💜Esta es una adaptación de la pareja Jihope💜
Jimin era uno de los sultanes más poderosos de arabia, su enorme palacio de fuego en Abu Dhabi era impenetrable, todos los ciudadanos le veneran y respetan por la riqueza de su ciudad, pero, el joven Su...
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Las sirvientas corrían por el Palacio de Egipto para tener listo las delicadas y frescas prendas del príncipe menor Hope, este estaba siendo preparado para lo que sería la visita que daría al palacio donde su hermano mayor vivía casado con uno de los sultanes más importantes y poderosos.
Su preocupación era grande al igual que su curiosidad por el motivo al que se le llamaba con bastante urgencia, Hope era amado y admirado por sus "poderes" y los milagros que hacía tener en las parejas más importantes, más de una vez se le pidió al faraón la ayuda del príncipe menor, en Egipto él era una divinidad con mucho poder, pero Hope se consideraba un chico normal con un gusto enorme por bailar, apreciaba las artes y lo demostraba con su magnífico baile, era tedioso para el que todas las personas pensaran o lo trataran como a un dios.
-Príncipe, los hombres esperan por usted.
La chica que cepillaba sus sedosos mechones, hizo una reverencia sin verle y este se colocó el velo blanco cuidadosamente para no despeinarse, este era transparente dejando un tanto de visibilidad dándole misterio y poder, acomodó sus anillos de oro los cuales estaban conectados a unos largos brazaletes con esmeraldas, su collar de oro y zafiro fue abrochado con delicadeza para no romper ninguna de sus largas uñas, se levantó de la silla y camino hasta el hombre que le llevaría a su carruaje.
En el camino por el largo pasillo del palacio, todos le hicieron una reverencia, ninguno tenía permitido verle a los ojos o su rostro, apenas y podían ver sus pies desnudos y finos andar.
Su padre, el faraón le esperaba estando cerca del carruaje y dio un suave beso en la frente de su amado hijo, acarició sus brazos hasta tomar sus delicadas manos.
-Lleva contigo todo tu poder y dale a tu hermano las fuerzas que necesita, se educado en todo momento con el Sultán.
-Lo haré, padre.
-Lleva orgullo y belleza donde quiera que estés, que los Dioses estén contigo.
-Y contigo, padre.
Se abrazaron y el joven príncipe subió al carruaje de oro con ayuda de un sirviente, le ayudó a acomodar su larga falda blanca de seda, la única prenda que vestía, su torso estaba completamente expuesto mostrando ese exquisito color dorado.
La puerta fue cerrada y su equipaje estaba listo en la parte trasera bien asegurado con sogas, el sirviente subió y golpeó al caballo pura sangre color negro para que emprendiera su largo camino, dos guardias del palacio le siguieron para protegerlo en todo momento, el corazón del moreno estaba acelerado, se decía mentalmente que debía tranquilizarse, sus manos jugaban con algunos de sus gruesos anillos, quería retirar aquel velo, pero lo tenía prohibido, odiaba tanto aquello, él no era un Dios y lo sabía mejor que nadie, tan solo había sido coincidencia todo lo que sucedió para hacerle llamar una divinidad.
Miró el camino arenoso y caluroso a través de su precioso velo, tuvo la intensión de asomarse un poco para admirar el majestuoso azul del cielo, pero uno de los guardias le pidió no acercarse demasiado, el joven de mala manera se acomodó en el asiento satinado del carruaje, cruzó una de sus piernas y sus brazos, deseaba terminar pronto con aquello, la única emoción que tenía era el de volver a ver a su hermano mayor, la única persona que le veía como alguien normal, como un humano que tiene sentimientos y opiniones.