2. Atrapada

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Mis pies juegan con la arena de la playa y pequeñas gotas del mar salpican mi rostro con cada ola, puedo observar como las puntas de mis dedos tienen un color cálido gracias al sol, ya no hay más palidez y mi cuerpo escuálido se ha ido, ahora es un poco regordeto, con color y forma. A lo lejos veo la sombra de un hombre que me grita pero no puedo ver su rostro.

—¡Corre!— grito y sin entenderle solo lo mire fijamente desde mi lugar —¡Lucia corre!— volvió a gritar esta vez más fuerte. Pero era demasiado tarde, un dolor en mi pecho hizo que volteara a ver y al ver la sangre quede paralizada. Era tarde, había muerto.

Desperté sobresaltada, los recuerdos de la noche anterior y la pesadilla me habían confundido. Me encontraba en una habitación blanca mucho más grande que la mía, las sabanas que cubrían mi anémico cuerpo eran azul marino. Me sentía mareada y la cabeza me pesaba, no recordaba mucho de la noche anterior, pero tenia muy presente que el hombre que había pagado el taxi fue el último al vi.

Me levante de la cama y corri a la puerta tratando para salir, pero era imposible, tenia llave desde afuera así que corri a la ventana pero esta tampoco se podía abrir. No sabia que estaba pasando, por qué estaba aquí encerrada ni quien era el hombre de anoche pero una vez más el miedo se hizo parte de mi.

—Ayuda por favor— chille sentada frente a la puerta, pero en el fondo sabia que seria inútil. Si las cosas eran como Mar me había dicho probablemente este hombre era un narcotraficante y yo sería una mujer muerta.

Al escuchar como la manecilla de la puerta estaba girando me aleje de la puerta y me subí a la cama sentándome sobre mis piernas.

—Veo que ya despertaste— dijo el hombre en cuanto entró

—No se quien eres o que es lo que quieres pero mi familia me va a buscar hasta encontrarme— mentí

—Por Dios, no me digas— pronuncio con sarcasmo —Lucia te conozco mejor que nadie, te he estado observando desde hace mucho tiempo y se que tu madre no va a mover ni un dedo por ti, tú hermano esta muy ocupado derogándose y tu hermanita... bueno ella no te va a buscar

—¿Como sabes mi nombre?— pregunte con miedo sin dejar de temblar

—Ya te lo dije, te conozco mejor que nadie Lucia Fernanda, desde que te vi me pareciste una mujer muy hermosa causaste sensaciones en mi que estoy seguro causas en cualquier hombre

—¿Qué me vas a hacer?— me arme de valor para preguntar algo que realmente no quería saber

—Te haría muchas cosas Lucia, pero no soy un violador estás aquí por otro razón— camino hacia mí, tu amiguita Martina es hija de un malparido que no me ha dejado coronar unas vueltas, tú me la vas a traer para que pueda matarla

—Por supuesto que no, Martina es mi amiga y no te voy a permitir que la dañes— grite

—Mira culicagada— el hombre me tomo por mi cabello — o es tú amiga o la muerta sos vos ¿qué decides?

—Que te vayas o que me mates pero yo no voy a matar a mi unica amiga— las lágrimas recorrieron mis mejillas

—Que conste que te lo pedi de buenas— dijo antes de salir azotando la puerta

Moria de hambre y el dolor de mi estomago me lo recordaba a cada rato, incluso sentía un ligero mareo. ¿qué estará haciendo Emile en este momento? Emile era el unico por quien volvería, me preocupaba porque sabia que ni mi madre ni Johana se preocuparían tanto por él como lo hacia yo.

No soy una chica impulsiva, suelo pensar demasiado en las cosas que voy a hacer y las probabilidades de que salgan bien, pero tengo ninguna posibilidad de mejorar mi vida. Si me voy será unicamente para trabajar y mantener a mi familia sin recibir nada de agradecimiento a cambio, pero si me quedaba podría dormir decentemente en una habitación solo para mi, quizá moria pronto, pero ¿cuál es la diferencia entre morir de hambre y morir de una bala a la cabeza?. La respuesta es que la bala te mata rapido, sin tanto dolor.

—¿Puedo pasar?— pregunto una señora sobre el umbral de la puerta, yo asentí con la cabeza —el señor dice que debes tener hambre, te traje algo de comer

—¿El señor? Yo no quiero nada de él— exclamé molesta

—Preciosa— dijo con cariño— debes comer si no quieres enfermarte y por como luces creo que en tu casa no te daban de comer, por cierto me llamo Clara

—Lucia Fernanda pero todos me dicen Luci— Clara me extendió su mano y le devolvi el saludo en cuanto pronuncie mi nombre —muero de hambre de verdad, no comí desde ayer y el platillo que traes se ve muy bueno— Clara me dió un plato con cubiertos para que pudiera comerme la fruta y los huevos revueltos —¿tú sabes porque "el señor" me trajo a este lugar?— pregunte pero Claro no hablo en ningún momento, supongo que su jefe no se lo permitía —bueno, al menos podrías decirme su nombre

—Mauricio

Clara era una señora que bien podría pasar como la madre de Mauricio, pero por la forma en que vestía y como me atendía supuse que no era más que una empleada.

Mauricio era un hombre alto, fuerte algo moreno, sus ojos era café oscuro y tenía una barba tupida del mismo color que cabello, su semblante parecía serio la mayor parte del tiempo, a decir verdad, dudaba de que el hombre alguna vez en su vida hubiera reído, a diferencia de él, Clara, quien bien podría pasar como su madre era una mujer güera de cabello café castaño que por el poco tiempo que llevaba hablando con ella me parecía una mujer bondadosa.

—Mauricio puede ser un hijo de puta, Luci, pero estoy segura de que si te trajo aquí no fue para hacerte daño.

¿Cómo un hijo de puta tan desgraciado como estaba segura que él lo era, me traería a su casa para no hacerme daño? No tenia claras las cosas, no sabía quien era este hombre y lo que era capaz de hacer, pero yo ya me comenzaba a sentir una mujer muerta.

—Clara déjame solo con esta señorita— la voz del tal Mauricio nos tomo por sorpresa a ambas, pero al final Clara me dejo sola con el hombre

—No soy la persona que buscas, no soy capaz de matar a Martina ni seré capaz de matar a otra persona, así que si lo unico que te queda es matarme, hazlo de una buena vez, me harías un favor— pronuncie en cuanto Clara salió

—Escucha Lucia ¿cómo se llama este niño que te vuelve loca?... ¡ah si! Si no haces lo que te pido el pequeño Emile va a pagar la consecuencias— se acerco a mi oído para susurrar— ¿te gustaría que un pequeño niño pague por tu cobardía?

No pude evitar llorar del terror, este hombre no se tentaría el corazón ante mi ni ante mi pequeño sobrino.

—¿Qué es lo que tengo que hacer?

—Así me gusta Lucia, que obedezcas— pronunció con su voz ronca mientras me quitaba un mechón de cabello de la cara —si tu me haces caso pequeña Lucia te juro que yo te voy a recompensar, nunca más tendrás que doblar turnos en la cafetería para poder pagar las cosas de tu familia— su respiración, su voz ronca y sus palabras me paralizaban.

—Yo te juro que haré lo que tu digas pero no toques a Emile, te lo suplico— dije con lagrimas en los ojos —te lo ruego, Mauricio no me importa que me mates o me pongas a trabajar de lo que sea pero te lo suplico si existe en ti un poco de bondad, de piedad o de lastima por mi, no le hagas nada, él es un pequeño

—Deja de llorar, escucha tu solo encárgate de hacer lo que yo te ordene y nadie, ni siquiera tú saldrán lastimados. ¿quién te dijo mi nombre?... déjame adivinar, fue Clara

—Si, pero no me dijo más— suspire— si voy a estar contigo necesito que me digas... ¿tú eres un traqueto?

—Luci hay tantas cosas que tu cabecita nunca va a comprender, quieres saber si soy un narcotraficante, soy peor... soy la pesadilla de muchos

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Hola preciosos, aquí el segundo capítulo, ¿qué les parece? Mauricio en galería
¿Qué les parecería que el siguiente capítulo sea narrado desde la perspectiva de Mauricio?

Capítulo escrito el día 27 de abril

Amarnos junto al peligro.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu