🌸 . . . 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 21

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           Cien, ciento y pico, muy probablemente más, había perdido ya la cuenta de cuántos pasos había dado en direcciones que a simple vista parecían al azar, pero su andar tenía un propósito. Poco tiempo le llevó darse cuenta del juego en el que estaba presuntamente atrapado; parecía estar en un lugar que pretendía ser una dimensión distinta a la real, o eso es lo que la maldición quería hacerle creer. Sin embargo, pronto se percató de que estaba en el mismo plano existencial que el resto del planeta.

           La situación era la siguiente: el lugar donde estaba era el camino a la Academia, solo que, al haber entrado en la maldición, ésta privó al mundo de la existencia de Satoru, por decirlo de alguna manera. Pues de cuando en cuanto podía ver personas y animales que dedujo estaban realmente en el lugar en ese mismo instante, pero únicamente él podía verlos, no al contrario, una vez intentara acercarse a la gente estos desaparecían como si cerraran un telón sin ver ni mucho menos escuchar al albino. Dada la sensación de estar en el papel de un ser un ser divino capas de observar a todos, con a diferencia que la maldición pretendía que solo viera lo que quería mostrarle voluntariamente.

           Satoru se había cansado del juego matutino, por lo que con determinación caminó un tanto más hasta finalmente encontrarse a unos cuarenta metros de distancia de la escuela cuando como si fuese por arte de magia la persona a la que había buscado esa misma mañana apareció a su derecha a tres metros de él. Volteó en su dirección al sentir su presencia; sus ojos se agrandaron en sorpresa tras el cristal totalmente negro de sus gafas, la chica también giró la cabeza para mirarlo reaccionando de manera parecida a la de él. En ese instante el ojiazul no estaba seguro si su sorpresa se debía a haberla visto a ella o a que ella lo pudiera ver también cuando los seres vivos con los que se encontraba lo pasaban de largo. Parecía ser que no solo a él lo atraparon en ese lugar.

—¡Sa-! —se interrumpió—. ¡Gojō!

           El mencionado sintió esa rara opresión en el corazón nuevamente. Qué desafortunado.

           No iba a negarlo, la situación era muy extraña, ni siquiera se trataba ya de la maldición, sino que cruzar palabra con ella de manera relativamente fluida hasta donde la situación se lo permitía era hasta ajeno

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           No iba a negarlo, la situación era muy extraña, ni siquiera se trataba ya de la maldición, sino que cruzar palabra con ella de manera relativamente fluida hasta donde la situación se lo permitía era hasta ajeno. Pese a que intentaba hablarle con normalidad en todo momento, no dejaba de tener presente las palabras que había preparado para su amiga. Tenía que hacerlo, quería hacerlo, sabía que una vez se deshicieran del ente que los quería mantener cautivos volverían a estar bajo la misma tensión o al menos una muy parecida y Satoru no quería eso. Tenía la necesidad de enmendar lo que hizo.

           Un torbellino de oraciones continuaba atormentando su mente en el momento que pusieron pie en el edificio donde tomaban clases. Habían andado ya por toda la escuela de hechicería siguiendo los rastros de su contrincante sin éxito. Miraron con cautela hacia cada centímetro que su vista alcanzaba a divisar en busca de la maldición. En un simple vistazo el lugar lucía como el de siempre, con la diferencia que había ciertos objetos que desentonaban con la temática de escuela o simplemente estaban extrañamente colocados como fotografías con rostros irreconocibles, llaves, anillos, jeringas, cuchillos, libros, reproductores de música, celulares mostrando conversaciones entendibles y otras no tanto, objetos que parecían haber sido seleccionados al azar, cosa que revelaba que seguían prisioneros de la maldición.

—¡Ahí! —exclamó la joven llamando la atención del más alto.

           Sus ojos de cielo escanearon la escena que la muchacha le indicó. Eran Ieiri y Getō caminando por uno de los pasillos del edificio donde estaba su salón al cual entraron cerrando la puerta tras ellos.

—Olvídalo —comentó Gojō siguiendo a su amiga por detrás quien se dirigía a donde sus compañeros habían ido—. No nos ven. Parece ser que sí somos tú y yo aquí.

           Que (Tn) abriera la puerta solo confirmó lo que el albino había dicho, pues no se encontraba nadie ahí adentro más que ellos dos y una llamativa carta en el centro del escritorio del profesor. No tenía nada en particular que la distinguiera de cualquier otra carta blanca con un sobre abierto invitándolos a leerla, el solo hecho de estar mal colocada era suficiente para arrastrar su atención hacia ella.

           Satoru fue el primero en tomar la carta y abrirla. Si bien había cachos de líneas inteligibles por la distorsión provocada por la habilidad no completamente desarrollada de la maldición, pudo entender gran parte del mensaje que se hallaba ahí escrito. Cuando sus ojos llegaron al punto final de la carta, la razón del nacimiento de ese ser maldito y de todo lo raro que habían visto desde que entraron en ese lugar se esclareció de golpe. Entendió absolutamente todo.

           Gojō dejó caer la carta sobre la superficie donde estaba, llamando la atención de su amiga.

—Heh. Qué situación tan curiosamente irritante es esta —dijo con un sabor agridulce en la boca.

—¿Qué dice? ¿De quién es? —interrogó la chica intentando echarle un vistazo al contenido del papel.

—No lo sé, pero quien lo haya escrito ya no está más en este mundo.

—¿A qué te-?

           Satoru apuntó a la carta y la miró por encima de su hombro a la par que colocaba sus lentes sobre su cabeza dejando al desnudo sus hermosos ojos azules.

—La respuesta está ahí. Yo iré a acabar con esto. Estate atenta ante cualquier cambio en ese lugar.

           Y sin decir más, el albino salió por la puerta en una dirección a la que presumía era en donde se encontraba la maldición responsable de todo esto, pues sentía su energía emanar de algún punto en ese lado.

           La muchacha tomó la carta y corrió hacia donde fuera que se había ido Gojō solo para ser recibida con un sonido de explosión unos cuantos metros delante de ella que la obligó a colocar sus brazos enfrente de su rostro para cubrirse. Poco a poco el lugar donde estaban desapareció revelando su verdadera posición en el mundo real. Ni siquiera habían llegado aún a la escuela de hechiceros, estaban en medio del camino que los llevaba allí. Los objetos como la carta desaparecieron igualmente junto con el resto de ilusiones sin haberle dado oportunidad a la joven de leer lo que decía.

—Sabías donde estaba desde un principio, ¿no es cierto? —comentó la chica.

—Sí —admitió con una clase de seriedad que nunca había visto en él—. Desde que entré aquí sabía exactamente su ubicación, pese a que constantemente huía de un lugar a otro para evitar que lo encontráramos e intentar confundirnos, siempre supe en qué dirección lo encontraba.

           (Tn) bajó la mirada. No entendía por qué siquiera había preguntado, se sentía tonta. Era el portador de los seis ojos, era obvio que sería totalmente capaz de saber dónde estaba su enemigo, él jamás caería realmente en una trampa barata como esa. Lo que realmente le correspondía preguntarse era por qué jugar a aquello.

—Claro, debí saberlo —sonrió de manera incómoda, Gojō hacia ver hasta lo imposible como un juego de niños—. Bueno, será mejor que nos marchemos, seguramente ya vayamos tarde.

           En cuando la chica dio el primer paso rumbo a la escuela el albino la detuvo sosteniendo su brazo. El corazón del ojiazul palpitó un par de veces con fuerza, ahí estaba de nuevo ese sentimiento gracioso.

           Era momento de hacer lo que jamás se imaginó tener que hacer.


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sep. 23, 2022

Crystal Petal ──GOJŌ S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora