🌸 . . . 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 14

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           Ambos sabían que faltaba poco para que la fecha límite en la que debían deshacerse de la maldición se cumpliera, pero gracias a la información que Satoru había descubierto sabía lo que tenían qué hacer, por lo que ese mismo día pondrían en acción su plan para acabar de una vez por todas con su encomienda.

           El sol estaba por ocultarse por completo, aún quedaban remanentes de tintes naranjas y rosados en el cielo que estaban siendo engullidos por el negro de la noche para pronto encender sus estrellas sin que la luz del sol las opacara.

           Camino a su objetivo (TN) se encontró con alguien ya conocido que, aunque estaba de espaldas, fue capaz de saber de quién de trataba. Era Ikeda, el chico que vio por primera vez una mañana en el restaurante, el que trabajaba en el bar, o el que la había salvado de ahogarse con un cubito de hielo, no habían pasado por mucho en esos dos días de conocerse, pero su gentil naturaleza le permitía sentir como si ya estuvieran a nada de ser muy buenos amigos.

           Lo que mayormente le llamó la atención al par era lo que el castaño estaba haciendo. Se encontraba arrodillado frente una vela encendida al lado de una rosa blanca, las palmas de sus manos juntas: estaba rezando. La razón pronto sería revelada. El chico en breve dio fin a lo que hacía, se puso de pie agarrando sus pertenencias, no se dio media vuelta hasta que arrojó por el acantilado la flor que estaba destinada a caer en el agua que abajo le esperaba. Cuando tenía la intención de retirarse se encontró con las dos personas que habían observado todo, Ikeda sonrió con calidez en su dirección al mismo tiempo que se acercaba a ellos.

—¿Qué los trae por aquí? —preguntó el chico mirando a ambos en primera instancia, pero reposando su vista en la joven.

—Lo mismo pregunto yo —respondió ella sonando amigable.

          El de cabello chocolate alzó las cejas, sus  ojos se abrieron levemente más. Era algo de esperarse.

—¿Se conocen? —esta vez habló Gojō, levantando una sola ceja e inclinó su cabeza con ligereza.

—Recién ayer en la noche —contestó la muchacha.

—Supongo que puedo decirles. Después de todo tu amigo aquí es el que ayudó a liberar los espíritus de éste lugar y quiero agradecerle.

           En seguida otra duda surgió en la mente de la chica, pero no era el momento de hacer semejante pregunta por lo que se limitó a escuchar lo que Ikeda tenía que decir.

—Como sabrán, muchas vidas han sido arrebatadas en este acantilado —su voz se tornó desanimada y dolida—. Y mi hermana mayor fue una de las desafortunadas. Fue... hace muchos años, a penas terminaba la primaria cuando supe de la desgracia que había ocurrido. Su prometido, extranjero he de agregar, decidió probar la leyenda de primera mano junto con mi hermana; no creía que fuera real, de hecho nadie en mi familia lo creía, ni siquiera yo, simplemente parecían coincidencias desafortunadas. Hasta que pasó. Supongo que todo lo que existe está destinado a desaparecer, ¿huh? —su vista ya estaba en el suelo, como si pudiera ver las imágenes de sus recuerdos plasmadas en el pasto—. Las rosas blancas eran sus favoritas. Había querido venir desde hace tiempo a rezar por ella, pero no me había armado de valor —suspiró y volteó a ver a los otros dos—. Pero gracias a que la limpia que hicieron esos señores y tú confío en que por fin pueden descansar en paz los que aquí partieron —finalizó con una sonrisa melancólica.

           Gojō solo se limitaba a escuchar lo que tenía que decir.

—Estoy segura de que todo está bien ahora y que tu hermana cuida de ti desde donde eses que esté.

           Ikeda no creyó que tuviera importancia que el albino no dijera nada, por lo que no indagó en ello.

—Gracias, sé qué es así -sonrió ésta vez con un poco más de ánimo—. Debo irme, dentro de nada comienza mi turno en el bar. Nos vemos.

Crystal Petal ──GOJŌ S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora