ESPECIAL 1 MILLÓN: El tres de la suerte.

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N/A: Este extra muestra la ocasión en que Leah le confesó a Alexander su embarazo, luego de tres años de matrimonio. ¡Disfruten!

(Leah)

—Eso es absurdo. Y ridículo.

—¿Y por qué no te ríes si es tan absurdo?—se quejó Edith.

Le dediqué una mirada de muerte.

—¿Por qué lo haría?

—Porque lo absurdo te hace reír, no querer matar a los demás—me miró de los pies a la cabeza entonces.— Aunque tratándose de ti, yo más bien diría que ambas cosas van de la mano.

—Ja, ja. Muy graciosa—giramos en otro pasillo, sus altos Jimmy Choo repiqueteando a medida que continuaba descartando artículos de bebés con una mueca de desagrado.

—Solo toma uno y larguémonos de aquí, estás desperdiciando nuestro día juntas.

Ella bufó, jugando con una sonaja.

—¿Y de quién es la culpa? ¿Acaso yo desperté a la una de la tarde?—me lanzó una mirada de reproche que esquivé con éxito.

Puse los ojos en blanco, evitando encararla y concentrándome en los baberos con estampados tontos.

—Me siento cansada de lo normal estos días. Quizás estoy enferma.

—Pero de la cabeza.

—¡Edith!

Soltó una risita.

—Todos sabemos cómo se llama esa enfermedad que te tiene tan cansada y te mantiene tanto tiempo en cama—enfatizó.

Levanté el mentón, desafiándola a continuar con sus estupideces y como siempre, no me decepcionó.

—Empieza con pene y termina con de Alexander. Es el nombre común, porque el científico sería algo así como penitis agudit...

Abrí la boca por su descaro y le lancé una almohada en forma de pez, mi cara sintiéndose caliente cuando otra mujer de mediana edad que caminaba por el pasillo me dedicó una mirada turbada.

—¿Podrías comportarte? Harás que nos saquen de aquí.

Frunció el ceño, molesta.

—Relájate un poco, abuela. Las rebajas para las de ochenta no comienzan aún.

Fue mi turno de reír, mis dedos acariciando el pequeño babero con el meloso estampado de una cigüeña.

—¿Lo estás sintiendo?—inquirió de pronto a mi lado, haciéndome respingar.

—¿El instinto maternal?

—No idiota, el dolor de estómago. Creo que esos burritos no eran tan increíbles como pensé—se puso una mano sobre el estómago, su cara compungiéndose en una mueca de malestar.

—Yo no comí burritos.

—Qué buena suerte tiene la gente mala.

Le di un empujón en el hombro, pero no perdió su buen humor.

—¿Le regalarás eso a mi hermana?—señaló el babero que tenía entre los dedos y lo solté enseguida.

—No. Sí—enarcó una ceja, confundida.— No lo sé, es algo muy sencillo.

Hizo una seña para restarle importancia.

—Mis padres están sobre las nubes con eso del embarazo—sus facciones se suavizaron.— Pensaban que nunca serían abuelos.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora