Capítulo 80

2.9K 260 4
                                    

/Narra Derek/

Sentía frío en el cuerpo y estaba bastante incómodo. ¿Qué estaba pasando? Lo último que recordaba era que Dana y yo nos habíamos quedado dormidos en la cama. Bueno, en realidad, mi plan era que ella durmiera mientras yo la vigilaba y cuidaba de que no tuviera pesadillas para que descansara debidamente. Pero verla de vuelta por fin entre mis brazos me había dado tanta paz y tranquilidad que simplemente acabé cerrando los ojos yo también. Pero ahora me tocaba abrirlos para mirar a mi alrededor. Seguíamos en la habitación de Dana, con una amplia luminosidad entrando por el balcón, y no había otras respiraciones presentes en el cuarto que no fueran las nuestras. Confirmé que mis sentidos estaban al 100% para asegurarme de que no había silenciadores y tras eso, ya pude relajarme del todo. Levanté la cabeza y entonces me di cuenta de por qué estaba incómodo y con frío. 

Dana se había envuelto en el edredón como una croqueta hasta que no hubo nada que me cubriera a mí y, además, mi almohada había desaparecido. Tenía sospechas bastante fundadas de quién había sido la ladrona, pero no me importaba en absoluto, la verdad. Era la primera noche en mucho tiempo que no me despertaba durante la madrugada por su miedo e inquietante por las pesadillas. Pero hoy había dormido sin contratiempos y yo no podía sentirme más que feliz por esa noticia, vi que comenzó a mover sus pestañas y respiraba de otro modo. Posiblemente se estaba despertando. Mi primera intención era pedirle disculpas, por si había sido por mi causa que se hubiera despertado, pero tras ver un sospechoso bulto en la zona donde estaban sus rodillas, le acabé preguntando otra cosa. 

-Dana-llamé en un susurro. 

-¿Mmm?-respondió sin abrir los ojos. 

-¿Dónde está mi almohada?-ella frunció el ceño mientras la estaba observando y apretaba sus rodillas alrededor del blando objeto que no podía ser otro que mi almohada robada. Antes de contestar sacó su lengua para humedecerse los labios, lo que me despistó durante un momento de la conversación. 

-Tu almohada no existe. Son los padres-tras unos segundos con la boca abierta, comencé a reírme lo más silenciosamente que podía. Solo ella podría responder de ese modo. Cuando terminé de reírme caí en la cuenta de la última palabra que Dana había pronunciado. Padres. Íbamos a ser padres. Nosotros. Era tan increíble... Hacía un par de meses estaba completamente desesperada porque mi 25 cumpleaños se acercaba a pasos agigantados y yo aún no había encontrado a mi Mate y, ahora, después de tantos tropezones y encontronazos en nuestra relación, resulta que íbamos a tener un hijo. Era tan impactante que aún no había podido asimilar todo lo que eso significaba. 

Me acerqué a la espalda de Dana, pegando mi pecho a ella e introduciendo mi mano entre los pliegues del edredón. Tardé cerca de cinco minutos en conseguir atravesar las capas para poder llegar hasta ella, pero una vez que al fin lo conseguí, envolví su pequeña cintura con mi brazo y extendí la mano sobre su vientre. Ahí dentro estaba creciendo mi hijo. Apenas podía creérmelo aún. Iba a tener un hijo con Dana. Deseché las ideas que empezaron a abordarme de nuevo de lo malo que era el momento para tenerlo porque no podía olvidarme ni por un momento de que teníamos una guerra abierta tanto con Medianoche como con los Cazadores. Pero en este momento me daba igual. Ahora mismo sentía que podía enfrentarme a todos ellos y destruirlos con mis propias manos para así asegurar la seguridad y tranquilidad tanto de mi futuro hijo como de su madre. 

-Estoy deseando que nazca-susurré. Vi a Dana sonreír con dulzura antes de que entrelazara sus dedos con los míos sobre su aún plano vientre. Me acerqué a su cuello y le di un suave beso justo bajo el lóbulo de su oreja después de aspirar su dulce aroma a melocotones-. Ver su carita por primera vez y escuchar cómo me llama papi-al instante en el que escuchó eso la dulzura se congeló en la cara de Dana y la cambió por una de profundo desagrado. 

-Si es una niña no dejes que te llame nunca papi. 

-¿Por qué no?-me extrañé. 

-Esa palabra está demasiado sexualizada. Sería demasiado incómodo escuchar a mi propia hija llamarte así-explicó. Le iba a replicar cuando recordé todas las películas para adultos que había visto en mi vida y todas las veces en que había escuchado la palabra "papi" en contextos nada familiares en ellas. El desagrado me invadió al momento. Dana tenía razón. 

-¿Entonces cómo va a llamarme si es niña?-al escuchar mi pregunta frunció el ceño de nuevo al tiempo que buscaba una respuesta que no recordara a un argumento porno. 

-No sé. Mmm... ¿Bro?-una carcajada más ruidosa de lo que había sido mi intención salió de mi boca al imaginarme a mi propia hija llamarme de ese modo. Aunque, al momento paré cuando escuché que alguien llamaba a la puerta. Parecía que había alertado al que fuera que le había tocado vigilar que estábamos despiertos, pero tendría que explicarle que eso no significaba que pudiera molestarnos. Ignoré el sonido y simplemente me quedé abrazando a Dana un poco más, pero quien fuera que estaba al otro lado de la puerta no parecía tener intenciones de largarse sin antes exponer lo que había venido a decir. Así que con todas las pocas ganas del mundo, me levanté de la cama y fui a abrir. Estaba listo para echarle una buena charla a quien fuera que se hubiera atrevido a venir cuando estábamos tan a gusto, pero entonces llegó hasta mí un aroma muy conocido. Era Alcide. Maldije internamente. A él no podía echarlo tan fácilmente de aquí, primero porque no pertenecía a mi manada y la voz de mando no ejercía el más mínimo efecto sobre él, y segundo porque Dana siempre se había apoyado mucho en él y no iba a dejar de hacerlo ahora. Ni mucho menos iba a evitar que lo hiciera. Le proporcionaría a Dana todo lo que necesitara para que se pudiera recuperar lo mejor y más pronto posible. Así que sin muchos preámbulos abrí la puerta justo cuando Alcide tenía el brazo levantado para volver a llamar a la puerta. 

-¿Cómo está?-se le notaba la ansiedad y la preocupación que tenía por mi Mate lo que consiguió mucho mejor que cualquier pelea o discusión que mi irritación desapareciera. Le respondí con una sonrisa mientras me apartaba de la puerta para que pudiera verla con sus propios ojos. 

-Pregúntale tú mismo-entró si dudar en la habitación, con la alegría grabada en el rostro, el cual se congeló al ver cómo Dana, que se había incorporado en la cama para recibirlo se encogió de manera involuntaria. Alcide se detuvo y dio un par de pasos atrás. 

-Lo siento. Puede que sea mejor volver en otro momento-comentó al tiempo que se giraba. 

-¡No!-más que una exclamación fue un gruñido por parte de Dana debido a la ronquera que aún tenía presente en su voz. Carraspeó un poco para intentar mejorarla un poco y lo volvió a intentar-. No te vayas. Es solo que ha sido un poco repentino, pero no te vayas. Por favor-eso último lo dijo con un hilo de voz que me rompió el corazón, porque sabía que estaba reteniendo las lágrimas para no llorar frente a nosotros. Alcide se giró hacia ella con la conmoción grabada en su rostro mientras sus manos temblaban al intentar controlar sus emociones. Al ver eso, fui consciente de que este momento era solo de ellos y salí de la habitación en silencio. 

Mi Mate. Mi AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora