Capítulo Diecinueve

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Cuando desperté tenía una sed horrible. Sabía por qué. Ese jodido Judas me había pegado con tanta fuerza, que si hubiera sido mortal me habría matado. Pero seguramente me había roto la cabeza. Mientras estaba muerta para el mundo mi cuerpo se había sanado a sí mismo, y ahora tenia una sed increíble. Me maldije a mí misma por negarme a la oferta de Lena de compartir la cena. Había parecido tan moralmente correcto en ese momento, y ahora esto probablemente iba a matarme. Abrí los ojos. Estaba en un cuarto sin ventanas, parecido a un sótano. Con la pared y el suelo de cemento. Frío como el infierno.

- Idiota, - grazné. Me aclaré la garganta e hice otro intento. - Idiota, ¿estas ahí?

- Sí, - dijo Brainiac, con la osadía de parecer compungido. Se enderezó dejando lo que había estado haciendo y dio un tirón experimental a las cadenas que rodeaban mis tobillos. - Lamento esto. Pero es necesario, y realmente es lo mejor.

- Oh, de acuerdo, entonces simplemente dejaré de preocuparme. Imbécil. Simplemente dime por qué, idiota. Lena cuida de ti. Es una buena chica. Oí que Nia y tú llevaban con ella por lo menos cincuenta o sesenta años. ¿Entonces por qué la traición? ¿Siempre fuiste un pendejo, o es algo reciente?

- Snapper es mi creador. - Dijo Brainiac con una simplicidad que me hizo querer darle una patada. -Todo lo que soy es debido a él. Cuándo me pidió, hace años, que fuera con su enemiga, ¿cómo iba a negarme?

Tiré de mis muñecas. Nada. No sabia de qué eran las cadenas con las que estaba sujeta - ¿De titanio?- Pero no se movían. Tenía sujetas las muñecas por encima de mi cabeza, los tobillos extendidos... y esta losa estaba realmente fría.

-Aclaremos esto, imbécil. Snapper te sacó las entrañas y bebió de ti como de una fuente mientras todavía estabas vivo, ¿y piensas que le debes algo?

- No fue así. Me soltó. Me liberó.

- Te convirtió en un muerto viviente y eres lo suficientemente estúpido como para pensar que fue un favor. - Brainiac clavó el cuchillo, que no había notado que sujetaba, en mi muslo superior. ¡Me hizo un tajo!' Entonces la punta se incrustó en la losa de piedra a la que estaba encadenada. Dolió endemoniadamente, pero no le daría la satisfacción de quejarme. - He estado acuchillada antes, - me burlé. - De hecho fue la semana pasada. Y he sido auditoreada... no me asustas. - Me retorcí otra vez... nada.

Además de la indignidad de ser golpeada con una caja de vino de ciruela, arrastrada al escondite del tipo malo, y encadenada a un altar de piedra (Snapper había mantenido en nómina al típico chivato borrico, para que le suministrase chismes?), mi ropa estaba hecha andrajos. Brainiac había estado ocupado con el cuchillo antes de que me despertara.

- Tendrás que hacer algo mejor que eso. - Brainiac se dobló cerca de mí, tan cerca que podía ver la luz de la vela brillando en la gomina que había usado en su pelo. Se me ocurrió por primera vez que se parecía a una garza.

- Lanzé todos tus zapatos nuevos al fuego, - susurró en mi oreja. Aullé de agonía y me moví agitadamente, ineficazmente.

- ¡Bastardo! - Sollocé. - Pagarás por eso. -Se enderezó, sus labios se apretaron con repugnancia.

- Me haces vomitar.

- Apuesto a que le dices eso a todas las chicas, imbécil.

- A ti te importan más tus bonitas cursilerías que cualquier otra cosa. ¿Tú, la reina? Nunca. No mientras yo esté por aquí para servir a mi amo.

- Oye, nunca pedí ser la reina, idiota. Precisamente no era lo primero de mi Lista de las Diez Primeras Cosas que me Gustaría Hacer después de Morir. Renunciaré al trono, ¿Te parece? De todas maneras nunca lo quise.

Vampira & SolteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora