CAPÍTULO 6

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Beth Harmon era una chica excepcional. Ni siquiera la conocía, pero por cómo Benny la había descrito, casi me había conquistado. Era talentosa, sumamente inteligente y preciosa. Una chica de oro. Y por como hablaba de ella, también sobreentendí que se había pillado, mas no estaba segura de si el sentimiento todavía duraría o si se habría acabado después de los meses que habían pasado desde su rechazo.

Sé que a Benny le vino bien tener a alguien que le escuchara y entonces dudé de si realmente tendría a alguna persona que lo hiciera. Yo le había hablado de amigos de la universidad, con los que podía contar y con quienes pasaba el rato de vez en cuando, pero él parecía ser un alma solitaria. Y aparte de relajarle, el poder hablar de Beth conmigo sirvió para afianzar nuestra relación como amigos. Amigos con derechos, si soy más específica.

Después de ese día le di por fin mi teléfono y Benny me llamó dos días después para volver a vernos. Esa vez elegí que fuera en mi apartamento, y una vez le di la dirección, supe que ahora ya sabría dónde encontrarme en cualquier momento, mas no me importaba realmente. Esa noche nos acostamos, sin perder nuestra rutina, y dormimos en mi cama. Al día siguiente incluso se quedó a desayunar. Después de eso hablamos una vez por teléfono y al tercer día me presenté en su casa con comida china; oferta la cual Benny aceptó con gusto. De alguna forma, conforme pasaron las semanas, normalizamos el vernos tan seguido aun sin tener ni idea de hacia dónde nos llevaría eso.

Llegó un momento, casi dos meses después, que parecía que viviésemos más tiempo juntos que separados, intercalando entre su apartamento y el mío. Lo que me desconcertaba era la enorme distancia que parecía crecer entre nosotros de vez en cuando. Es decir, él se ponía con su ajedrez, yo con mis apuntes y mis libros de la universidad, y cada uno nos aislábamos en lo nuestro. El sexo era bueno y nuestra relación también, pero era como si realmente hubiera un mundo que no conociésemos del otro.

Esa tarde estaba leyendo un manual demasiado extenso y aburrido cuando elevé la vista y pillé a Benny con los ojos clavados en mí. Ya era la tercera vez en diez minutos que le miraba y me percataba de que la atención de él estaba puesta en mi persona. Y tampoco se preocupaba por disimularlo. Supongo que su partida de ajedrez ya debía ser demasiado exasperante, pues de lo contrario no había quién le sacara de su ensimismamiento cuando se perdía entre esas piezas. Cinco minutos después, noté como se ponía en pie y se acercó hacia mí hasta que no me quedó otra que apartar el libro para prestarle atención.

- ¿Qué ocurre? – le pregunté, pero no obtuve respuesta. Sin embargo, me tendió una mano y yo la tomé para levantarme. Mi espalda ya se había acostumbrado a sus incómodos almohadones. Ni aunque hubiese querido añadir algo habría sido capaz porque la intensidad de su mirada estaba dejándome muda.

Benny llevó sus manos al borde de mi camiseta con la clara intención de quitármela, así que alcé los brazos cuando comenzó a subirla para ponérselo más fácil. Si apartar sus ojos de los míos, la tiró al suelo y continuó con la cremallera de mi falda, la cual tan solo hizo falta bajarla hasta poco más de la mitad para que cayera al suelo por su propia fuerza. Cuando Benny dio un paso más hacia mí de forma que sus labios casi rozaban los míos, supuse que iba a besarme mas me equivoqué. En su lugar, introdujo su mano en mi ropa interior y entonces no pude evitar gemir. El muy orgulloso sonrió de soslayo, pues ya estaba mojada; y cómo no iba a estarlo si su numerito mudo realmente me estaba excitando. No tuve que esperar mucho hasta recibir ese ansiado beso recordándome el sabor de su boca que cada vez se me hacía más familiar.

Volvimos a recostarnos sobre los almohadones, con él encima mientras su mano hacía estragos en mi intimidad. Pude desabrocharle la camisa y quitársela para pasear mis manos por su torso con libertad, pero no me dejó que le tocara yo a él. Aunque insistí un par de veces en vano, terminé por resignarme y me entregué a sentir todo el placer que me estaba causando. Todavía no estaba segura de si sabía hacerlo muy bien o si ya conocía demasiado mis puntos débiles, pero no tardé demasiado en correrme con dos de sus dedos en mi interior y su otro brazo rodeándome y pegándome a él, aplacando así mis espasmos.

