Capítulo Tres

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Si algo soy, es persistente.

No funcionó arrojarme al Mississippi: Ya no necesitaba respirar. Me moví torpemente por el fondo enlodado del río durante media hora, antes de darme por vencida y encontrar, con dificultad, el camino de regreso a la costa. Tampoco fallecí cuando me agarré a una línea de alta tensión (aunque le hizo cosas muy feas a mi pelo). Me bebí una botella de lejía, y la única consecuencia fue un caso sorprendente de boca seca. Robé un cuchillo de carnicero del Wal-Mart más cercano - el sitio perfecto para ir de compras si estás muerto, son las tres de la mañana, y no tienes ninguna tarjeta de crédito - y me apuñalé en el corazón: Nada.

Caminaba desanimada por Lake Street, pensando como cortarme la cabeza, cuándo oí susurros y lo que sonó como un llanto amortiguado. No me moví, ¿no tenía ya suficientes problemas? Cuando mi sentido común regresó, me acerqué al callejón y giré en la esquina. Vi a tres hombres gigantescos alrededor de una mujer. Llevaba de la mano a una pequeña de grandes ojos. La niña tenía alrededor de seis años. El miedo hacía que la mujer pareciera tener cincuenta. Su bolso estaba sobre el suelo, entre ellos. Nadie se había molestado en recogerlo, y se me ocurrió lo que seguramente pasó: Lo había tirado, tratando de huir y había terminado acorralada en una esquina. No querían su bolso. Querían...

- Por favor - dijo ella, casi susurrando, y pensé que la acústica debía ser muy buena, para que yo pudiera escucharlos a casi una calle de distancia. -No me hagan nada delante de mi hija. Iré con ustedes, haré lo que quieran que haga, simplemente, por favor, por favor...

-¡Mami, no me dejes aquí sola! - Los ojos de la niña eran de un tono café claro, casi el color del whisky, y cuando se llenaron de lágrimas, sentí estremecerse algo dentro de mi corazón muerto - ¡Váyanse, hombres malos! ¡Dejen sola a mi mamita!

-Shhh, Justine, shhh - La mujer estaba tratando de que su hija soltara su mano y hacía un espantoso intento por sonreír.

-Está cansada, es tarde, iré con ustedes.

-No es necesario - dijo uno de los hombres, mirando a la nena. Justine empezó a llorar, pero no antes de patear la tierra, levantando guijarros y ensuciando con grava los pies del hombre.

- Iremos a mi coche, el motor no funciona pero lo puedo hacer... con todos ustedes, por favor no... no...

- ¡Hey, pendejos! - Dije alegremente.

Los cinco saltaron, lo que me asombró... no era la caminante más silenciosa del mundo. No podía creer que estuviera haciendo esto. No era exactamente el tipo de persona al que le gustaba la confrontación. Pero, ¿qué podía perder?

-Er... ustedes, los tres idiotas. No me refiero a usted señora, ni a la niña. ¿Amigos, pueden acercarse y matarme, por favor?

Justine enormemente aliviada, me sonrió, mostrándome que había perdido uno de sus dientes de leche. Luego los hombres se adelantaron, y Justine agarró la mano de su mamá, comenzando a arrastrarla hacía la relativa seguridad de la calle Lake Street.

-Voy...

-¡Vamos, mami!

-¡Conseguiré ayuda!

-No se atreva - conteste bruscamente. - Si estropea mi asesinato, me enfadaré. - Uno de los hombres había agarrado mi brazo, y me arrastraba de regreso hacía donde estaban Justine y su mamá. - Un momento, camarada, tengo... - él me golpeó, y le aparté de un empujón.

Lo demás ocurrió muy rápidamente. El primer degenerado no me había golpeado, me había apuñalado, pero para lo que le sirvió. Y cuando lo aparté de un empujón, sus pies dejaron la tierra y salió volando como si hubiera sido empujado por vientos de fuerza huracanada. Cuando finalmente tocó el suelo, rodó unos buenos dos metros, antes de poder levantarse y salir corriendo como si se hubiera indigestado y necesitara un cuarto de baño.

Vampira & SolteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora