𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟑

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Estaba pasmado, estático, igual que una escultura de mármol humana con varios sentimientos de pormedio papaloteando en su interior.

Pensó que, a lo mejor, esa noche se había detenido en algún bar de mala muerte y bebió hasta quedarse dormido, que aquella escena que tanto hizo emocionar a su loco corazón se trataba de un producto creado por sus sueños.

Poco le duró aquel pensar cuando, con disimulo, se pellizcó la muñeca, imaginando que sólo así se esfumaría esa ilusión, no obstante, se permitió exhalar todo ese aire que no sabía que retenía al sentir el aferrado agarre del menor alrededor de su cintura; demostrándose que Megumi era real y que no estaba delirando.

No hubo astibo de duda cuando tomó la decisión de colocar sus manos sobre las más pequeñas, el contacto de piel contra piel logró hacer que su mundo, aquel que hace meses se había derrumbado dejándolo caer en una cruda depresión, renacía nuevamente. Se atrevió a entrelazar sus dedos, gesto que provocó que la calidez se abriera paso ante el clima gélido, enviándoles al mismo tiempo una ligera descarga para unirlos como en aquellos días que se frecuentaban.

Sin deshacer el agarre de sus manos, Sukuna dió media vuelta para quedar frente a frente, pues no soportaba ni un segundo más sin poder apreciar ese rostro que el aliento le robaba. Fue ahí cuando el fuego y el mar cruzaron miradas, misma que teletransportó a Ryomen al pasado, mandándolo al día en el que conoció a Megumi Fushiguro por primera vez y quedó atrapado por sus ojos hilarantes.

En su época de casanova, jamás imaginó que ese niño nuevo, con tan sólo un pestañeao, lo tendría suspirando como a un bobo enamorado.

Desgraciadamente así lo decidió el destino, era un bobo y seguía perdidamente enamorado.

Permanecieron en aquella posición por un rato más, la única diferencia fue que, sin romper el contacto visual, Megumi acortó la distancia para volver a estrecharlo entre sus delgados brazos, y Sukuna simplemente se dejó disfrutar del abrazo hasta que la lluvia cesó por completo.

Ninguno se atrevió a comentar algo de lo sucedido, expresar sus sentimientos, no querían romper el agradable ambiente que se había formado a su alrededor. La valentía tomó posición del cuerpo de Megumi, quien le dió las fuerzas suficientes para abrir su boca y dejar salir alguna frase, pero Sukuna, temiendo lo peor posó con delicadeza sus manos en las mejillas del menor, logrando que la cerrara por su repentino toque y que sus sentidos se pusieran en alerta al notar como sus rostros se acercaban hasta que sus respiraciones se mezclaron y se convirtieran en una misma.

Sin embargo, el pelirosa se detuvo a centímetros de su boca, permitiéndose observar cada detalle de su inmaculado rostro, lo conocía a la perfección, pero esta era una ocasión única y sólo quería verlo así de cerca, porque no sabía cuando iba a tener otra oportunidad igual a esta.

—Yo también te extrañé mucho, Megumi... —Comentó con voz grave, con la punta de sus narices rozándose, el azabache sintió un leve temblor en sus piernas, aferrándose más a su espalda. —Demasiado. —Y lo besó.

Fue dulce y cariñoso, lento, nada comparado al salvajismo que estaba acostumbrado, con él quería transmitirle toda clase de sentimientos, expresarle lo mucho que lo había necesitado durante ese tiempo.

Minutos después se separaron por la falta de aire, Megumi recargó su frente en el pecho contrario, tratando de calmar su inestable respiración, a la par mordía su labio inferior para reprimir lo que llevaba atorado en la punta de la lengua desde que admitió que lo extrañaba, sin bien había desechado la idea con pesar, ya que el pelirosa se quedó mudo cuando lo detuvo, pensando cruelmente que vivía mejor sin su presencia; pero su confesión seguida del beso fue el detonante perfecto para decirle que lo sentía al haber tomado la egoísta decisión de romper su relación.

𝐏𝐎𝐒𝐄𝐒𝐈𝐕𝐎; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora