16 Steve Rogers

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Invasor| Steve Rogers

Parte 1/1


Los tratados de Sokovia habían sido firmados por ciertos vengadores, los otros se han visto obligados a buscar refugio en diversos lugares, ¿quién diría que llevar una vida de fugitivo ha requerido más de lo que esperaban?

Justo ahora Sam y Natasha marchaban hacia África para separase y ser un punto menos sospechoso, mientras que Steve Rogers marcharía a Alaska donde quedaría incomunicado con ellos.

Por primera vez desde que Steve los ayudó a salir de aquella cárcel, ese pequeño equipo se separaba.  Ninguno sabía qué les esperaba en el futuro, pero tenían esperanza de que todo volviera a ser como antes.

En su viaje, Steve tuvo que navegar por diversas calles con bajo perfil, después de todo su barba y largo cabello lo hacían pasar desapercibido. Trató de diferentes maneras conseguir alguna habitación en los escasos hoteles que le ofrecía la ciudad, pero al parecer los turistas preferían esas fechas para pasarlas en familia en esas cómodas cabañas de bajo costo.

Al verse con pocas opciones que no llamaran la atención, durmió en callejones durante una semana, cabe decir que eso ha sido una mala experiencia al tratar de dormir con un ojo abierto, pues las calles nunca fueron un lugar seguro.

Todo parecía ir de mal en peor, hasta que un milagro apareció.

Tras hacer una pequeño paseo en el bosque, esto solo para tantear el terreno, se encontró con una cabaña. Al principio daba inicios de que alguien la habitaba, pero al acercarse más al lugar se dio cuenta de que estaba vacía.

Inspeccionó desde afuera el lugar y no habías señales de vida, incluso las casas más cercanas estaban a una hora de ahí.

Aún no se atrevía a inspeccionar esa cabaña por dentro, lo que hizo fue esperar unos días vigilando toda actividad cercana del lugar. No fue fácil, pero supo que valió la pena al ver que nadie había reclamado aquel hogar.

Con poca confianza decidió que ya era hora de entrar a la cabaña. Antes que nada, observó todos los puntos de entrada y notó una ventana en el piso de arriba se encontraba un poco abierta.

Con una sonrisa en el rostro, Steve escaló el árbol que se encontraba a un costado proporcionando sombra a la cabaña. Con facilidad saltó unos tres metros para caer justo en el marco de la ventana, soltó un suspiro y recorrió el cristal para darle espacio a entrar.

Una vez que estuvo dentro, el hogar le ofreció un olor hogareño que lo hizo casi sentirse en casa, incluso pudo notar polvo en ciertos muebles y marcos de fotografías vacías.

Caminó hasta llegar a un largo pasillo que lo llevó a un cuarto donde su sonrisa no pudo ser más grande, una resplandeciente cama estaba ante sus ojos y ni se diga del baño que estaba a solo unos pasos de él.

One Shots | Chris EvansWhere stories live. Discover now