Capítulo 1: El rubio de la primera clase

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Capítulo 1; El rubio de la primera clase

La madre de Jonathan lo dejó en la entrada de la escuela. De lejos, la imagen podría recordarle a cualquiera como cuando un dueño deja a un pequeño cachorro que ya no quiere a un lado de la carretera, solo que en éste caso no era así. Él era un adorado hijo único, el lienzo en blanco de sus padres, pero ella tenía mucho que hacer en ese momento, mucho que hacer respecto a la nueva mudanza. 

Cuando la nube de polvo que fue dejada por el violento arranque del auto de la madre de Jonathan se disipó, él comenzó a caminar hacia la entrada. Iba desganado pero con paso constante y seguro. De su hombro derecho colgaba un equipo de fútbol y del izquierdo su mochila. Con un respingo de resignación cruzó el umbral de su nueva escuela.

Al llegar a su primera asignatura entró y dejó caer la bolsa del equipo de fútbol en un pequeño cubículo que estaba al lado de la puerta. En ese pequeño espacio se encontraban otras maletas de distintos colores, algunos eran fosforescentes y otros solo negros. Eran los equipos de todos los chicos y chicas, pues ésta era una escuela en la que el deporte era obligatorio. Para los chicos el fútbol y para las chicas era el voleibol.

Ingresó al aula y tomó el primer lugar que encontró disponible, uno que estaba justo en el medio. Nadie lo miró mientras iba, esa etapa ya había pasado en las primeras semanas cuando fue la novedad y estuvo en boca de todos. Ahora era solo un chico nuevo, nada interesante…

La clase la atendía una profesora alta, de cabellos canos atados en una coleta alta, de rostro endurecido por los años y de nombre Vicenta. Sin más la clase comenzó y Jonathan se dedicó a prestar atención.

Veinte minutos habían pasado ya, todos se encontraban en perfecto silencio y con las cabezas agachadas anotando las ecuaciones del pizarrón cuando la puerta se abrió. Allí estaba de pie un chico alto, de piel blanca, ojos de un azul glacial y cabello rubio, tan rubio que podría decirse que era casi plateado en vez de dorado. Jonathan apenas alzó la mirada. No lo vio mucho rato y no pretendía prestarle más atención, a no ser que la profesora hablara en voz alta.

—Oscar—dijo la mujer dirigiéndose al muchacho—, esta es la segunda vez que llegas tarde. Una más y te suspendo —le advirtió, esta profesora era especialmente poco tolerante a las faltas o retardos.

—Lo siento —dijo el joven rubio e ingresó a la sala después de haber botado ruidosamente su equipo de fútbol al cubículo. Con una sonrisa medio dibujada continuó caminando.

Jonathan acababa de regresar la mirada a su cuaderno cuando una sombra se proyectó por toda la extensión de la paleta del pupitre, entonces levantó la mirada.

—Ese es mi lugar —comentó Oscar con los delgados pero torneados brazos cruzados sobre el pecho.

—Disculpa, no he visto tu nombre en él —le respondió Jonathan mirándolo hacia arriba, con voz calmada y sin ánimos de hacer enojar.

—¡Oscar! —llamó la profesora, quien se acababa de percatar de la escena. En realidad, había sido la última en hacerlo, todos los demás chicos los miraban con ojos brillantes de la emoción esperando que algo bueno se armara, algo que los sacara de esa monótona y tediosa mañana de un lunes —Deja a Jonathan en paz, puedes tomar cualquier otro lugar.

El joven rubio no dijo nada, se limitó a mirar un segundo a la profesora y regresar la mirada un segundo al otro muchacho, luego se retiró de allí para tomar un asiento que se encontraba al fondo del aula, no sin antes propinarle un golpe con la punta del zapato a la pata de la silla donde se encontraba el otro chico. Jonathan gruñó pero no dijo absolutamente nada.

La clase terminó con un estrepitoso sonar del timbre, todos los chicos se apresuraron a juntar sus cosas y salir de allí lo más rápido posible. Jonathan pretendía hacer lo mismo pero justo cuando se acercó para tomar sus cosas la profesora lo llamó a su escritorio.

Solo AmorWhere stories live. Discover now