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Hola flores.... esto parece enredarse y complicarse cada vez más, ¿Quien adivina como acabará? Aiiiiiiii me muero porque llegue el momento en que todo estallaraaaaaaaaa

Durante el resto de la semana no coincidí con Alexander, al parecer enlazó un viaje con otro y no pasó ninguna noche en casa, por lo que comencé a desarrollar una especie de rutina sin él en la que establecía mis propias pautas

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Durante el resto de la semana no coincidí con Alexander, al parecer enlazó un viaje con otro y no pasó ninguna noche en casa, por lo que comencé a desarrollar una especie de rutina sin él en la que establecía mis propias pautas.

Me levantaba sobre las siete, teniendo en cuenta que las clases comenzaban a las nueve tendría tiempo más que suficiente para hacer mi rutina de ejercicios de pilates, darme una ducha y desayunar con tranquilidad. Comencé a hacer pequeños avances en la cocina, es cierto que la mujer que tenía contratada Alexander para que tuviera la casa ordenada solía hacer la compra y dejaba algunas comidas hechas, pero yo estaba acostumbrada a una elaborada cocina árabe y aquello no estaba a la altura. No es que aquella mujer lo hiciera mal, sino que mi paladar exigía más y ahora que tenía tiempo y ganas, me pareció una gran aventura adentrarme en los fogones de aquel nuevo hogar, así que aprovechaba para hacer algunas compras cada día y probar un nuevo platillo que experimentar.

Por las tardes solía salir a pasear, cada día iba a un nuevo lugar, sobre todo buscaba parques que pudieran transmitirme esa sensación de paz y tranquilidad. En algunas ocasiones me quedaba sentada en un banco observando el mundo que me rodeaba durante al menos una hora. Escuchaba a niños correr y gritar, a madres que perseguían a sus hijos, les abrazaban, o les reprendían por alguna pequeña fechoría pero finalmente les besaban con ese amor que yo jamás podría experimentar.

Y cuando regresaba a casa me encerraba durante algunas horas desfogando todas aquellas sensaciones acumuladas de nostalgia, alegría, desazón y tranquilidad al mismo tiempo en mis bocetos.

Había paseado la tarjeta del profesor por mis dedos en varias ocasiones, no sabiendo si sería o no una buena idea llamar. ¿Qué tendría que perder?, ¿Qué tendría que ganar? Realmente no sabía muy bien lo que debía esperar y sabiendo que al día siguiente sería el comienzo de las clases, cogí el teléfono y marqué el numero que indicaba en aquella tarjeta sin saber si quiera que iba a decir.

¿Tal vez estaba influenciada por el simple hecho de no haber tenido contacto con una persona con la que hablar durante toda la semana?, ¿Era quizá la necesidad de compartir con alguien mis nervios o mis inquietudes por empezar algo que había deseado tanto tiempo y que al fin iba a lograr? Realmente no sabía porque razón lo hice, pero la voz grave del profesor Magnus respondió al otro lado del teléfono antes de que pudiera colgar.

—Hola —dije a secas sin saber muy bien qué decir.

—Hola —contestó neutral.

—Tal vez no me recuerde, asistí con Ètienne a una exposición de...

—La recuerdo perfectamente, Azhar —dijo antes de pudiera terminar de explicarle quien era.

¿De verdad me recordaba?

—Bueno, usted dijo que podría llamarle si quería que viera mis bocetos y...

—A las ocho en Scarlett Green. Sea puntual y lleve sus bocetos.

Sentí como la llamada se cortó y aparté mi teléfono de la oreja solo para comprobar que me había colgado, ¿Significaba eso que no podía negarme?, ¿Y si me venía mal su cita? Por un momento me quedé estática, sin saber si debía o no acudir y después pensé que ese tipo podría ser mi profesor, si le daba plantón ya podía despedirme de aprobar su asignatura.

Faltaban dos horas para las ocho, así que me di una ducha rápida y cogí un simple vestido negro porque el lugar era elegante y moderno, pero no quería aparentar que aquello era una cita, se trataba simplemente de un intercambio de opiniones y tal vez una cena cultural en la que aprendería mucho más de lo que yo podría ofrecer.

Probablemente aquello durase cinco minutos, el tiempo justo de que viera mis bocetos y me enviara a paseo, pero aún así cogí mi carpeta sin excluir ninguno de ellos y salí de casa para montarme en el taxi que había pedido.

Eran las ocho y dos minutos cuando crucé las puertas del restaurante y divisé al profesor Magnus sentado en una de las mesas del fondo. Estaba nerviosa, ¿Tal vez porque sentía que aquello estaba mal? Establecer una relación entre profesor y alumna estaba fuera de lugar, pero probablemente de allí no saldría nada más que una sarta de observaciones y críticas hacia mi trabajo.

—Buenas noches profesor Magnus —dije llamando su atención.

Aquel hombre alzó la vista y emitió una vaga sonrisa.

—No me llame profesor, al menos no lo haga hasta mañana —mencionó indicándome que me sentara.

Lo hice mientras dejaba la carpeta en una de las sillas que permanecían vacías a nuestro lado y él alzó la mano para pedir que nos sirvieran vino.

—¿Será mi profesor realmente? —pregunté pensando que él lo sabría.

—No miro jamás las listas de mis alumnos, así que imagino que pronto lo descubriremos —dijo como si no le importara en absoluto—. Deme esos bocetos.

Le ofrecí la carpeta y esperé mientras parecía detenerse a observarlos uno a uno. Probablemente se regodearía en mi más que mediocridad. Él estaba acostumbrado a ver arte de verdad y no meros dibujos a carboncillo siendo la mayoría de ellos sobre paisajes y cosas sin sentido.

—Si me va a decir que pierdo el tiempo con intentarlo, no va a funcionar. Siempre ha sido mi deseo ir a la Universidad y dar lo mejor de mi misma.

—Admiro su tenacidad, el simple hecho de que no tenga la intención de que nadie la detenga es muy bueno en este tipo de carrera —mencionó cerrando de golpe la carpeta y ofreciéndomela—. Son buenos, denotan talento aunque falta pulición, técnica y muchas horas de trabajo hasta lograr un sello propio que identifique al autor. Aún así debo reconocer que estoy gratamente sorprendido.

¿Gratamente sorprendido?

—¿Puedo preguntar porqué? —mencioné antes de darme cuenta de que podía estar metiendo la pata por curiosa.

—Cada año elijo a una musa. Suele posar para mi una vez a la semana y por norma general ejerce de mi ayudante en la universidad, eso le facilita el acceso al archivo y en consecuencia a multitud de documentación e información revelan te sobre el resto de asignaturas. Digamos que es un intercambio de beneficios. —parecía como si fuera algo normal, un gesto simple al que estaba más que acostumbrado— Serás la primera musa con técnica que pose para mi.

¿Perdona?, ¿Acababa de decir que sería su musa?

¿Perdona?, ¿Acababa de decir que sería su musa?

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora