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Capítulo 38 - Hierba mala nunca muere.

—¡Chuza, hijos de perra!

Su movimiento había sido tan impecable, que la patrulla que acababa de golpear con su camioneta dio de lleno con tres motos policiales detrás de ella, derribandolos en el acto.

Cada vez faltaba menos para el intercambio de bóvedas bajo el puente, y a cada metro que recorrían, más desastres hacían por la ciudad.

Estaba segura que ni el dinero de aquella bóveda lograría arreglarlos, en especial ahora que ellos iban a robarlo.

Se sentía mal por todos los carros que Brian y Dominic iban destruyendo a su paso, especialmente por lo elegantes o últimos modelos que algunos eran. Un desperdicio en todo el sentido de la palabra.

Una carcajada escapó de sus labios cuando detrás suyo notó a una patrulla ser embestida por otra detrás suyo.

Han y Roman se unían al juego.

—Libre por la izquierda— informó el coreano con tranquilidad, algo ya habitual en él.

Varios carros policiales salieron del camino de forma bruta, estrellándose contra otros carros, árboles y postes de luz.

—La derecha está libre— masculló Roman con clara emoción en sus palabras.

Addie negó divertida al ver el desastre que estaban ocasionando. Nadie jamás olvidaría sus nombres nunca, de eso estaba segura.

—Gracias.

El transmisor volvió a pitar. —Cuando quieras. —respondió Han.

—Los veremos al otro lado —aseguró el moreno.

Una pequeña sensación de alivio se esparció por el pecho de Addison al no oír sirena alguna tras de ella. No obstante, no se relajó en absoluto. Aquella era sólo la primera parte, y ahora, sabía perfectamente que le tocaría enfrentarse a Reyes y su gente.

—Acaban de crear una ventana de diez segundos, aprovechenla— ordenó Mia con demanda.

—Como ordene la princesita— murmuró la castaña con burla, apretando a fondo el acelerador.

A su vista, logró vislumbrar el puente donde sus amigos esperaban, y no pudo evitar removerse ansiosa en su lugar a espera de que aquello saliera bien.

Pasó por un lado del camión, logrando ver a duras penas, a causa de la velocidad, el borroso rostro de Gisele conduciendo aquel vehículo de carga.
Desaceleró ligeramente sin quitar su vista del espejo al lado suyo.

—Vamos, vamos...

Se sentía demasiado ansiosa. Dominic y Brian tenían un solo movimiento para poder poner aquella boveda en su lugar, encima del camión, y si fallaban, quizá todo terminaría siendo en vano.

Sino lograban dar al blanco, no podrían conseguir la fuerza suficiente para volver a subir la gran caja allí dentro.

Sin embargo, la bóveda entró en un deslizado impecable, entrando con lo justo en la caja de carga del camión.

—¡Está hecho! —exclamó Brian con euforia, sacándole una sonrisa a la morena por su emoción.

Sonrisa que solo creció al ver una caravana de carros negros tras de ellos. Finalmente Reyes había dado la cara.

No contaba con que desde una calle más arriba, una camioneta negra saltara justo en donde ella estaba, y sin preámbulo la embistiera por el costado contrario al que ella estaba. Varias maldiciones escaparon de sus labios ante el repentino golpe.