𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐

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Sukuna Ryomen podía ser un témpano de hielo con cualquier persona que quisiera entablar una conversación o siquiera solamente tocarlo con sus asquerosas manos, pero no sé sientan mal chicas(os), era duro hasta con su familia, para ellos tampoco era permitirlo posar sus ojos en él.

Ustedes no son dignos de apreciar mi bello rostro. —Había comentado en una ocasión en una cena familiar.

Porque sí, a pesar de ser tan duro como una roca y tan caliente como el mismo infierno, Sukuna era un egolatra de primera, pues sus acciones del pasado lo habían convertido en el tipo que era actualmente, como esa frase de «en dónde pongo el ojo, pongo la bala»  había sido creada para él, su buen físico lo llevó a colarse en las sábanas de preciosas señoritas de alta alcurnia y el poder de sus padres le hizo conseguir hasta la llave que abría todas las puertas de la ciudad, fue un crío demasiado malcriado en esa época.

Y todo chico de dinero y con un buen apellido era aceptado por la sociedad, en el Instituto Sukuna Ryomen era el rey, rodeado de popularidad y temido por los débiles le hizo creer aún más el control que tenía sobre todos esos probes idiotas, manejandolos a su antojo y lastimando a otros por cosas insignificantes; como por derramar agua en su jersey o no haberle cedido el asiento a la primera. Las fiestas, el sexo y los deportes eran lo de él y como había mencionado, a él lo habían coronado como rey y todo gobernante ofrece su palacio para organizar sus exclusivas e inolvidables fiestas . Oh sí, los primeros años en la preparatoria fueron una completa locura, jamás se metía en problemas y si lo hacía la solución era poner un fajo de billetes en el escritorio del director y hacer como si nada hubiera pasado. El dinero siempre solucionaba todo.

Hasta que en el mes de Noviembre llegó a su punto más frío, había jurado que aquel día jamás lo olvidaría. Nunca.

Por cada esquina del Instituto se rumoreaba la llegada de un nuevo estudiante, lo que le pareció estúpido ya que el semestre estaba apunto de finalizar, sin embargo, sus dos mejores amigos y él estaban de acuerdo en darle la gran bienvenida al pequeño alumno de primer año. Se levantaron decididos de sus asientos y recorrieron pasillo por pasillo sin ninguna prisa, Sukuna iba en el medio mientras que los otros dos se encontraban un paso atrás uno a cada lado de él, Aoi Todo; era un grandulón de gran musculatura, sus ojos eran pequeños y su cabello era largo, mayormente lo llevaba recogido en un rodete, lo que más le caracterizaba —además de su gran altura— era la cicatriz que llevaba en el lado izquierdo de su rostro, aunque aquella no era ningún impedimento para conseguir citas, se decía que a las chicas le parecía atractiva. Y Mahito, que a pesar de no ser tan intimidante como lo eran sus amigos, sabía defenderse y devolver los golpes con mucha más fuerza a su oponente, él era el primero en meter los puños en una pelea.

Llegaron al salón donde se suponía se encontraba el nuevo estudiante, que para su suerte el profesor asignado iba unos minutos retrasado, tenían que actuar rápido, no obstante al ver esas aburridas caras tan familiares decidió no perder más el tiempo y preguntar sobre su objetivo.

—¿Alguno de aquí sabe quién es el nuevo estudiante? —Su varonil voz provocó que los alumnos lo miraran sorprendidos, la mayoría reaccionó con temor; pues varios de ahí estaban al tanto sobre su historia en ese colegio, mientras que una que otra señorita fantaseaba con el atractivo pelirosa.

Un toque delicado en su hombro lo hizo estremecer aún así no volteó, más que enojado estaba confundido pues le había restregado a cada alumno que no podían tocarlo sin su consentimiento, ¿Qué acaso a nadie le había quedado claro o sólo querían desafiarlo? Aoi y Mahito estaban tan ensimismados coqueteando con las menores que descuidaron su única tarea: Cuidar la espalda del rey.  Asustados por la reacción de este, tenían pensado escapar antes de que girara por completo su cuerpo y así poder salir ilesos, pero fue demasiado tarde.

Lo bueno que primero acabaría con ese mocoso y luego seguirían ellos, tendrían tiempo para suplicar su perdón.

—Uhm, yo soy el nuevo. —Contestó con su dulce vocecita.

Sukuna preparó su puño y volteó rápidamente para estamparlo contra aquel imbécil que se había atrevido a tocarlo. Pero todo se fue a la mierda al momento en que sus ojos hicieron contacto, sintiendo ese click.

—Me llamo Megumi Fushiguro. —Le sonrió, y el corazón de Ryomen se paró. —Disculpa, ¿Para que me buscabas?

Desde aquel frío Noviembre, algo cálido nació en el interior de Sukuna.

Actualmente, el único digno para admirar su bello ser era su preciada joya, su amado Megumi, aquel chico de revoltoso cabello obscuro que ahora mismo se encontraba recargado en su desnudo y mojado pecho jugando con la espuma de la bañera

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Actualmente, el único digno para admirar su bello ser era su preciada joya, su amado Megumi, aquel chico de revoltoso cabello obscuro que ahora mismo se encontraba recargado en su desnudo y mojado pecho jugando con la espuma de la bañera.

Ryomen sonrió con ternura, a pesar de tener dieciocho años su pequeño —no tan pequeño— seguía comportándose en algunas ocasiones como todo un niñato. Al tenerlo de espaldas a él, se inclinó un poco para que sus labios alcanzaran la parte de su nuca, paseó la punta de su nariz por su cuello hasta bajar por la unión entre este y su hombro, el olor de su jabón lo traía loco. La dulce risa de Megumi no tardó en hacer acto de presencia, pues sabía que aquello le provocaban cosquillas.

—¿Cómo te fue en la escuela, cariño? —Inició a repartir cortos besos en la misma zona y cerró los ojos para disfrutar el bello momento.

—La verdad es que me fue genial. —Sonó entusiasta contagiandole una sonrisa a su pareja. —Y creo que al fin pude hacer un amigo.

—¿Un qué? —Su sonrisa se borró y el bello momento se rompió. —Pensé que Yuuji se había cambiado de-.

—No es Yuuji. —Lo interrumpió. Saber que el único chico que le había hablado en su llegada al colegio se había mudado al otro lado del país le dolía, con él había creado un lazo especial, era su mejor amigo después de todo. Megumi se apartó un poco para cambiar su posición y quedar frente a frente, Sukuna suspiró cuando esos ojitos que lo traían tan enamorado lo miraron con amor, lo tomó delicadamente de su cintura para atraerlo más él. —Un chico nuevo llegó hoy, su nombre es Yuta y no sé, creo que tenemos una conexión.

—¡¿Una conexión?! —Se exaltó, miró hacia el blanco techo y respiró profundamente para calmar su molestia. Maldición, no conozco al tal Yuta y ya me cae de la mierda.

Me refiero a una amistad, Sukuna. —Le dió un corto beso en los labios para calmarlo, cosa que logró en unos segundos. —Ahora que Yuuji y tú no están en la escuela me siento solo, ¿Sabes? Y Yuta es muy simpático, me cae bien.

—¿O sea que ya hablaste con él? —Preguntó a regañadientes.

—¡Sí, se sentó conmigo hoy! Hacía mucho que nadie lo hacía.

Su bebé se veía feliz con ese nuevo compañerito suyo, desde la partida de Yuuji, hacia mucho que no sonreía de esa manera. Bueno, le daría una oportunidad al tal Yuta.

—Bien, hablas mucho de él pero hoy estás conmigo. —Lo acorraló e inició a besar su cuello con pasión, los jadeos del menor no tardaron en escucharse. —Te necesito tanto ahora, cariño mío.

Salió de la bañera y cargó a Megumi, quien aprovechó para rodear con sus delgadas piernas la cintura del pelirosa y sin dejar de besarse, Sukuna caminó por el alfombrado suelo hasta llegar a su habitación.

Tal vez otro día tendría tiempo de darle una visita a ese tal Yuta y ver las intenciones que tenía sobre su preciado novio, pero por el momento disfrutaría con lentitud las súplicas de su pequeño.

—S-Sukuna, m-más.

𝐏𝐎𝐒𝐄𝐒𝐈𝐕𝐎; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊Where stories live. Discover now