XVIII

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Hola florecillas! Me vais a querer matar por dejarlo aquí, pero ¡¡¡Oh my god el siguiente cap!!!

Tal vez tuviera ese tipo de reacción porque jamás un hombre me había hablado de ese modo, mirado de ese modo e incluso tocado de ese modo aunque apenas hubiera sido un roce

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Tal vez tuviera ese tipo de reacción porque jamás un hombre me había hablado de ese modo, mirado de ese modo e incluso tocado de ese modo aunque apenas hubiera sido un roce. Quizá eran las pretensiones sobre lo que me esperaba lo que me daba pánico, miedo a lo desconocido, al no saber que debía esperar de aquello y sobre todo cuando siempre lo había imaginado con alguien por quien sentiría una afinidad especial, creí que llegado el momento, sentiría algo mágico por esa persona y entregarme a él se convertiría en un acto único y maravilloso.

Nada que ver con la realidad.

La sola afirmación de Alexander sobre lo que pretendía hacer me llevaba a un mundo paralelo en el que había creído que concebir un hijo sería algo puntual que duraría un instante breve y después formaría parte de un lejano recuerdo. ¿Disfrutaría de ello?, ¿Sería algo tedioso y horripilento? No sabía como debía comportarme o que esperar de ello, así que conforme pasaban los minutos mi tensión aumentaba y mis músculos se engarrotaban por momentos.

En el momento que el helicóptero aterrizo en la cubierta del yate de papá, sentí que el momento se acercaba, apenas eran las ocho. A pesar de las colas para el vuelo comercial, el trayecto en avión y el recorrido hasta el yate, lo cierto es que no estaba realmente cansada, quizá porque mi estado de nervios era tal que no permitía que lo estuviera.

—No recordaba lo grande que era —dijo Alex una vez que el helicóptero cesó de hacer ruido.

—¿Desean los señores que dejemos su equipaje en la habitación principal? —preguntó un chico joven del personal del barco.

—Si, gracias —contestó él antes de que pudiera mencionar nada.

¿Dormiríamos juntos?, ¿Tal vez lo había dicho para no levantar sospechas y que no hablaran?

—Creo que me daré una ducha antes de cenar —dije dando por sentado que antes de que pudiera mencionar algo.

Necesitaba tiempo para mi, para pensar y sobre todo para relajar mis músculos en completa tensión desde que Alexander mencionó que adelantábamos la luna de miel y sabía lo que eso significaba.

A él le pareció bien, así que me adelante hasta la habitación principal donde nos dejaron el equipaje. Permanecí debajo del chorro de la ducha durante al menos diez minutos mientras establecía lo que parecía un mantra;

«Tu puedes hacerlo Azhar. No significa nada, tú puedes hacerlo»

Salí envuelta en una toalla y me encontré a Alex medio desnudo, llevaba solamente una prenda interior tipo pantalón pegado mientras se paseaba por la habitación.

—Voy a darme un baño en la piscina y me preparo para la cena, he pedido que la sirvan en media hora, ¿Te parece bien? —preguntó y simplemente asentí mientras me aferraba la toalla al pecho.

—Te veo ahora, preciosa —dijo guiñando un ojo y recordé el momento en que le había mencionado que dejara de llamarme así.

En cuanto de allí cogí un conjunto de seda color borgoña porque era el que estaba más a mano en la maleta y me metí en el baño para ponérmelo por si Alex decidía entrar de nuevo. No sabía realmente como vestirme, lo cierto es que no había llevado demasiada ropa sabiendo que no saldríamos del barco, así que opté por un vestido suelto de satén en color blanco y decidí no llevar calzado. Siempre me había encantado caminar descalza por el yate y sentir la moqueta bajo mis pies.

Salí a cubierta y me quede observando el mar conforme el barco de papá proseguía su curso hacia costas griegas, haría un tour por la costa europea de catorce días para dejarnos finalmente en Londres y regresar de nuevo a Dubái.

Mis pensamientos se difuminaban como el surco de olas que dejaba el yate a su paso hasta desaparecer, el viento azotaba mi rostro y era realmente reconfortante, no supe cuanto tiempo estuve así, pero la presencia de Alex tras de mi me hizo regresar a la realidad y entonces vi como colocaba una copa de champán delante de mi.

—Porque nuestra luna de miel de los frutos que deseamos —dijo mientras la cogía y él brindaba con la suya provocando un leve tintineo al chocar ambos cristales.

Mis nervios fueron disminuyendo un poco mientras Alex no dejaba de hablar durante la cena. No hablaba de nosotros, sino de todo y nada en general, quizá ese era el punto justo para olvidar la razón de porque estábamos allí y sobre todo de lo que implicaba. En un momento dado pensé que solo era sugestión, Alexander era guapísimo, atractivo y estaba seguro que sabía perfectamente como actuar en la cama con una mujer, ¿Por qué tenía tanto miedo?, ¿Por qué me daba pánico la idea de desnudarme ante él?

Quizá porque sabía que solo sería una más para él, que no existía amor entre nosotros y probablemente tampoco atracción.

Tras el postre Alex sugirió darnos un baño en el jacuzzi, todo me parecía adecuado con tal de retrasar el momento el máximo tiempo posible, así que cuando dije que iría a ponerme el bañador, él se negó y estiró de mi mano para que no pudiera escaparme.

Había bebido bastante vino, pero no lo suficiente para estar borracha, era plenamente consciente de lo que hacía, aunque quizá gracias al alcohol estaba un poco más relajada. Alexander comenzó a desnudarse y vi que se quedó en ropa interior antes de meterse, sugiriendo que hiciera lo mismo. Con reticencia me quité el vestido y entré en el agua burbujeante. En cuanto lo hice sentí como estiraba de mi hasta colocarme en su regazo y sus labios fueron directamente a mi cuello.

Quizá en otro momento podría estar relajada, disfrutar de ello pero no lo estaba haciendo, aún así cerré los ojos tratando de concentrarme en ello.

Los labios de Alexander siguieron besando mi cuello mientras sus manos masajeaban mi cintura y me apretaba contra él, podía sentir algo duro contra mis muslos pero era incapaz de tocarle, me sentía inútil sin saber que hacer. Entonces sus manos ascendieron hasta agarrar firmemente mi pecho y me bloqueé separándome de él.

—No puedo —dije abruptamente mientras salía del jacuzzi—. Creí que podría hacerlo pero no estoy preparada.

—Tranquila —dijo antes de que pudiera añadir algo más—. Descansa, tenemos mucho tiempo.

Su comprensión hizo que mis nervios se apaciguaran, Alexander se quedó allí mientras me alejaba y suspiré en cuanto estuve a solas en el camarote. Me desprendí de la ropa mojada y me puse uno de los camisones para dormir antes de deslizarme bajo las sabanas.

En algún momento de la noche debí quedarme dormida, porque cuando abrí los ojos aún era de noche, podía ver las estrellas que había en el cielo a través de los grandes ventanales del techo, pero lo que no sabía ni comprendía era el fuego abrasador que sentía por dentro.

¿Qué era esa sensación?, ¿Qué demonios era aquello? No lo comprendía, no sabía de donde venía, pero lo único cierto es que no deseaba que cesara y sin darme cuenta de lo que estaba sucediendo, de mi garganta comenzaron a salir gemidos ante aquel placer nuevo.

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La Esencia de AzharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora