4. Una sensación extraña

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—Mauricio por favor— pronuncie entre lágrimas—te lo suplico no le hagas nada, por favor... por favor— me era imposible controlar el llanto —Mauricio te lo ruego, escúchame ¡Mauricio!— grite tan fuerte como pude

—Quítate de la puerta Lucia— hice lo que ordeno para que pudiera entrar a la habitación —ten— dijo entregándome unos jeans y una blusa gris para que pudiera cambiarme

—Y-yo no se de donde es que sacas la fuerza para asesinar a alguien y-yo no entiendo porque habiendo tantos sicarios me elegiste a mi para matarla, yo no quiero que toques a Emile, no quiero que toques ni un pelo, yo no soy una asesina, no sé, no puedo... tengo miedo de convertirme en algo que no soy, yo te juro que haré cualquier cosa que tú me pidas, pero no puedo asesinarla... no sin tener un sentimiento de culpa que me va a consumir poco a poco hasta matarme

—Lucia...— Mauricio me acerco a él tomándome por la cintura —sos una pelada tan terca, tan inteligente, tan bella que no te has dado cuenta de que esas son tus mejores armas— esta vez Mauricio me hizo quedar de espaldas a él, paso mis mechones de cabello tras mi oreja para susurrarme a la oreja izquierda haciéndome estremecer —todo fuera de esta habitación te puede encantar, dame la oportunidad de ser yo quien te guíe— esta vez Mauricio rozo sus labios por mi cuello haciéndome sentir cosas que nunca había sentido por nadie

—M-Mauricio

—¿Quiere que me detenga?— pregunto sin dejarme de besar el cuello —necesito que me digas Lucia, nunca te obligaría a estar conmigo sin tu consentimiento, ¿me detengo?— insistió

Mi cuerpo se sentía lleno de sensaciones tan extrañas que jamás había experimentado, no quería que Mauricio se detuviera, pero sabía perfectamente que esto no estaba bien, que este hombre era peligroso y cuanto más lejos de él, estaría mejor. El teléfono de Mauricio sonó obligándolo a parar, sé por su mirada que eso lo molesto porque salió de la habitación sin decirme nada. Me senté en la esquina de la cama y después de pensar un rato en lo que había pasado me cambie la toalla por la ropa que Mauricio me había dado.

Al salir, Mauricio dejó la puerta abierta así que aproveché para salir y poderle dar un vistazo a su enorme casa. El primer piso era bastante largo, a la derecha de mi habitación había una puerta de madera mucho más grande que la mía, así que supuse que esa era la alcoba principal, frente a mi habitación había unas escaleras de madera algo anchas que conducían a la planta baja, me decidí a bajar para conocer la casa en la cual estoy prisionera. La planta baja era más grande, muchísimo más grande, frente a las escaleras había una pequeña mesa con un florero repleto de rosas secas, del lado derecho estaba la sala de estar con sillones de color gris y cojines azul turquesa que hacían juego perfectamente, el ven tal de frente a la sala era enorme y dejaba ver el patio con su pasto verde y algunas flores de colores no tan llamativos, el comedor por el contrario, se encontraba del lado izquierdo, la mesa era de cristal y madera, tenía dos juegos de sillas con cojines azul marino y un sillón largo que se extendía de un solo lado de la mesa, camine a la cocina que estaba separada del comedor por una pequeña puerta de madera, todo era muy moderno, el refrigerador era gigante y tenía dispensador de agua, además de que se controlaba por medio de una pantalla táctil, esto era algo que me emocionaba porque jamás había visto cosas tan lindas, a un lado del refrigerador había repisas repletas de trastes, en frente una pequeña mesa de mármol donde supongo que Clara y algún otro empleado comían.

—Me espantaste Lucia— dijo Clara, parecía que estaba algo apurada buscando cosas en la cocina

—Salí de la habitación porque me sentía encerrada y algo sola... la casa es muy grande ¿aquí solo vive Mauricio? ¿O también vive su novia?— pregunte curiosa

—¿Su novia? Qué barbaridades dices pequeña, Mauricio no tiene ninguna novia y dudo que algún día la tenga porque con ese carácter tan horrible que se carga... mmm dudo que alguna mujer lo quiera

—Clara ¿puedo preguntarte algo?

—Ya lo estás haciendo niña— exclamó con dulzura

—-Bueno...— reí— otra cosa, ¿tú sabes por qué yo? ¿Por qué no otra persona?

—Mira corazón— Clara dejó lo que estaba haciendo y tomó asiento a un lado de mí en las bancas de la pequeña mesa —Mauricio es un hombre difícil y él ha pasado por cosas que ni tú ni yo nos imaginamos... se que sus acciones no son buenas, pero él no es alguien malo

—¿Es tu hijo?— me atreví a preguntar

—No— soltó una pequeña risa —si fuera mi hijo yo ya le hubiera soltado unos buenos golpes para que no te hiciera tanto

Aunque las palabras de Clara me parecían sinceras, las acciones de Mauricio me demostraban lo contrario. Por mi cabeza rondaban aún las dos posibilidades que tenía para salvar a Emile. El primer paso era encontrar mis cosas, el celular que supuse Mauricio me había quitado tenía el número de Martina, tenía que marcarle para advertirle y pedirle su ayuda.

—Clara, te tengo que dejar, aún hay muchos rincones de esta casa que quiero conocer— mentí y salí de la cocina

Subí las escaleras nuevamente y entré a la alcoba principal, sabía que era la habitación de Mauricio porque sentía su aroma por todos lados. Al centro se encontraba una cama grande con dos muebles pequeños a los lados, había dos puertas negras en su habitación, abrí la primera y me condució a un pasillo, a los lados había decenas de trajes, camisas, zapatos, un cajón lleno de relojes y otro más con corbatas; no podía negar que este hombre tenía muchísimo estilo y elegancia, salí y entré en la otra puerta, pero sabía que Mauricio no escondía aquí mi celular.

Dios. Pedirle ayuda a Martina sería mucho más difícil de lo que pensé. —Amiga solo espero que Dios se apiade de nosotras y que no pase nada que podamos lamentar— susurre para mi misma.




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¿Qué piensan de Mauricio?
Capítulo escrito el día 30 de abril

Amarnos junto al peligro.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant