CAPÍTULO 7

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Esa tarde, Benny había venido a buscarme a la salida de las clases e incluso me había pedido que le enseñara el campus. Me sorprendió que dijera que la final de ajedrez de Estados Unidos la jugó en una universidad mucho más cutre que la mía porque lo cierto es que esta ya era lo suficientemente vieja.

Ya había anochecido hacía un par de horas cuando llegamos al apartamento de Benny, pues en el camino paramos a tomar unas cervezas en un bar para celebrar que ese día no tenía que trabajar. Apenas acabábamos de cerrar la puerta cuando el teléfono comenzó a sonar. Mientras que Benny respondía, yo me quité el abrigo, lo colgué en la percha y recogí un par de libros que el muy desordenado había dejado al lado de la escalera, como si no tuviera ningún sitio mejor.

- ¿Cómo voy a estar ignorando el teléfono? – cuestionó Benny, llamando mi atención. –No estaba en casa. Por eso no he podido responder antes.

Me acerqué a él levemente preocupada dado que no acostumbraba a recibir llamadas, pero él me hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto, sea cual fuese. Sin embargo, su ceño fruncido mientras quien fuera la persona que estuviera al otro lado del teléfono hablaba no indicaba que fuera algo banal. De cualquier forma, me dirigí al mugroso baño para liberar mi vejiga por culpa de las malditas cervezas y, a lo que regresé minutos después, Benny ya estaba colgando.

- ¿Va todo bien? – pregunté, acomodándome en el sillón antes de que me lo quitara.

- Más o menos.

- ¿Eso qué significa? – inquirí, mas el chico cogió una gran bocanada de aire y lo soltó lentamente. Luego, en vez de seguir con la conversación, se dirigió hacia su dormitorio. Como había dejado la puerta abierta, pude ver perfectamente desde mi posición que estaba cambiándose de ropa. – Si no quisieras que te preguntara, me habrías dicho que no te apetece hablar del tema. Y como no ha sido así, intuyo que necesitas comentarlo. Tal vez una segunda opinión.

- El que me ha llamado es uno de los chicos que conozco por el ajedrez. Harry Beltik. – comenzó a explicarme a la par que regresaba al salón con su bata floral favorita. Me sonaba que alguna vez me había hablado de él, describiéndolo como un jugador relativamente bueno pero que seguía sin estar a su altura. – Beth Harmon está jugando la partida de su vida en Rusia y cree que necesita nuestra ayuda.

- ¿Cómo podéis ayudarla?

- Estudiando su partida. La han aplazado y en los periódicos han publicado la posición de las fichas en el tablero. – me explicó. – Podríamos estudiar los posibles movimientos de Borgov, su oponente, y crear distintas situaciones sobre cómo debería responder.

- Es una buena idea. Puede funcionar. – afirmé, ignorando el hecho de que escuchar hablar de Beth tampoco era mi pasatiempo favorito. – ¿Cuál es el problema entonces?

- ¿De verdad lo preguntas? – cuestionó, casi ofendido de que fuera incapaz de comprenderle a la primera. – Le dije a Beth que no quería saber nada más de ella. Tuvimos problemas, Alex, ya lo sabes. No estoy como para dejarlo todo y ponerme expresamente a ayudarla.

- Tú mismo has dicho que es la partida de su vida. Necesitará toda la ayuda que pueda recibir. – señalé. – Después puedes seguir enfadado con ella y todo lo que quieras, pero ahora creo que lo más oportuno sería aceptar la proposición de Harry Beltik. ¿O acaso no quieres que una estadounidense gane por fin a los rusos?

- La verdad es que estaría muy bien que Beth le hiciera morder el polvo a Borgov. – reconoció, mas seguía sin parecer realmente convencido. Fue por eso que avancé un par de pasos hasta colocar mis manos sobre sus mejillas para que me mirara directamente a los ojos.

Más allá del ajedrez | Benny WattsOù les histoires vivent. Découvrez maintenant