Necromorfos

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     Rust estaba nervioso, Stina igual, Riyo no se atrevía a voltear a ver, pero Dans y Sansa contemplaban tensos los grandes tanques de bacta que tenían delante suyo conscientes de que debían abandonar el complejo de inmediato.

     —Oh no... —musitó Dans en voz baja, abrazando a Riyo dentro de su gabardina.

     —¿Recuerdas lo que dije del blixus hace un momento...? —le preguntó Sansa. Dans respondió con un leve: —. Pues retiro lo dicho.

     —E-Entonces —masculló Rust—, ¿lo de la fábrica era una fachada?

     —No —le respondió Dans con severidad—. La fábrica era el complejo principal... pero esto, esto llegó después... y ahora todo tiene sentido.

     —¿De qué estás hablando? —interrogó Stina.

     Dans lanzó un pesado suspiro, cobijó a la senadora y miró a los demás con ojos nerviosos.

     —Antes de toparnos con ustedes —dijo—, fui a revisar algo por mi cuenta... quería cerciorarme si era seguro continuar por donde estábamos yendo... Y me topé con un escenario que es mejor no describir. —Hizo pausa, abrigó a Riyo y continuó—. Pero cuando regresaba encontré a un neimodiano traumado en la esquina de una habitación... El pobre ni siquiera sentía dolor, no quiero ni imaginarme lo que habría visto; se suicidó delante mío y al momento en que estaba por salir... di con un ordenador... había un archivo en él, lo reproduje y ahí fue cuando me empecé a hacer una idea de lo que sucedía. —Todos se voltearon a verlo, incluso la senadora levantó la mirada a pesar de estar tan cerca de él; querían escuchar lo que venía a continuación—. Mientras minaban la tierra para buscar materiales se toparon con algo... una especie de masa orgánica viva, era como un bulto, un mancha, no sé cómo explicarlo bien... pero el punto es que se movía y decían que era capaz de soportar condiciones extremas... Más no sé, pero tuve un mal presentimiento en ese instante; presentimiento que se hizo realidad a los pocos segundos cuando dos de esas cosas cayeron del techo. Si no hubiese tenido mis blásteres, ahora estaría muerto.

     Riyo se sobrecogió al oírlo y sujetó fuertemente la camisa de su escolta.

     —Vaya, ¿y esperaste hasta ahora para decírnoslo? —increpó Stina, con la lengua filosa como la de una serpiente.

     —Stina, basta —regañó Sansa. Volteó a mirar hacia la fila de tanques de bacta y se puso a examinarlos con toda la serenidad posible. Tenía que mantener la cabeza fría—. Sea lo que sea que hacían aquí... salió mal. Pero... no creo que fuese por un accidente.

     —¿A qué te refieres? —Rust no lo entendía.

     —No lo sé, solo... tengo ese presentimiento.

     —Y ahora nos enfrentamos a esa malditas cosas... —maldijo Dans en sus adentros.

     —¡Esos jodidos monstruos! —exclamó Stina—. ¡Mírenlos nada más! ¿¡Cómo vamos a escapar de aquí!?

     Riyo tomó valor, respiró hondo y volteó lentamente para ver los tanques por encima del hombro. Uno a uno, todos contenían en su interior los cuerpos mutados de varias personas que habían tenido muy mala suerte. La piel se les había vuelto al revés, los huesos desgarraban la carne y les habían salido protuberancias en el rostro que desencajaron los ojos de sus cuencas. Cuchillas en lugar de brazos, dientes tan afilados como los de un nexus y una lengua larga y rasposa que les caía hasta el cuello, pero lo que más la sobresaltó fue verles el vientre: partidos a la mitad, con labios de los que se escapaban unos delgados tentáculos y órganos palpitantes que remecían sus intestinos rojos. La piel parecía haberse pegado a los huesos, porque toda su estructura ósea se asomaba de un tenue color pálido en forma de crestas deformes y retorcidas.

Entre Estrellas: A Star Wars Fan History ITempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang