a romperse en muchos pedazos.

Los labios de ella comenzaron a temblar mientras las lágrimas se derramaban de sus ojos, pena, cansancio y dolor se desprendían a modo de gotas, más no el arrepentimiento.

—No—se atrevió a balbucear incapaz de mirarlo a los ojos.

—¿Por qué decidiste casarte conmigo?—respondió él con un hilo de voz.

Besos de Medianoche 1: Designio ©Where stories live. Discover now