CAPÍTULO 1

3.3K 201 28
                                    

La primera vez que conocí a Benny Watts fue una noche como cualquier otra, o puede que una incluso más aburrida que el resto. Yo estaba en la barra, terminando de sacar brillo a unas copas y debatiéndome entre si prefería que vinieran más clientes para animar el lugar o si era mejor que ya no entrara nadie para así poder tomarme un más que merecido descanso. Tan solo serví un par de cervezas en toda la hora siguiente. Estaba tan desesperada que incluso me planteé ponerme a mí misma un chupito de tequila, pero entonces hubo alguien que llamó mi atención.

El chico de la mesa más distanciada del resto destacaba por su chaqueta de cuero negra que le pasaba incluso las rodillas; también estaba su pelo rubio, su pintoresco bigote y los dos grandes anillos que sobresalían entre esos dedos tan finos. Aunque sin lugar a duda, lo más llamativo de todo eso era el tablero de ajedrez del que no apartaba la vista ni por un segundo. En la silla de enfrente, vacía, tan solo reposaba un sombrero. Estaba acostumbrada a que el bar se llenara de borrachos, pero intelectuales del ajedrez era novedad para mí. Puede que fuera eso lo que me impulsó a acercarme.

- ¿Has pagado por usar ese tablero? – le pregunté. Mi ocurrencia para romper el hielo no era muy brillante, pero fue suficiente para que sus ojos me prestaran atención durante escasos segundos.

- Lo he traído de mi casa.

- ¿En serio? ¿Puedes probarlo?

El chico sonrió burlonamente y entonces movió un alfil con avidez, pero había algo más en esa partida consigo mismo que le mantenía cautivo.

- Seguro que tenéis un montón de tableros de ajedrez en este bar de mala muerte. – se mofó, a lo que yo no pude más que levantar una ceja. – Los tendréis junto a las ratas.

- Las ratas también tienen derecho a jugar. – repliqué. – Y a la tercera copa obligo a los clientes a jugar una partida entre ellos para decidir quién paga.

La seriedad de mi voz unida a la absurdez de mis palabras consiguieron que ese chico por fin me mirara, probablemente planteándose si estaba loca. Lo sabía por su expresión desconcertada, mas aquello no impidió que me examinara de arriba abajo sin molestarse en disimularlo. Cuando regresó a mis ojos, extendió su mano a modo de saludo.

- Benny Watts. – se presentó.

- Alexandra Walker. – respondí, estrechándole la mano por unos instantes.

- ¿Qué te trae por aquí?

- La necesidad de pagar un alquiler. – contesté. De ninguna forma estaría en este sitio si no fuera por culpa del dinero. – ¿Y a ti? ¿No tienes otro lugar donde beber zumo de manzana y jugar al ajedrez?

- Me apetecía dar un paseo. – se excusó, seco, sin querer dar demasiados detalles. Tal vez ni él mismo tenía motivos lógicos para explicar cómo había acabado sentado en este bar. – ¿Sabes jugar?

- No estoy segura. Sé lo básico. Mi padre me enseñó cuando era pequeña, pero poco más. – mascullé, frunciendo el ceño. – ¿No se supone que deberíais jugar dos? ¿O acaso tu sombrero de cowboy es tu contrincante?

Mis palabras parecieron divertirle, y aunque en parte iba en broma, el escepticismo con el que le miraba era totalmente real.

- Estoy estudiando jugadas. – me explicó con tranquilidad, como si fuera la actividad más normal del mundo. – ¿Por qué no te sientas y echamos una? Así me demuestras qué es lo que sabes.

- No tengo ningún interés en hacerlo.

- Vamos, te daré ventaja.

- ¿Crees que dejándome ganar voy a ceder? – cuestioné. Odiaba la propuesta de la misma forma en que odiaba que los hombres trataran de ser condescendientes con las mujeres porque nos creyeran más débiles.

Más allá del ajedrez | Benny WattsWhere stories live. Discover now