- Eres increíble. – suspiré, con el cosquilleo tan característico del orgasmo todavía haciendo mella en mí. Noté como sonreía y, en vez de apartarse de encima de mí, se acomodó un poco mejor colocando su cabeza en medio de mi pecho. Su acción me sorprendió, pero su respiración tranquila y las yemas de sus dedos rozando mis costillas era sumamente enternecedor. Casi con algo de miedo porque esas cosas no eran propias entre nosotros, llevé una de mis manos hasta rodearlo por la espalda y la otra la dirigí a su pelo, comenzando a acariciar sus mechones con suavidad. Al notar mi respuesta, me apretó un poco más contra su cuerpo y suspiró.

Permanecimos así, en silencio, durante lo que serían unos diez minutos, pero algo picaba en mi lengua pidiéndome que lo soltara en voz alta. Necesitaba una respuesta a la pregunta que disimuladamente se había colado en mi mente durante ya varios días. Y era consciente de que tal vez lo que iba a decir estropearía el momento, pero no estaba dispuesta a quedarme con la duda.

- Benny. – le llamé, recibiendo un murmullo por su parte que me dio a entender que me escuchaba. – ¿Quieres que esto sea algo?

Sonaba estúpido que si llevaba tanto tiempo con la duda, no supiera ni cómo expresarla correctamente en voz alta. El caso es que ya no solo nos acostábamos, sino que había más trasfondo. Y por más que supusiéramos que solo éramos amigos, estaba claro que ya hacía tiempo que habíamos sobrepasado esa línea.

- Quiero decir que... no sé qué quieres de mí. – mascullé, en un intento por explicarme mejor. – Y el problema es que hay veces que no sé cómo actuar contigo.

- ¿Qué es lo que quieres tú de mí? – inquirió Benny, sorprendiéndome. Abrí la boca para responder, pero tampoco encontré la respuesta adecuada. Momentos más tarde, se incorporó para poder mirarme directamente a los ojos. – Así estoy cómodo, ¿y tú?

- Sí, lo estoy. – asentí, humedeciéndome los labios. A continuación venía la parte más peliaguda. – Pero no estoy segura de si tú... solo me necesitas para ocupar lo que dejó Beth.

Noté su rostro petrificarse por unos segundos al oír ese nombre y realmente temí su respuesta. Que me diese la razón me dolería más de lo que me gustaría admitir. Sin embargo, tragó saliva y negó levemente con la cabeza.

- No pienso en ella cuando estoy contigo. – me aseguró. – En realidad, hace ya mucho que no pienso en ella.

Era incapaz de creerle del todo porque Beth Harmon era inolvidable. La había visto en las portadas de las revistas de ajedrez en alguna que otra tienda y al segundo entendí que esa chica tenía un algo especial. No obstante, Benny era sincero y apreciaba tanto sus palabras como su negativa.

- Me gustaría compartir algo más contigo. – le dije entonces. – Ya sabes, tener algo más en común.

- Lo único que no compartimos es el ajedrez. – masculló, elevando una ceja. – Y sabes que el ajedrez ocupa la mayor parte de mi vida.

- Lo sé. – asentí. – Y sé que soy horrible en el ajedrez, pero si tú estás dispuesto a enseñarme, me gustaría intentar entenderlo.

Benny frunció el ceño, seguramente porque me consideraba una causa perdida en cuanto al ajedrez se refería, pero entonces su mueca desapareció y en su lugar descendió hasta besarme en los labios con cariño. Cuando se separó, tuve que morderme el interior de las mejillas porque había sentido lo que podrían considerarse mariposas en el estómago. Y todo por un simple roce.

- Puedo enseñarte si quieres. – se ofreció, apartándose de encima mío y permitiendo que me incorporara. – Las reglas, cómo funcionan los campeonatos... todo eso. Podemos echar también alguna partida, si quieres.

- Solo si prometes no reírte de mí.

- Ahora que sé de lo que eres capaz, no osaría burlarme de ti. – contestó, haciéndome quedar como el mismísimo demonio. Aun sin reprimir mi sonrisa, le empujé con una fuerza moderada. No me esperaba que, en consecuencia, él me cogiera por la nuca para acercarme a él y besarme, pero tampoco se me ocurriría quejarme. Por mí, como si quería hacerlo todos los días de mi vida. 

Más allá del ajedrez | Benny WattsOnde histórias criam vida. Descubra agora