CAPÍTULO 4

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Cuando me desperté, necesité unos minutos para darme cuenta del lugar en el que me encontraba. Me giré hacia el otro lado y vi que la cama estaba vacía, así que supuse que Benny ya se habría levantado. A no ser que fuera tan despreocupado como para haberse marchado de su propio apartamento dejándome ahí sola. Recogí mi ropa del suelo, me vestí y me acomodé un poco el pelo, el cual era rebelde por naturaleza así que tampoco podía hacer milagros. Cuando por fin salí de la habitación, me encontré con Benny sentado en la mesa, frente al ajedrez.

- Buenos días. – le dije, pero tuve que esperar unos minutos a que por fin levantara la vista del tablero para prestarme atención.

- Buenos días. – respondió. – Tienes café en la encimera, si quieres.

- Está bien. – asentí, dubitativa. Como buen anfitrión debería por lo menos servírmelo él, pero su partida parecía ser mucho más importante. Avancé hasta la cocina y, tras rebuscar una taza, la llené hasta la mitad. – ¿No es demasiado pronto para ponerse con el ajedrez?

- Nunca es demasiado pronto. – respondió, moviendo una ficha para luego volver a mirarlas con interés. – Además, llevo ya dos horas despierto.

- ¿Dos horas? ¿Para qué madrugas tanto?

- No me gusta perder el tiempo durmiendo. – contestó. Y tras una última jugada, se puso en pie. – ¿Me has dejado algo de café?

Me hice a un lado para que pudiera rellenarse la taza con lo que quedaba en la cafetera y aproveché para repasarle de arriba abajo. Llevaba sus vaqueros, sin el cuchillo, y luego una larga bata de seda con estampado floral. Lo que me llamó la atención fue que no se hubiera puesto camiseta, por lo que tenía todo el pecho al descubierto.

- ¿Ocurre algo? – me preguntó, apoyándose en la encimera. Aparté mi vista de su cuerpo y de las marcas que debía de haber dejado yo en él anoche para volver a mirarle a los ojos, y como noté que me había pillado, me sonrojé. De cualquier forma, negué con la cabeza levemente, restándole importancia. – ¿Qué te ha parecido mi cama?

- Bastante satisfactoria. – respondí, por si él también estaba utilizando un doble sentido. No me dejó claro si era así o no, pero sonrió de todas formas.

- ¿No tienes clases o algo así?

- Hasta la tarde nada.

Benny asintió lentamente y yo le di un trago más al café, esperando a que añadiera algo. No estaba segura de si tenía en mente echarme de su piso o si estaba rezando para que saliera de mí el decir que ya era hora de marcharme. O tal vez le pareciese bien que me quedara, pero con esa mirada indescifrable no podía presuponer nada.

- ¿Quieres jugar una partida?

- ¿Al ajedrez? – cuestioné, frunciendo el ceño, pero él mantuvo su sonrisa ladina. Me estaba retando. – No soy buena.

- Quiero comprobarlo.

Cogí una gran bocanada de aire y lo solté con pesadez. Sin importarle mi aspecto desganado, regresó hasta la mesa y me hizo una ademán con la mano para que me sentara enfrente suyo, cosa que hice. Ya con el tablero delante, observé cuidadosamente mientras él colocaba todas las piezas. Iba a necesitar estrujar mi cerebro al máximo porque la última vez que jugué tendría fácilmente diez años. Lo intenté, pero no dio resultado.

Como era de esperar, la partida no duró demasiado y ya desde mi primer movimiento tuve que soportar miradas incrédulas por parte de Benny. Al terminar, incluso tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse mí. Y como es de entender, su reacción me sentó de todo menos bien. No es que tuviera mal perder, sino que él estaba sobrepasando la raya de lo tolerable.

Más allá del ajedrez | Benny WattsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora