Capítulo 2: La calma antes de la tormenta.

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Alexander

Había sido un largo, duro y agonizante día.

La ciudad era plenamente conocida por sus calientes veranos y yo había elegido—en mi infinita estupidez— usar un sofocante traje de William Fioravanti para acompañar a mis padres en la fiesta que los McCartney organizaban cada año con fines altruistas.

Tamborileé inconscientemente el volante mientras esperaba que la luz del semáforo cambiara a verde y me pasé una mano por el cabello intentando arreglarlo. A esas alturas ya debía ser un desastre, pero no podía importarme menos. Nadie se fijaría en mi cabello en una fiesta de universitarios ebrios.

Esas eran verdaderas fiestas. No podía esperar a ver qué juego estúpido estarían planeando Ethan y los demás para pasar el rato y embriagarnos hasta los huevos. Podía decir con certeza que aquella era mi parte favorita.

Después de las incesantes miradas gélidas que mi madre y la señora McCartney se lanzaban en el salón cada que tenían una oportunidad y la incomodidad que se cernía en la estancia cada vez que estaban los cuatro juntos, lo único que deseaba era que dieran las doce; ni siquiera la Cenicienta corrió tan rápido como yo para salir de ahí.

En verdad, estaba seguro que en algún momento se lanzarían veneno una a la otra.

Nunca había entendido a qué se debía tanto desdén por ambas partes, pero tampoco era algo que me quitara el sueño por las noches. Me resultaba infantil incluso, cómo siendo los personajes que eran y la relevancia social que tenían, siguieran comportándose tan fríamente con el otro sin razón aparente.

De cualquier manera, había cumplido con el trato que le había hecho a mi madre: no insistiría más con que viviera con ella en tanto yo asistiera a sus fiestas y eventos sociales, presentándonos como la perfecta familia que de ninguna manera éramos.

No era mi solución ideal para mantenerla alejada de mí pero era algo. Mientras ambos cumpliéramos con el trato, todo sería perfecto.

Seguí mi camino por la avenida, con el vocalista de Arctic Monkeys cantando rítmicamente Arabella.

Tal vez ese día no estaría completamente perdido. Quizás, si llegaba a tiempo, podría contemplar cómo Matthew bebía en un tiempo récord y después terminaba inconsciente sentado en el escusado; y, si tenía un poco más de suerte, la noche podría tornarse exquisitamente mejor.

¥

Estaba completamente ebrio.

Los chicos no dejaban de gritar y yo sentía mi cabeza a punto de explotar.

Vagamente miré la camiseta que mi madre me había regalado—según ella le había costado una fortuna— y noté que estaba manchada con algo que parecía ponche pero que olía a vómito.

Alguien cayó al piso con el trasero pegando contra la madera y una carcajada emergió desde mi garganta.

Ethan me tomó del cabello y jaló de mi cabeza violentamente hacia atrás para que tomara directamente de la botella de tequila que compartíamos y, como el buen amigo que era, bebí como un campeón hasta que la quemazón en mi garganta no me permitió ingerir más.

La estancia se sentía endemoniadamente caliente y había un mar de personas que no paraban de moverse y bailar al son de una música discordante que parecía una mala mezcla de electrónica y trap.

Si eso era el infierno, con un carajo, ahí quería quedarme.

En mi cabeza, nadie hacía mejores pasos que yo y era el rey de la fiesta, pero sabía que era otro ebrio más que no podía mantenerse erguido; la sensación era perfecta.

Irresistible Error. [+18] ✔(PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora