Capítulo 58: Punto de quiebre.

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Alexander

Contemplé su puerta por mero hábito.

Había perdido la cuenta de las veces que mitigué el impulso de entrar a su oficina bajo la excusa de afinar algún punto financiero, comercial o logístico, sólo para recordarle mi existencia; sólo para escucharla o verla.

Los verdaderos placeres de nuestra humanidad eran simples cuando se reducían a esa persona.

Deseché el pensamiento como había hecho todas las demás veces anteriores y continué caminando hasta salir del edificio, ajustando la gabardina sobre mi espalda para conservar el calor.

Ignoré la nieve que contrastaba con la tela negra y se acumulaba contra mis hombros mientras más andaba  por las calles en el gélido clima de Washington. Siempre empeoraba durante la víspera de Navidad.

Evité una delgada capa de hielo en la acera, manchada con nieve vieja y huellas de los demás transeúntes que se arriesgaban a salir en el frío glacial. Algunos bufaban o daban manotazos cerca de su cara para alejar la nieve ligera que se precipitaba sobre ellos y sus compras de último minuto.

Cada local, comercio y edificio estaba decorado con algo mínimamente alusivo a la festividad, no importaba que fuera algo nimio como luces colgando del techo o algo exuberante, como un maldito árbol de cuatro metros que no tenía idea de cómo habían logrado meter en un local tan minúsculo; por donde mirase había algo verde o rojo para lucir acorde a la temporada.

Arrugué la nariz en un intento por desaparecer la sensación de entumecimiento que provocaba el frío y aceleré el paso hasta llegar al restaurante que me había hecho adepto las últimas tres semanas.

Recibí de buena gana el aire cálido que me asaltó apenas entré, retirándome la gabardina al localizar la mesa de siempre, junto al enorme ventanal que ofrecía una vista de todas las personas que iban y venían frenéticas por la acera, sin detenerse.

Una semana más y se cumpliría un mes desde mi regreso a Washington.

El tiempo era un hijo de puta.

Dudaba quedarme hasta concluir el mes. No tenía caso hacerlo ahora que Leah había esclarecido nuestra insalvable situación.

Se casaría con Montague más temprano que tarde y no tenía intención alguna de quedarme a contemplar algo así.

Había transcurrido una semana desde nuestro incidente en el almacén de abrigos del complejo de los Masterson. Desde entonces había cumplido con mi promesa al pie de la letra.

La evitaba de forma casi profesional. No habíamos intercambiado palabra desde entonces y se sentía extraño estar tan cerca de Leah sin tener interacción alguna con ella.

Se había convertido en una constante en mi vida de cierta manera, la posibilidad que permanecía latente de recuperarla, recuperar lo nuestro y enmendarlo.

Ahora no era ni siquiera una probabilidad.

Parecía lejano, utópico e idílico todo lo que habíamos vivido juntos. Como un sueño lleno de cosas imaginarias e inconexas que lo convertían en algo imposible de suceder.

¿Realmente habíamos sido así de felices en algún punto de nuestra vida? Parecía un producto de mi imaginación en ese momento. Había demasiados años entre nosotros; los muros habían sido construidos, las puertas aseguradas y las ventanas cerradas.

Leah se había vuelto una fortaleza inexpugnable para mí.

Debía ser su forma de lidiar con todo lo que le había sucedido. Quizás era el mecanismo que utilizaba para sellarse a cualquier cosa que le recordase esos traumáticos eventos, incluyéndome a mí. No dudaba que yo fuese uno de sus recuerdos más amargos e intrínsecos. Siempre actuaba inquieta en mi presencia, tan nerviosa y ansiosa que parecía al borde del quiebre.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora