EPÍLOGO

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-La cuestión aquí...- Tomó una pequeña bocanada de aire, su semblante era de cierta preocupación - Es que no quiero que tus "Negocios"- Encomilló ésta última palabra con los dedos -Pongan en riesgo la integridad de mi hija-

-Eso no sucederá, señor- Le aseguró Pepa con el vaso de Whisky semi-lleno en mano.

-Me temo que tus enemigos le alcancen algún día-

-Yo no tengo enemigos, Don Lorenzo-

-¿Y el secuestro de hace unos meses?-

Pepa sonrió con suficiencia. -Me extraña que a éstas alturas aún no sepa que tal secuestro lo orquesté yo-

-Es usted una basura, Miranda-

-Lo sé, pero debía cerciorarme de que usted mandaría al carajo esa maldita investigación-

-Pero NO a costa de mi hija, - Se exaltó
-¿En dónde quedó tanto amor que dice profesarle?-

-Mis hombres no tocaron ni uno sólo de sus cabellos rojos-

-Silvia podrá amarla demasiado, ciegamente si quiere jactarse usted de ello, pero jamás viviría bajo el mismo techo de una delincuente-

-Mi mujer está demasiado ocupada explorando sus cadáveres como para percatarse de que encabezo una red de crimen organizado y de que cuento con la protección del Comisario Castro- Le guiñó un ojo.

-Más le vale- Le lanzó una mirada fulminante- Porqué aunque yo sea ya un viejo, le juro que le cobraría una gota de su sangre de licántropo por cada lágrima que le haga derramar a mi hija-

Pepa suspiró con resignación. -Lo que usted diga, suegro- Pensaba en lo bizarra que resultaba la situación: Por una parte tener que jurarle a su mujer que su padre quedaría a salvo en todo aquel embrollo y ahora, casi de manera simultánea, debía prometerle a su suegro que Silvia quedaría limpia de toda aquella vorágine de crímenes - Ahora la lista - Le tendió la mano.

-Pura escoria humana- Le dijo entregándole una memoria USB - Al igual que a usted...No se les ha podido comprobar nada-

-¿Acaba de llamarme "Escoria humana"?- Rió -Bueno, pues le recuerdo que ésta Escoria humana se ha convertido en la razón para vivir de...-

Pero un exasperado Lorenzo Castro le interrumpió abruptamente -No necesito que me lo restriegue cada cinco minutos-

-Reconozca que Silvia tiene buen gusto- Alardeaba en una muestra de su ya acostumbrado Narcisismo -Y usted también, porque yo sé...- Sonrió -...Que en el fondo le agrado-

La sonrisa fue correspondida por el viejo en forma genuina. -¡Ande Miranda y vaya a agradar a su puta madre!-

-Con todo gusto, suegrito. Por cierto, me dispensará usted pero es probable que llegue un poco tarde a cenar ésta noche, ya sabe...- Le mostró la memoria USB que él mismo acababa de entregarle un par de instantes atrás. -Debo adelantar un poco del trabajo rezagado-

-Procure que sus obligaciones no le quiten demasiado tiempo, no quiero a mi hija histérica porque su mujer no aparece, además, en mi casa la cena se sirve temprano-

Pepa asintió y abandonó la oficina del Comisario, entonces aprovechó para pasearse por los pasillos que conducían al CSI, solamente para dedicarle una mirada a su pelirroja que se encontraba hasta el gorro de trabajo.

-Casi me voy de largo- Susurró en el oído de la pelirroja -Pero siempre que rondo por éste laboratorio es inevitable pasarme y rozar tus labios-

Silvia sonrió. Dejó lo que estaba haciendo y apagó la sierra eléctrica circular.
-Siempre me pillas con la autopsia craneal- sonrió apenada - Tengo la bata toda salpicada de sangre-

-Soporto cualquier cosa con tal de recibir un beso tuyo- Atrajo el cuerpo de la Forense hasta el suyo, hasta quedar a unos cuantos centímetros de su boca.

-¿Eres consciente de que tu camisa blanca carísima está quedando completamente arruinada?- Preguntó Silvia con los ojos cerrados, pues podía sentir el cálido aliento de la mujer que amaba por toda su cara.

-Mi holgado sueldo en ésta Comisaría cosmopolita me permite comprarme veinte iguales si así lo deseo- Susurraba sin llegar a contactar con los labios de su mujer, pero el corazón de Silvia ya latía a mil por hora.

La pelirroja se separó un poco al recordar que Pepa había tenido una junta con su padre. -¿Qué quería?- Preguntó algo nerviosa.

-Mmm, nada importante - De pronto recordó que en algún sitio había leído que la verdad la puede decir cualquier idiota, pero que para mentir hace falta imaginación  -Un reporte detallado de mis actividades durante el mes, ya sabes, no vaya a ser que no esté desquitando su miserable sueldo- Se fingía indignada.
¿Sería eso suficiente imaginación?

-No te enfades- Le hizo ojitos -Sabes que en el fondo él te quiere-

-Lo sé- Sonrió -Por eso acepté trabajar aquí-

-¿Alguna vez te he dicho lo mucho que amo que trabajes en Comisaría?-

-A ver...- Se quedó pensando un poco
-Me lo dices por las mañanas cuando despiertas desnuda enredada con mi cuerpo, mmmm también me lo dices por las tardes en nuestra hora de comida y creo que también por las noches mientras hacemos el amor-

-Ah, ¿Sí?- Preguntó una Silvia bastante seductora.

-Oh, sí, pero déjame decirte que aún me resulta insuficiente-

La pelirroja rió ante las ocurrencias de su novia. -Bueno, anda y déjame seguir con esto- Miró de reojo el cerebro que debía extraer para posteriormente sumergirlo en formol. -No olvides que tenemos cena con mi padre por la noche-

-Tengo unos asuntillos que arreglar con Lucas...Ya sabes, gajes del oficio-

-Procura llegar antes de que se sirva la cena, no quiero que se repita el incidente de nochebuena en casa de Paco y Marina, que llegamos casi a la media noche-

-Eso fue porque estábamos en plena reconciliación y no podías apartar tus dedos de mi...- Pepa sacó sutilmente la lengua y se lamió los labios con la punta, provocando que la Forense se pusiera extremadamente roja. -Bueno, mejor me voy, entre más rápido comience más rápido voy a terminar, pero antes dame un beso-

Silvia complació la petición y le dio un pico.

Pepa tomó con su dedo índice una gota de la sangre del cadáver que se encontraba salpicada en la frente de la pelirroja.

La paladeó. -Mmm...- Susurró con gesto de notable desagrado -Me queda claro que éste individuo no era de sangre azul-

-¡Vete ya, cerdo!-

Pepa soltó una carcajada, cumplió la orden y se encaminó rumbo a la salida.

Silvia reparó en el cadáver que tenía tendido en la plancha. Seguro que habría montón de personas llorando por el sujeto allá afuera, pensando en cuánto lo extrañarían y en lo difícil que resultaría acostumbrarse a su ausencia.
-Pepa...- Alcanzó a decir antes de que cerrara la puerta.

La traficante se giró - Dime...-

-¿Crees que exista alguna cosa más allá después de la muerte?- Preguntó con un deje de preocupación.

Negó en medio de una sonrisa divertida.
-No...Aunque en el remoto caso de que eso existiera...Me temo que no iríamos al reino de los cielos-

-¿Y qué importa...?- Se encogió de hombros -Si lo preguntaba es porqué a mí me encantaría arder contigo en el infierno-

*****
Hasta aquí hemos llegado en este increíble viaje, espero que lo hayan disfrutado y muchas gracias por leer.

ARDER CONTIGO EN EL INFIERNO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora