Miami

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Luego de que Lucho llamara a la puerta de la habitación del empresario, muy en contra de su voluntad, la pareja se levantó de la cama para empezar el día.

Eran las últimas 24 horas que pasarían a bordo del Seven Seas Splendor y lo correcto era que lo pasaran junto a su familia, aunque ellos desearan lo contrario. 

Altagracia se apresuró para entrar al baño. 

Necesitaba con urgencia darse una ducha luego de aquella maravillosa sesión de sexo que habían tenido antes de que el pequeño Navarrete llegara a interrumpirlos.

El agua calmaba cada uno de sus dolorosos músculos. Estaba tan cansada que no lo había notado hasta que se metió bajo aquella tibia lluvia.

Se encontraba disfrutando de esa sensación de las gotas golpeando su piel, cuando sintió unas manos en su cintura y, seguidamente, aquel miembro que tan bien conocía pegarse a su contorneado trasero.

—José Luis, ¿qué haces aquí? —preguntó, sintiendo cómo el moreno la pegaba más a él.

—Tenemos que ahorrar tiempo y agua. —respondió, besando su cuello y guiando su glande hacia esa húmeda entrada que siempre lo esperaba con ansias.

—Navarrete, nos están esperando. —dijo la rubia casi en un susurro, mientras sentía como el empresario entraba en ella de manera tan lenta que se volvía casi una tortura.

—Entonces hay que apurarnos. —agregó con picardía.

Salió de ella, dejándola con una sensación de vacío. 

Sin previo aviso, volvió a embestirla con fuerza, arrancándole un sonoro gemido que lo animó a seguir con lo que estaba haciendo.

Altagracia echó su cabeza hacia atrás, apoyándola en el hombro de José Luis y, simplemente, se dejó hacer.

Las manos del empresario la sujetaban firmemente por la cintura, aprovechando el agarre para poder bombear en ella con mayor facilidad.

El sonido de la ducha y sus cuerpos chocando una y otra vez sólo se veían opacados por los gemidos de ambos.

El cuerpo de la empresaria se adaptaba a aquella placentera posición, pero aún así necesitaba sentirlo aún más adentro.

En un rápido movimiento, se zafó de su agarre, dejándolo algo confundido.

Volteó para así mirarlo a esos oscuros orbes que la veían siempre con tanto deseo, y lo besó con devoción.

Su lengua se apoderaba de cada rincón de la boca del moreno, mientras José Luis se deleitaba con aquel apasionado beso que su güera le regalaba.

Sin poder aguantar más las ganas de sentirla otra vez, la levantó del suelo, haciendo que la rubia enredara las piernas en su cintura.

La besó una vez más antes de volver a penetrarla.

Fuerte.

Salvaje.

Justo como sabía que a ella le gustaba.

Altagracia sintió un escalofríos recorrer por todo su cuerpo cuando José Luis la apoyó contra la pared.

Estaba segura de que si ésta fuera un bloque de hielo, se derretiría al tener contacto con su espalda. Su cuerpo ardía de placer cada vez que el empresario le hacía el amor de aquella manera tan brutal pero, al mismo tiempo, tan hermosa.

«¿Hacer el amor?», un pensamiento fugaz la sacó del momento por un mini-segundo pero las embestidas de José Luis la hicieron volver a concentrarse en aquel hermoso placer que le estaba haciendo sentir.

Tenías que ser túWhere stories live. Discover now