dieciocho

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Percy Jackson.

Grover se prueba un vestido de novia y jugamos un partido de balón prisionero con unos caníbales. Que gran comienzo.

Mi pesadilla empezaba así:

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Mi pesadilla empezaba así:

Estaba en una calle desierta de un pueblecito de la costa, en mitad de la noche, y se había desatado un temporal. El viento y la lluvia azotaban las palmeras de la acera.

Una serie de edificios rosa y amarillo, con las ventanas protegidas con tablones, se alineaban a lo largo de la calle. A sólo una manzana, más allá de un seto de hibisco, el océano se agitaba con estruendo.

«Florida», pensé, aunque no estaba muy seguro de cómo lo sabía. Nunca había estado en Florida.

Luego oí un golpeteo de pezuñas sobre el pavimento. Me di la vuelta y vi a mi amigo Grover corriendo para salvar el pellejo.

Sí, he dicho «pezuñas».

Grover es un sátiro. De cintura para arriba, parece el típico adolescente desgarbado con una pelusilla de chivo y un serio problema de acné. Camina con una extraña cojera, pero nunca adivinarías que hay algo en él que no es humano, a menos que lo sorprendieras sin pantalones (cosa que no te recomiendo). Unos tejanos holgados y unos zapatos con relleno disimulan el hecho de que tiene pezuñas y unos peludos cuartos traseros.

Grover había sido mi mejor amigo en sexto curso y había participado conmigo y con dos chicos llamados Damian y Annabeth en nuestra aventura para salvar el mundo. Pero no lo había visto desde el mes de julio, cuando emprendió solo una peligrosa búsqueda de la que ningún sátiro había regresado vivo.

El caso es que, en mi sueño, Grover venía huyendo con la cola entre las patas y los zapatos en las manos, como hace siempre que necesita moverse deprisa.

Pasó al galope frente a las tiendas para turistas y los locales de alquiler de tablas de surf, mientras el viento doblaba las palmeras casi hasta el suelo.

Grover estaba aterrorizado por algo que había dejado atrás.

Debía de venir de la playa, porque tenía el pelaje cubierto de arena húmeda. Había conseguido escapar y ahora trataba de alejarse de algo.

Un rugido estremecedor resonó por encima del fragor de la tormenta. Detrás de Grover, en el otro extremo de la manzana, surgió una figura indefinida que aplastó una farola, que acabó estallando en una lluvia de chispas.

Grover dio un traspié y gimió de puro terror mientras murmuraba: «Tengo que escapar. ¡Tengo que avisarles!».

Yo no lograba distinguir quién o qué lo perseguía, pero oía a aquella cosa refunfuñar y soltar maldiciones. El suelo temblaba a medida que se aproximaba.

OCEAN EYES ¹, percy jacksonWhere stories live. Discover now