La magia siempre ha jugado un papel intrincado en la vida de Harry Potter. Es el Niño-que-Vivió, un título que ronda su cabeza desde que tenía un año, marcado por una cicatriz en forma de rayo. Se entera de que un mago oscuro lo eligió como objetivo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A pesar de ser un lunes por la mañana, el restaurante Nepenthe estaba lleno. Familias, amigos y visitantes se habían reunido para participar en los últimos especiales de brunch, desde huevos benedictinos al estilo del prosciutto, hasta panqueques delicadamente espolvoreados con un poco de queso ricotta. Desde donde estaba sentado en su propia mesita, Harry pudo ver a la distancia la ligera molestia en el rostro de su madre. Ella intentaba disimularlo con una sonrisa, y aunque tenía engañados a los demás, Harry podía percibirlo. No estaba molesta por sus clientes en absoluto, sino por la idea del brunch en cierto modo.
Demasiado a menudo, había oído que el brunch no era gran cosa en Italia, al menos, donde ella había crecido y desde que abrió su restaurante, parecía ser la comida más popular después de la cena. Su padre le había dicho que, en realidad, lo que se clasificaba como brunch era la hora de comer, no tanto el menú, pero Renata no se lo creía ni un poco. En su lugar, decidió idear un menú de brunch que mezclara las especialidades del desayuno y la comida.
Mientras observaba su expresión desde la distancia, fue sorprendido a los pocos segundos cuando Renata giró la cabeza y le vio. Inmediatamente, sus rasgos faciales se suavizaron y le ofreció una sonrisa genuina. Normalmente, se acercaba a ver cómo estaba cada pocos minutos, pero esa mañana la había mantenido ocupada y alejada.
Pero a Harry no le importaba, después de todo, estaba acostumbrado a pasar las mañanas en el restaurante. Mientras el resto de su familia disfrutaba durmiendo hasta tarde la mayoría de las mañanas, Harry siempre se levantaba temprano con su madre y ella siempre lo invitaba a acompañarlo si lo deseaba. Pero esa mañana en particular, también estaba esperando una compañía propia.
Antes, había recibido una lechuza de uno de sus mejores amigos, Huxley Lupin, que decía tener una noticia emocionante que compartir. Dijo que se pasaría por el restaurante a más tardar al mediodía, que sólo faltaban quince minutos. Mientras tanto, Harry intentaba averiguar cuál era la emocionante noticia que Huxley quería compartir, y se le ocurrían varias conjeturas, pero todas sonaban terriblemente tontas.
De repente, justo cuando Harry estaba a punto de levantarse y dirigirse al baño, la puerta del restaurante se abrió de golpe, sobresaltando a la mayoría de los comensales. Harry lo vio enseguida, Huxley corrió antes de detenerse en seco y mirar a su alrededor. Su padre, uno de los mejores amigos del padre de Harry, Remus, llegó a la puerta, lanzando una mirada de disculpa en dirección a todos.
-¡Harry!- exclamó Huxley una vez que lo vio antes de correr hacia él -¡Harry, no lo vas a creer!
Golpeó varios papeles sobre la mesa justo antes de pasarse las manos por el pelo castaño para que no le tapara los ojos. Estaba un poco agotado, probablemente por haber estado corriendo toda la mañana, pero eso no impidió que se le dibujara una amplia sonrisa en la cara.
-¡Bueno, vamos, échale un vistazo!
Conteniendo una carcajada, Harry se mordió la lengua antes de tomar los trozos de papel en sus manos y echarle un vistazo. Le bastaron las primeras líneas para ver exactamente de qué se trataba.
