treinta y cuatro

1.1K 183 54
                                    

Damian Bennett

No sé que pasó por mi cabeza, pero una bala no fué.

¿Saben? Sentía un sentimiento de dicha y a la vez un odio interminable de querer matar al que se cruzara en mi camino

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

¿Saben? Sentía un sentimiento de dicha y a la vez un odio interminable de querer matar al que se cruzara en mi camino.

Por fin, luego de tanto tiempo, había encontrado a mi padre. Por supuesto que me puse a llorar, podré ser un maldito niño hiperactivo y con problemas de dislexia, pero tengo corazón y el encontrar a mi padre, me puso sentimental. Sí, no tenía buen aspecto y parecía un moribundo, pero lo más importante es que estaba a salvo, estaba a mi lado, estaba conmigo.

Luego me encargaría de resolver las cosas con mi padre, pero antes, debía patearle el trasero a Luke Castellan. Desde que el Vellocino me curó con su magia, me sentía enérgico y con más ganas de blandir mi espada que nunca.

Los osos gemelos nos subieron a bordo del Princesa Andrómeda y nos llevaron a la cubierta de popa, frente a aquella piscina con surtidores que rociaban agua. Sí, mi padre tambien iba conmigo, y parecía mas asustado que mis amigos y yo. Una docena de matones variados —reptiles, lestrigones, semidioses con armadura— se había reunido para brindarnos su «hospitalidad».

—Bueno —musitó Luke—. El vellocino. ¿Dónde está?

Nos examinó con atención. Pinchó a Percy por la camisa con la punta de su espada. Se asomó a los vaqueros de Grover.

—¡Eh!—protestó él—. ¡Eso es pelo de cabra natural!

—Perdona, viejo amigo —dijo Luke con una sonrisa—. Tú dame el vellocino y yo permitiré que reanudes la búsqueda que habías emprendido.

—¡Ja! —dijo Grover—. Con que «viejo amigo», ¿eh?

—Quizá no me has oído. —La voz de Luke sonaba peligrosamente tranquila—. ¿Dónde... está... el vellocino?

—Aquí no —dije. Seguramente no tendría que habérselo dicho, pero resultaba agradable soltarle la verdad en la cara—. Lo hemos enviado por delante. Esta vez la has pifiado, «amigo».

Luke entornó los ojos.

—Mientes. No puedes haber... —Se sonrojó repentinamente ante la espantosa posibilidad que se le estaba ocurriendo—. ¿Clarisse?

Asentí.

—¿Le han confiado...? ¿Le han dado...?

—Así es.

—¡Agrius!

El oso gigante retrocedió.

—¿Ssí?

—Baja y prepara mi corcel. Súbelo a cubierta. Tengo que irme volando al aeropuerto. ¡Rápido!

—Pero, jefe...

OCEAN EYES ¹, percy jacksonWhere stories live. Discover now