𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟕

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—Eso no tiene porqué importarte. —Demandó con seriedad.

Sin hacerle más caso, se levantó como pudo de la silla, ahogando algunos quejidos y reteniendo con esfuerzo un par de lágrimas que luchaban por salir cada que se movía o respiraba. Yu, al ver el trabajo que le costaba, quiso auxiliarlo, pero al poner un pie enfrente se llevó una severa mirada que le decía que no se le ocurriera acercarse. Bastante tenía con haber perdido la mayoría de su orgullo en la solitaria avenida, no quería gastar lo poco que le quedaba en aquella mirada de lástima.

Cuando por fin pudo estar de pie, comentó:

—Ahora, si me disculpas. —A pasos lentos se dirigió hacia la salida. —Necesito buscar a Megumi.

El joven estudiante lo miró sorprendido, pero su amigo no hizo caso y siguió su camino. No podía comprenderle, Yu sabía que el culpable de su deplorable estado era un simple tío de cabellos rosas, otro cuento no se tragaba, y aunque le costara andar, respirar y mover la boca hasta para responder un sí, este aún seguía empeñado en pasar tiempo con Fushiguro.

—Yuta, entiendelo. —Habló agotado, cansado de repetirle un millar de veces lo mismo. —Aunque suene cruel tienes que quitarte esa maldita venda de los ojos. Megumi está enamorado de Sukuna y viceversa, así busques más información aparte de la mía no lograrás nada. —Hizo una pequeña pausa. —Sólo vas a lastimar a Megumi.

Su amigo no dió su brazo a torcer. —Eso no ocurrirá, ¡Al contrario, lo salvaré de ese vago! Y al final me lo agradecerá.

Se quieren. —Utilizó su última carta. A pesar de ser una estrategia para apartarlo, Yu tenía muy en claro el amor que Fushiguro sentía por el de iris carmín, los había visto compartir besos, sonrisas y aquellas miradas que Ryomen le lanzaba al menor cuando este se distraía... Por dios, él quería vivir algo así, soñaba con un momento como ese. Por no decir que, en los pocos días que compartió conversaciones con Megumi, este siempre le mencionaba lo colado que estaba por el vago (como diría Yuta).

En su momento, Sukuna Ryomen fue un idiota despiadado que te hacía la vida imposible aún si no te conocía, aún si no lo merecías. Él era una fría noche y Megumi un cálido sol que te deslumbraba con una de sus tiernas sonrisas. Sukuna era la tenebrosa obscuridad que se quería quedar estancada en la maldad, pero Megumi fue su luz, la que le hizo recapacitar de todo el mal que estaba cometiendo a seres inocentes. Aquel ángel de ojos azules fue la salvación de muchos, pero sobre todo, la de Sukuna; curando las heridas que el pasado le había hecho y por eso se encontraba más que agradecido. Megumi era el ángel que ayudaba a todo el mundo y Ryomen era el protector del inocente ser.

Eran una linda historia de romance que apenas daba frutos, que pronto llegaría a su fin sino hacía recapacitar al terco azabache.

Sin embargo, Yuta se quedó estático con sus dedos rozando la perilla al oír aquella frase, taladró en sus oídos y terminó en su corazón causándole un amargo dolor. Apretó los puños hasta que quedaran pálidos ante la presión, no a gusto con la confesión, ahora pudo revivir lo que Sukuna sintió cuando le dijo que lo quería para algo serio, más tarde tenía que decirle que comprendía su molestia. Giró únicamente su cabeza quedando de perfil, presumiéndole a Yu la marca que se había ganado cerca de su boca por no saber acatar una orden.

—Entonces, ¿Me estás dando a entender que lo ceda?

Yu lanzó una risa sarcástica hacia el techo.

—¡Por dios, tan sólo escuchate! —La escandalosa risa le estaba colmando la paciencia, Yu se limpió con su índice una lágrima que amenazaba con desbordarse. —Megumi nunca ha sido tuyo, tampoco de Sukuna. —Habló más serio, se cruzó de brazos y negó varias veces con la cabeza mientras suspiraba con pesadez. —Ambos están mal si lo ven como un objeto al cual poseer, como si fuera el único muñeco en el estante y ustedes dos críos peleándose por él. —Volvió a repetir el gesto a la vez que caminaba hacia el mudo chico que seguía en la misma posición, con delicadeza tocó su hombro; como consuelo por lo siguiente: —Y si ese fuera el caso, Yuta, lamento decirte que Megumi ya escogió a su crío.

El espacio suficiente que había entre Yuta y la puerta fue lo necesario para que pudiera salir sin problemas, lo dejó con la palabra en la boca, si es que tenía algo que responderle, pues en ese momento su mente se había quedado en blanco como para formular alguna frase congruente para hacerle saber que la plática aún no terminaba.

Muy en el fondo sabía que tenía razón, por nada en el mundo Megumi terminaría con el pelirosa y este jamás terminaría con él, se quieren. Las inseguridades se manifestaron y amenazaban con comérselo vivo si es que no pensaba en otra cosa que no fuera la pareja. Se tragó los sentimientos desfavorables que iniciaban a almacenarse y, después de los cinco minutos que ocupó para apaciguar su interior, salió como si aquella conversación no hubiera pasado.

Recorrió los pasillos con dificultad, sentía que tardaba una eternidad en llegar a la planta baja del Instituto; necesitaba llegar con la enfermera y que le diera alguna pastilla para calmar el dolor, después de bajar escalón por escalón, descansando mínimo tres minutos en cada uno, llegó a su destino. Le pareció raro no ver a los alumnos merodear por los corredores pues al ver la hora en su reloj no hacía mucho había iniciado la hora del descanso.

Con lo poco que podía moverse, le faltaba bastante para llegar al consultorio de la escuela, no aguantó más y se apoyó en la pared a su diestra, cerró los ojos y respiró lentamente, sacando el aire por la boca. Sintió las punzadas recordando a Sukuna, la advertencia y lo peor que lo dejaría sino aceptaba la orden de alejarse de Fushiguro.

Por un momento pensó que sería lo mejor, tal vez el dolor lo hacía delirar y pensar en cosas que en su sano juicio no diría en voz alta, pero ahí estaba, considerando pedir el cambio a otro colegio, inventarle alguna excusa barata al director para que le dejara libre sin tantas preguntas respecto a su decisión, tal vez si era una buena idea, así ya no tendría que probar los puños de Ryomen, ni se sentiría como en el infierno.

—¿Yuta?

Pero así como la idea llegó se esfumó de su cabeza al oír la dulce melodía de su querida distracción, abrió los ojos de golpe y los movió en la dirección de donde provenía su vocecita.

Megumi estaba a dos metros frente a él, mirándolo con preocupación y alterandose un poco más cuando dio un vistazo en la resaltante mancha violeta.

—¡¿Qué te pasó?! ¿Te sientes bien? ¿Te llevo a la enfermería? —Un Megumi preocupado por él le daba cien años más de vida.

No quería que Yu se acercara a él para ayudarlo, pero con Fushiguro exageró hasta las muecas de dolor cuando tocó con sus delicadas manos la zona de su rostro, acercándose un poco más para inspeccionar el golpe. Se puso nervioso.

—No te preocupes, Megumi, vengo de la enfermería. —Le dedicó una tierna sonrisa. —Por favor, mejor vayamos a otro lugar, necesito descansar, el estar de pie me está matando.

La inocencia del menor lo llevó a cumplir la petición de Yuta, como pudo lo guió hasta una estancia donde pudiera descansar y Yuta, al estar cerca de su cuerpo, aprovechó la calidez de este, apoyándose un poco más en él.

En su interior, una ancha sonrisa se formaba.

𝐏𝐎𝐒𝐄𝐒𝐈𝐕𝐎; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊Where stories live. Discover now