Tras casi 16 años de estar dormida, Hannia Mikaelson despierta con el deseo de resolver las cosas que dejó inconclusas. Sin embargo, enfrenta nuevos problemas debido a su prolongada ausencia. Para superar estos desafíos, necesitará ayuda de sus fami...
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Cuando Hannia salió del coche, respiró profundo y se acercó a la puerta. Sentía como su corazón quería salirse de su pecho, estaba nerviosa. Cuando la puerta se abrió, se asomó una cabellera rizada pelinegra.
—¿Hannia? —preguntó la chica pelinegra, quitándose uno de sus guantes de jardinería para acomodarse los lentes—. ¡Oh, por Dios! Eres tú.
—¿Sa-Sandy? —La castaña tomó el rostro de Sandy en sus manos y lo acarició con lentitud—. Estás. . . estás grande.
Sandy se movió para abrazar a la castaña con fuerza.
—No sabes cuánto te he extrañado —dijo Sandy separándose de Hannia—. Pero pasa, por favor. Ahora ya sé quién fue la persona que quitó mi hechizo de ocultación.
—Veo que has seguido practicando —sonrió la chica mientras entraba.
—Tuve una gran maestra —respondió sonriente.
—Aún la tienes —dijo la castaña, volviéndose para sonreírle y guiñarle un ojo. Sandy rio mientras cerraba la puerta detrás de ella—. Recuerdo a tu hermano hablar de comprar esta casa. Luego supe que lo hizo un poco antes de que naciera Nathan —dijo, echando un vistazo a la casa—. Pero no quería que la viera hasta que estuviera lista.
—Dime, por favor, ¿dónde has estado? Te he buscado todo este tiempo.
—Hace unas semanas, me desperté en un almacén en Brooklyn.
—¿Has estado aquí en Nueva York todo este tiempo?
—Al parecer, sí —suspiró la castaña mientras se sentaba en el sofá—. Recuerdo que me habían apuñalado con una daga dorada que me hizo dormir, pero cuando desperté, la daga ya no estaba.
—¿No sabes quién te despertó? —La castaña negó con la cabeza.
—Sabes, después de eso fui a buscar a tu hermano, a Nathan y a las malditas brujas —dijo, ignorando la pregunta de Sandy por el momento.
—Hannia. . .
—No tienes que decirlo, ya lo vi. Ellas ganaron y lo consagraron con sus ancestros —las lágrimas que había acumulado escurrían poco a poco al tan solo mencionar a su bebé—. Pero créeme que esto no se va a quedar así.
—Hannia. . .
—Pero bueno, ¿y dónde está tu hermano? ¿Está aquí? —La castaña se levantó limpiándose las lágrimas mientras comenzaba a caminar por la casa en busca del chico.
—Hannia, creo que será mejor que te vuelvas a sentar —dijo Sandy, señalando el sofá.
—No quiero sentarme, necesito ver a tu hermano —La castaña comenzaba a alterarse, haciendo que las pocas luces que estaban encendidas comenzaran a parpadear.
—Hannia —La pelinegra la detiene tomándola desde los brazos.
