Compass Rose

450 59 30
                                    

Volteó para encontrarse, una vez más, con José Luis Navarrete. 

—Maldigo el momento en el que decidí venir a este crucero. —dijo entre dientes. 

El empresario soltó una carcajada. 

Molestar a Altagracia se estaba convirtiendo en su pasatiempos favorito.

—¿Tanto te molesta mi presencia? —preguntó.

—Me molesta que no puedo estar un minuto tranquila sin que aparezcas a mis espaldas.

José Luis la miró. Sólo hizo eso... Mirarla.

—¡¿Qué demonios miras?! —cuestionó la empresaria, alterada.

«No voy a aguantar esto», se dijo a sí misma. 

Suspiró exasperadamente y, decidida a irse, pasó por al lado de aquel hombre tan irritante pero Navarrete la tomó por la cintura e hizo que volteara para quedar frente a frente.

—¿No dijiste que no intentarías nada? —preguntó, repentinamente nerviosa.

—No lo hago, solo estoy esperando una respuesta. —le respondió el moreno, soltándola. —Aunque sea una negativa. —agregó.

Altagracia lo miró, dudando si aceptar o no. Sabía que se refería a la invitación a cenar que le había enviado junto con el cóctel, así como también tenía claro que José Luis continuaría insistiendo hasta que ella dijera que sí.

 Ya le había demostrado los últimos dos días lo persistente que podía llegar a ser para conseguir su atención.

«Vamos, Altagracia. Sabes que te mueres de ganas», dijo para sus adentros. 

Y sí, de hecho sí quería aceptar esa invitación. Es que, aunque le costara admitirlo, le estaba gustando bastante ese juego.

Eran como el gato y el ratón. José Luis la perseguía, buscaba cazarla y ella, gustosa, corría de él.

«¿Pero qué demonios son estos pensamientos, Sandoval?», se reprochó.

—De acuerdo, Navarrete. —accedió. —Cenaré contigo.

No pudo evitar reír al ver la enorme sonrisa que nació en el rostro del empresario al escucharla.

—Me acabas de hacer tan feliz que podría besarte ahora mismo. —dijo José Luis.

—Estás jugando con fuego, imbécil. No hagas que me arrepienta. —respondió ella, ahora seria.

Fue el moreno quien rió ésta vez.

—¿Segura? ¿Ni un beso chiquito?

—Navarrete... —dijo en tono amenazante.

«Cómo me gusta molestarla», pensó él.

Levantando las manos en señal de rendición, se ofreció a acompañarla hasta su Suite.

En esta ocasión, y para su sorpresa, la Doña no puso objeción alguna y juntos caminaron por los pasillos del Seven Seas hasta llegar a su destino.

Habían acordado que esa noche cenarían en el Compass Rose y que él pasaría a buscarla por la Suite para llegar juntos al restaurante.

[...]

Altagracia llevaba puesto un vestido rojo con un escote bastante pronunciado, junto con unos zapatos negros muy elegantes. Su pelo suelto caía sobre sus hombros con unas ondas naturales que la hacían lucir aún más joven.

En cuanto a José Luis, esta vez decidió usar un traje negro con camisa azul oscuro. Llevaba desabrochados los primeros dos botones de la misma, dándole un toque más relajado pero sin llegar al punto de lucir desaliñado.

Tenías que ser túTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang