Parte 8 Encuentro desafortunado

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En lo alto de la montaña vientos furiosos soplaban. Las hojas de los árboles caían, pero se negaba a marchitarse sin pelear, se arremolinaban alrededor del dios que se encontraba meditando sobre un círculo mágico y posponían su descenso.

El dios no parecía perturbado por naturaleza, su espalda se mantenía recta como vara de bambú y su expresión era pacífica como si estuviera disfrutando de un tranquilo sueño.

Si uno pudiera ver de cerca, se daría cuenta que en sus muñecas y pies había unos grilletes transparentes que se mezclaban por el paisaje a su alrededor y pasaban de ser percibidos, no parecía venir de ninguna parte, al mismo tiempo provenía de varias direcciones, era como si la montaña se hubiera enamorado del dios y se negaba a soltarlo.

 Cerca del mediodía, los párpados del dios temblaron y se abrieron lentamente. Miró a su alrededor y no vio a su acompañante, no le sorprendió ni le molesto, en cambio su atención quedó en la cadenas que lo apresaban.

—Así que la razón por la cual ya no salías del palacio del viento es por esto.

Una voz se escuchó, ni muy lejos, pero tampoco muy cerca, para Shi Qing Xuan fue como si le estuvieran susurrando al oído, pero en realidad era en la matriz de comunicación privada que le estaba hablando.

—No sé de lo que hablas.

Escuchó una risa amarga.

 — Tampoco lo creería si no lo estuviera viendo.

De entre los árboles salió Pei Ming.

Después de verlo, Shi Qing Xuan fingió que nada pasaba y se levantó, quitó el polvo de sus túnicas y sacó su abanico del Señor del Viento, lo desplegó suavemente, pero generó una poderosa ráfaga que destruyó aquella cadenas y puso en silencio el monte.

Solo entonces le prestó atención a Pei Ming —¿Su alteza te dijo algo?

Precisamente porque no le dijo nada a Pei Ming se llevó una sorpresa cuando la noche anterior llegó junto a Xie Lian y vio a Shi Qing Xuan sumergido en una especie de trance y con una expresión dolorosa. Al principio pensó que estaba siendo atacado, pero Xie Lian lo detuvo y le dijo que era normal, después de eso permaneció callado y se negó a revelar la verdad.

—Nada, pero si no te preguntó no me lo dirás ¿Verdad?

Shi Qing Xuan no tenía nada en contra del dios marcial del norte, solo no le agradaba, ambos nunca se llevaron muy bien para empezar, pero tampoco eran enemigos. Confiaba en Xia Lian, pero no en Pei Ming.

Como Shi Qing Xuan permaneció callado y se negaba a hablar, Pei Ming se sintió muy frustrado. El temperamento del Señor del Viento había cambiado mucho desde su regreso al cielo, era más silencioso y se negaba a hablar de más, era más cauteloso, algunos podrían confundirlo con madurez, pero él lo sabía al único que Shi Qing Xuan le mostraría una sonrisa era Shi Hen Yu.

Jugaría todo el día con ese pequeño tirano y lo mimaría con juguetes, deliciosos pasteles y una vez que el día terminara se volvería a encerrar en aquella habitación a meditar.

Siempre sospecho que no eran normales sus acciones, pero ¿Quién era para juzgarlo? El solo era la niñera de ese Pequeño Tirano cuando se salía de control.

Al recordar a Shi Hen Yu, Pei Ming comenzó a extrañarlo. No había un solo día que ese demonio en forma de dios no fuera a su palacio como si fuera el dueño y causará problemas a sus suboficiales. Aunque era algo irracional, no se aburría a su lado, era como si se conocieran hace mucho tiempo y establecía una clara diferencia entre sus gustos y disgusto.

El Tiempo que te he amadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora