Cozumel

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Al día siguiente, tocaba día entero de navegación. No desembarcarían en ninguna isla, ya que el crucero continuaría con su camino hasta las costas de Cozumel.

Luego de haberse dormido pensando en José Luis la noche anterior, Altagracia decidió cortar de raíz lo que fuera que estaba comenzando entre ellos.

«¿Comenzando? No me vengas con cuentos de hadas, Sandoval», se regañó mentalmente.

¿Qué era lo que le pasaba con José Luis Navarrete?

A decir verdad... Ni siquiera ella tenía una respuesta a eso.

Detestaba sentirse así. Odiaba que, así de la nada, hubiera aparecido en el crucero para dar vuelta todo a su alrededor.

Intentaba apartarlo de su mente, pero se le hacía imposible no pensar en él.

Si nunca se sintió así las veces que lo había visto... ¿Por qué de repente no podía sacárselo de la cabeza?

«Vamos, Altagracia... Siempre te pareció atractivo», pensó. 

Y sí, era cierto. Siempre le había parecido un hombre muy apuesto pero, al mismo tiempo, terriblemente insufrible.

Quizás era el hecho de que los últimos días había podido conocer al verdadero hombre detrás de aquel traje de empresario, alguien divertido y alegre. Nada que ver con aquel tipo mandón que, al igual que ella, sólo buscaba hacer las cosas correctamente para hacer crecer su empresa.

De cualquier forma, lo que sea que estaba ocurriendo entre ellos dos, llegó a su fin luego de esa pequeña discusión que tuvieron luego de la hermosa velada que habían tenido. Aquel imbécil había arruinado cualquier tipo de relación cordial que podían llegar a tener al haberse referido de esa forma de su sobrina.

Sí, claro estaba que ella haría lo que fuera por el bien de su empresa y de su patrimonio, pero no utilizaría a Isabella para ello. Nunca. Jamás.

Aunque el noviazgo de la adolescente y el hijo del empresario haría las cosas más difíciles y sería prácticamente imposible no verlo, estaba decidido... Evitaría todo tipo de contacto con José Luis.

—¿Qué opinas, tía? —Isabella la sacó de sus pensamientos.

—Disculpa, mi amor. No escuché lo que dijiste.

—Mmm... ¿José Luis? —se burló la muchacha. 

—¿Qué opino sobre qué, Isabella? —preguntó tajante.

—Decía que hoy, ya que no iremos a ninguna playa, podemos pasar el día en la piscina con Lucho y José Luis. —respondió con una gran sonrisa.

—No.

—Pero, ¿por qué?

Altagracia carraspeó.

—Discúlpame... Me refería a que ustedes pueden hacerlo si es que quieren. —agregó la Doña. —Yo me quedaré aquí a relajarme un poco en el sauna o el jacuzzi.

—Pero, tía... Sería una buena oportunidad para que conozcas mejor a Lucho y que te lleves bien con su padre. —insistió Isabella.

—He dicho que no. —respondió, levantándose de la mesa. —Realmente, lo último que quiero es conocer a Navarrete. —continuó. —Ahora, con permiso. Iré a mi habitación. Cualquier cosa que necesiten, estaré allí.

—Altagracia... —dijo su hermana.

—Regina, hoy necesito un poco de tranquilidad. Por favor, no insistan...

Dicho esto, cerró la puerta detrás suyo apoyando su frente en la misma.

Definitivamente, sería imposible cortar relación con Navarrete.

Tenías que ser túDove le storie prendono vita. Scoprilo ora