Capítulo 9: La pelea.

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Capítulo 9: La pelea. 

Una de las características que Jonathan más odiaba de si mismo era su cobardía, el hecho de no poder formular palabra cuando sentía miedo. Eso era algo que justamente Oscar no tenía, razón que lo llevaba a amarlo y admirarlo aún más. Él era valiente y decidido, si hacía falta decir algo lo decía, si hacía falta respaldar o defender a un amigo lo hacía sin pensar en las consecuencias; eso para Jonathan era algo admirable.

Ambos estaban en la biblioteca ahora, en perfecto silencio. Su profesor de literatura no había llegado y mandaron a todo el grupo a la biblioteca, por lo que estaban rodeados de los demás chicos en las otras mesas intentando guardar silencio.

Ambos mantenían la mirada clavada en un libro, Oz había elegido una versión resumida del Quijote, mientras que Jonathan había escogido el libro de Robín Hood. En algún momento Jonathan se distrajo de su libro y llevó toda su atención a Oscar, ya que muy pocas veces tenía la oportunidad de contemplarlo tan quieto y despierto, pero vio algo que no le gustó, un pequeño ceño fruncido entre sus cejas doradas.

—¿Qué te pasa? —preguntó Jonathan, bajando con la mano el libro que mantenía  Oscar como escudo ante sí.

—Nada... —contestó quedamente, apenas lo miró y volvió a subir el libro a la altura de sus ojos.

—En una ocasión me dijiste que “nada” es sinónimo de muchas cosas pero no de nada —le recordó Jony sus palabras al tiempo que volvía a quitarle el libro del rostro.

—Es mi padre... —dijo al fin, dejando caer el libro en la mesa de madera, y este sonó un poco más fuerte de lo debido, provocando la molestia de la encargada, pero Oscar no le hizo caso—. Ayer llegó ebrio a casa.

—Creí que dijiste que tu padre no era de esos... —comentó Jonathan Repentinamente estaba preocupado.

—Sí, así es. —Asintió Oz— Él no bebe, pero cuando lo hace, entonces realmente lo hace —se detuvo un segundo para ver la expresión que tenía el otro, por supuesto que una nada buena. Agitó la cabeza y regresó a lo que decía—. Me dijo cosas que normalmente no me diría...

—¿Cómo qué? —lo interrumpió Jonathan.

Oz dejó escapar un suspiro de sus labios de fresa.

—Que estaba tan desilusionado, que él esperaba tener una nuera y hermosos nietos rubios...que ahora ya no podría. Dijo que moriría viejo y solo.

Jonathan no dijo nada, porque no creía poder decirlo en voz tan baja como lo hacía Oscar, solo apretó la mandíbula.

—Dijo que nunca esperó tener un yerno... —continuó—, pero lo peor no es eso, es que se echa la culpa sí mismo, cree que me ha criado mal, y a mi madre por abandonarnos... —Oscar hablaba en voz baja pero aun así se percibía que sufría con cada palabra.

Jonathan cada vez apretaba más el puño bajo la mesa, hasta que sus nudillos quedaron como piedrecillas blancas.

—Al día siguiente vino a mi habitación a disculparse —finalizó Oscar mirando a su novio.

—A veces... —habló Jonathan, intentando mantener la calma—me dan tantas ganas de golpear a tu padre...Yo sé que lo amas, pero no puedo evitarlo.

—Ya lo sé... —Oscar sonrió como un niño al que de pronto se le pasa una imagen mental muy graciosa—. También a mí a veces me dan ganas.

Y por un momento ambos se ensimismaron nuevamente en la lectura de sus libros hasta que a Oscar se le ocurrió preguntar;

—Tú no me has dicho... —empezó y Jonathan tuvo un súbito incremento de palpitaciones, pero de mala manera. Sintió que quería salir corriendo, se sentía tan mal por no decirle sobre su mudanza, incluso no planeaba decir nada, aunque ya quedaran solo días.

Solo AmorWhere stories live. Discover now