CAPÍTULO XXIV

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CAPÍTULO  XXIV.  LA TORMENTA

23 de octubre, 09:12 horas.

PERSPECTIVA DE PEPA
Me duelen mis errores por todo el cuerpo, no creí que esa confianza que un día mi pelirroja depositó en mí...Pudiera lastimar tanto...

Y es que siento cómo se me esfuman los latidos del corazón, la sangre se me paraliza, se me congelan las venas y las malditas persianas están abiertas, pero no entran los rayos del sol...

Yo solamente quiero que nos tendamos encima de este sofá, que recuerde que es nuestro lugar...

Suyo y mío nada más.

Que olvide lo que he hecho, por favor...Solamente pido que lo olvide y recostarnos aquí, juntas, ¡Como tantas veces lo hicimos!

Que me regale esa sonrisa que me da el aliento para respirar, que me devuelva la ilusión,  que me permita tener la oportunidad de observar su cara todos los días solo verla despertar.

¡Silvia...No puedo seguir así!

Otra noche más sin dormir, una hora más que transcurre y yo no sé nada de ti.

-¡CUARENTA Y DOS!...- Grité al fin con desesperación mientras daba vueltas por el salón de mi apartamento como una endemoniada, había transcurrido toda la madrugada en silencio, quizás porque sabía que merecía este tormento y no quedaba nada por decir...Solamente la maldita espera -Cuarenta y dos horas desde la última vez que hablé con ella- Cambié mi tono de rabia y desesperación por uno de más humildad, quizás de resignación al castigo.

-¿Quieres que hablemos?- Me preguntaba Sara con dulzura, sé perfectamente que no encontraba las palabras que me hiciesen sentir mejor y aún así se negaba a dejarme sola, con todo y que sé de sobra yo no era ni por mucho, la más grata de las compañías en aquel momento.

Yo negaba con la cabeza y apretaba con rabia los labios, reprimiendo esos sollozos ahogados que clamaban por emerger a la superficie.

-Vamos Pepa, que seguro Silvia está bien, las malas noticias vuelan y tú lo sabes-

-¿Y de qué me sirve que esté bien si...De todas formas la voy a perder?- Le pregunté rindiéndome ante el dolor, si bien no me desmorecí en llanto, si dejé que las lágrimas fluyeran libremente dejando sus huellas de humedad por toda mi cara.

-Pfff...No puedes ser tan egoísta, cuando amas de verdad deseas lo mejor para esa persona aunque no sea contigo- Me miró con reproche, yo sé que tenía razón, pero es que yo no podía entender eso, yo no era una persona ordinaria, y definitivamente no estaba sana ni emocionalmente equilibrada.

-Pues no me importa ser la persona más egoísta de este puñetero mundo, pero si Silvia no está junto a mí, Yo...- Y entonces sí, no pude más y exploté, mi voz se desbarató en llanto  -Yo...¿Para qué quiero vivir...Si no soy nada sin ella?-

-No digas tonterías que hasta hace unos meses tú eras muy feliz sin haberla conocido-

-Pero es que tú no entiendes, que yo no era feliz, vivía en un vacío inmenso, solamente que no me daba cuenta porque nunca había probado lo que era sentirme completa-

-Vamos Pepa - Me abrazó con ternura -Que para bien ó para mal, la misión de eliminar a Don Lorenzo fracasó y él está vivo, no te será nada fácil pero si tienes paciencia y le das tiempo...Ella tal vez...-

-¿Tiempo?- Le pregunté saltando rápidamente del llanto a la ira, ¡Y es que para Sara era tan fácil decirlo! -¿Cuánto sobrina?- De nuevo negué con la cabeza -Si de sobra sé que una eternidad no le alcanzará para perdonarme, mientras que a mí...- Y entonces intenté limpiar esas lágrimas que inundaban mis ojos y nublaban mi campo de visión -A mí no me va a alcanzar una eternidad para olvidarla-

Y hay veces que las palabras sobran porqué ya todo ha sido dicho y mi sobrina parecía comprenderlo, al fin parecía que aterrizaba en su cabeza la idea de que la asesina despiadada de su tía por primera vez había tenido algo real, algo que me llenaba la vida...Que le daba sentido a mi existencia e irremediablemente lo había perdido.

Y tan sólo me acunaba entre sus brazos mientras el ensordecedor sonido del silencio me recordaba que ya nunca más volvería a enredar mis dedos entre aquellos rizos rojos.

No había marcha atrás, el daño estaba hecho, supongo que ahora quedo fuera de su vida.

Ó tal vez no...

Tal vez me quede demasiado dentro, como una estaca clavada en su corazón, destrozándole la vida cada día, tan destrozada como ya la tengo yo.

De pronto sonó el móvil de Sara, quien no presentaba el entusiasmo suficiente de atender al llamado, ella sólo se excusó por la interrupción, mientras tomaba el aparato entre sus manos solamente para silenciar el timbre.

-Es Lucas- Me informó al mirar la pantalla, como si de encontrar mi aprobación para cogerle la llamada se tratase.

Asentí.

Lucas se estaba encargando de buscar a Silvia hasta por debajo de las piedras y tenía la orden precisa de no cesar hasta encontrarla.

Observé la cara de angustia bosquejada en el rostro de mi sobrina quien no decía nada, únicamente escuchaba lo que decía su marido al otro lado de la línea.

-Pon el altavoz- Le exigí con firmeza.

Me miró con un semblante que dejaba entrever lo poco conveniente de aquello, sus ojos me sugerían no escuchar, pero esa no era una opción válida en aquellos momentos.

-¡SARA, PON EL PUTO ALTAVOZ YAA!- Reiteré enérgicamente.

Al fin obedeció y con un gesto que decía más que mil palabras, algo así como un "Lo siento de verdad", le pidió a Lucas que repitiera lo que le acababa de decir para que yo escuchara.

-Encontramos tu coche a unos 15 kilómetros de la ciudad, en la carretera que conduce al puerto de Navacerrada...- Y entonces guardó silencio por un instante, quizás esperaba que fuera yo la que lo interrumpiese, pero no lo hice, así que no tuvo más remedio que continuar -En el fondo de un acantilado- Tomó aire y entonces terminó -Está completamente destrozado-

-¿Y ella?- Fue lo único que acerté a decir.

-No, no hay rastro de la pelirroja- Me informó con preocupación, supongo más por mi reacción que por la vida de la propia Silvia.

-Pero alguna pista debes tener Lucas, ¿Que acaso no eres un Agente entrenado por la CIA?- Le reté porque en ese momento yo estaba perdiendo el control, ya no sabía ni que lo que pensaba, ni lo que sentía, estaba como atrapada en un sueño, en donde absolutamente nada es lo que parece, o tal vez estaba atrapada en la realidad y pretendía vivir dentro del sueño.

-Pepa, sé que no es fácil pero te pido paciencia, no podemos asegurarlo pero lo más probable es que cuando el carro cayó al vacío no tuviera conductor-

-Pues llévalo con un Forense automotriz que dictamine exactamente lo que ocurrió-

Pillé a Sara conteniendo una risita, después de todo, "Lo de Forense automotriz" brindaba una pequeña esperanza de que la vieja Pepa, aquella que gustaba de gastar bromas ácidas, pudiera reaparecer de un momento a otro.

-A ver escucha- Intentaba tranquilizarme Lucas -No encontramos residuos de sangre que pudieran significar que Silvia viajara ahí dentro-

De cierta manera, aunque no me estaba dando nada concreto, pues medio consiguió su objetivo, porqué me relajé un poco. El problema era que tampoco estaba mi Revólver Mágnum Desert Eagle, calibre 44 de colección.

Era un regalo que me había hecho Sara un par de años atrás para intentar alegrarme una Navidad. Y junto con mi coche, eran mis dos bienes más preciados y ¡Por supuesto que Silvia lo sabía!

En más de una ocasión me reprochó medio en broma, medio en serio que quisiera más a mi "Bebé Amarillo" y a mi Desert Eagle que a ella.

Hasta cierto punto consideré predecible que el carro fuera a resultar deshecho, aunque lo que me preocupaba era que Silvia pensara en estamparse con él, pero algo me decía que ella estaba bien, al menos físicamente.

Ahora mi segunda preocupación era que se fuera a pegar un tiro con mi arma.

Y ese pensamiento me aterraba.

¡Es que era demasiado impulsiva! De pronto recordé que en una ocasión introdujo un cadáver al maletero de la pareja de un ex-novio.

Y entre todo mi dolor, no puedo evitar sonreír al tiempo que se me escapa una lágrima, y es que éramos tal para cual, la una para la otra.

¡Un par de enfermas mentales que nacieron para estar juntas, para amarse, para quererse, para cuidarse, para complementarse!

-Seguiremos buscando- Me dijo Lucas al notar que yo no pronunciaba palabra.

-Y no pararán hasta encontrarla- Le advertí con odio, de pronto recordé que había sido justamente él, quien me coaccionó para dar esa maldita orden.

La más dolorosa que había dado jamás.

Después de que finalizara la llamada con Lucas, le pedí a Sara que se fuera.

Ahora sí...Necesitaba estar sola.

Pensar en todo lo que se me venía encima, y al mismo tiempo luchar por dejar mi mente en blanco, ya que cualquiera de los escenarios posibles eran más que desoladores.

Mi sobrina no estaba muy convencida de dejarme sola, sabía de sobra cómo era yo y que en cualquier momento podría cometer una locura y para esas...¡Ya suficiente teníamos con Silvia, que a saber lo que estaría tramando!

Sin embargo, cuando me pongo de malas puedo convertirme en un ser descortés y de trato rudo, incluso con aquellos seres a los que amo.

Así que prácticamente terminé por pedirle de muy mala manera que se largara, no sé, quizás hasta le haya cerrado la puerta en la cara.

Me senté en el suelo del salón, con una botella de Black Label en mano y me puse a beber directamente de la boquilla como un alma en pena, con la desesperación de alguien que ha perdido todo en la vida, incluso la esperanza de levantarse y comenzar de nuevo.

Solamente había sentido semejante dolor en el pecho cuando murieron mis padres y cuando aquel hijo de perra me violó. La primera de tantas veces.

Ahora me sentía igual de perdida ó tal vez peor.

Porque la diferencia era que esta vez, la culpable de todo esto había sido yo.

ARDER CONTIGO EN EL INFIERNO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora