Capítulo Dieciocho

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Cuando me desperté al lado de Lena, quedé como la persona más conmocionada de la tierra. Y, para aumentar aún más mi desasosiego, ella yacía sobre su costado, sosteniéndose la cabeza y observándome. Estaba vestida solamente con un lindo sostén color rojo que resaltaba perfectamente sobre su pálida piel, no pude evitar recorrerla con la mirada, su vientre estaba expuesto y se veía completamente tonificado, estaba apuntó de extender mi mano hacía ella para tocarlo cuando reaccione.

- ¡Jesús! - Me senté de golpe y me palpé. Gracias a todos los dioses que alguna vez existieron, estaba completamente vestida. - ¡No hagas eso! ¿Qué hago aquí en el acre de satén del infierno? - A tientas comencé a andar hacía el borde.

Estábamos en mitad de su gigantesca cama y, me alegré de ver que habían cambiado las sabanas. Estas eran del color del cielo en un día despejado.

- Y buenas noches también para tí. - Me observó salir gateando de su cama con toda la gracia de un laborioso hipopótamo y no se movió. - ¿Cómo es que no te quemaste como unas patatas fritas?

- ¿Qué?, ¿Me lo preguntas tú? ¿Cómo diablos podría saberlo?

Después de la ducha, vestimos a Mike y lo llevamos a su casa. Lena había accionado su cosa vampirica "tienes muuucho sueño", y dejamos a Mike durmiendo. Cumpliendo con mi palabra, fuimos a la guarida de Lena. Winn e Imra protestaron, pero no demasiado... habían estado levantados toda la noche, y el amanecer estaba muy cerca. Lena les había prometido que nada me dañaría en su casa, y eso fue suficiente para mis queridos amigos.

Los podía haber dejado en compañía de leones africanos muertos de hambre y ellos habrían estado bien, mientras Lena les hubiera dicho que estaba bien. El sol nos alcanzó mientras acelerábamos al máximo hacía su casa. No pensé sobre eso - ¿no había pasado las noches en mi cama durante toda la semana?, ¿y mi cuarto no miraba hacía el este? Pero los demás enloquecieron cuando abrí la puerta de mi lado en el coche.

- ¿Cómo se supone que iba a saber que tienes una ruta subterránea que lleva a tu casa? - Me quejé, entrecerrando los ojos ante el espejo y peinándome con los dedos. ¿Crecería mi pelo? ¿Necesitaría alguna vez pedirle una cita a Chantelle en Le Kindest Kut? - Creí que la luz del sol no te molestaría más que a mí. Cuando Brainiac detuvo el coche, asumí que era hora de salir, no el momento de esperar a que la entrada de la baticueva se abriera.

Lena sostuvo en alto su brazo. Estaba de un rojo irritado, casi del color de una langosta cocinada. Cuándo extendió la mano, y me agarró para empujarme de vuelta al coche, se había hecho un infierno de quemadura.

- Obviamente, estabas equivocada. - Me inquieté al recordar.

Era muy embarazoso. Me quede parada, parpadeando a la luz del sol, y dándome la vuelta lentamente por el chillido de consternación de Nia. Luego Lena trató de alcanzarme, su brazo salió del oscuro coche como una linda socorrista.

- ¿Oh, bien, - había dicho lentamente, estúpidamente... había estado alguna vez tan cansada? - El sol, arde, oh, que agonía... oh, que crueles rayos de zzzzzzzzzzzzzzzzzzz. ¡Que bochorno!

- Bien - dije, clavando los ojos en la quemadura de Lena. - Lamento eso. No quise que te lastimases. Habría saltado de vuelta al coche por mí misma, pero me resultó muy difícil pensar. Estaba tan cansada.

Vampira & SolteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora