Uno.

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Su alma y orgullo habían sido pisoteados una vez más, sentía como todo su cuerpo le pesaba mientras caminaba por esos pasillos

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Su alma y orgullo habían sido pisoteados una vez más, sentía como todo su cuerpo le pesaba mientras caminaba por esos pasillos. Estaba mareada las náuseas cada vez crecían más y más. Las lágrimas no paraban de bajar por sus mejillas.

Traicionada.

Se sentía traicionada, ella había creído todos los poemas de amor, los mismos que eran escuchados ahora por la nueva futura esposa del Sultán. Aún cuando se había enterado de las mentiras de Firuze la perdonó y para que se quedará a su lado solo debía hacer una cosa: casarse con ella, al parecer el amor del Sultán Suleyman era lo suficientemente fuerte como para llevar acabo aquella ceremonia.

En una semana se casarían, por más que Rustem le dio ideas para acabar con aquella mujer en esa semana la Sultana se negó, había perdido, ya no podía hacer más, la sola idea de luchar por él le parecía estúpido, no la amaba, no podía suplicar por un poco de cariño. Se casarían y ella debía aceptarlo.

Sentía las miradas de las personas sobre ella, pero le daba igual, solo quería llegar a su habitación para tomar ese veneno que había sido un desafío para Firuze y ella, por fin acabaría con ese dolor que la estaba carcomiendo por dentro. Había tomado un veneno en el momento de escuchar la desición del sultán, pero según la persona que se lo había dado no era poderoso, solo la haría sentir dolor hasta desmayarse y quizá morir en sueños, le pareció una buena idea hacerlo, beber eso, morir en sueños sonaba genial, claro que lo bebió.

Aunque sin saber que ese hombre no le había dado la cantidad exacta como para matarla, solo para sedarla y dejarla descansar un buen tiempo. No podía matar a la Sultana, sabía que sí se enteraban de ello le cortarían la cabeza.

-¿Sultana?- escuchó a lo lejos mientras la tomaban del brazo, gritos, jadeos de sorpresa se escucharon-¡Guardias!

La Sultana cayó al suelo mientras de su boca salía un hilo de sangre, las últimas lágrimas cayeron y su cuerpo fue alzado, uno de los guardias la cargó para luego correr por los pasillos mientras Sümbül pedía a gritos que trajeran a la doctora.

(...)


A lo lejos se encontraban el sultán con sus dos hijos mayores, Mihrimah no paraba de llorar, sentía la rabia recorrer su cuerpo al pensar en el dolor de su madre por aquella noticia y su hermano solo miraba con decepción a su padre.

-Ella vendrá conmigo, se irá conmigo y me encargaré de hacerla feliz día y noche, mi madre es intocable, mi madre es...

-¡Rápido busquen por la doctora...!- los gritos de Sümbül lo hicieron callar, los cuatro miraron hacia donde provenían aquellos lamentos y en mundo de los dos jóvenes cayó al suelo.

En los brazos de un guardia estaba su madre, la cual estaba más pálida de lo normal, su vestido azul la hacía verse mucho más blanca y su corona cayó. Rápidamente corrieron hacia la habitación donde llevaron a la Sultana. El guardia la dejó en la cama con sumo cuidado aún sorprendido por la belleza de aquella Sultana y entiendo porque estaba totalmente prohibido mirarlas a los ojos, su corazón latía con fuerza mientras aún podía sentir el calor de aquella mujer en su cuerpo, su aroma había quedado impregnado en su ropaje, hermosa, demasiado hermosa.

Perdón. [Hürren x Ibrahim] Where stories live. Discover now